ICA, Perú – Vivir sin agua en una zona desértica es el día a día de Ortensia Tserem, una mujer indígena del pueblo wampis, con su hábitat en la selva amazónica del noreste de Perú, que llegó hace tres años a la periferia de la ciudad costera de Ica con el sueño de mejorar la situación económica de la familia.
Sin embargo, las penurias para abastecerse del recurso hídrico castigan su vida. Cada semana debe comprar agua a los camiones cisterna, lo que la obliga a gastar en el líquido unos 56 dólares mensuales, algo excesivo para los ingresos familiares.
“Tengo una niña de tres añitos y un bebe de un año, lo más difícil es asegurar agua para su aseo y limpieza, para que no se enfermen”, declaró a IPS mientras mostraba los bidones de plástico donde almacena el líquido dentro de su precaria vivienda en el asentamiento Intercultural Nuevo Perú a las afueras de Ica, capital del departamento del mismo nombre.
Al igual que la suya, las 150 familias asentadas en esta zona desértica del departamento de Ica, al sur del de Lima, carecen del servicio de agua, desagüe y luz.
Su asentamiento informal es parte de la zona conocida como Barrio Chino, situada en el kilómetro 163 de la Panamericana Sur, una gran arteria que atraviesa el país. Está poblada por mujeres y hombres venidos de localidades de regiones peruanas de Los Andes y la Amazonia, con la esperanza de ser parte de la bonanza agroexportadora de la que se jacta Ica.
“Desde inicios del 2000 en Ica estamos sintiendo que se agudiza la escasez de agua…, por efecto de la perforación de pozos cuando luego de la reforma agraria vuelven los grandes latifundios por el tema de la agroexportación”: Gustavo Echegaray.
Esa activad, que aporta 4 % del producto interno bruto (PIB) peruano, es una de las que ha exacerbado el problema de la escasez de agua en Ica, el sexto departamento de menor tamaño de los 24 del país y que tenía en 2022 poco más de millón de habitantes, según el estatal Instituto Nacional de Estadística e Informática.
“Desde inicios del 2000 en Ica estamos sintiendo que se agudiza la escasez de agua debido a la disminución de la napa freática por efecto de la perforación de pozos, cuando luego de la reforma agraria vuelven los grandes latifundios por el tema de la agroexportación”, señaló a IPS el ingeniero Gustavo Echegaray, reputado experto en el tema de recursos hídricos.
La napa freática, recordó, es el agua subterránea y se considera la reserva para el futuro, por lo que su manejo y uso sostenible es un imperativo.
Residente en la ciudad iqueña de Santiago, vive también el racionamiento cotidiano de agua. Reciben una hora diaria de suministro, que aprovechan para diferentes tareas y para llenar tanques domésticos para poder abastecerse.
Esa complicada cotidianidad en las urbes, se torna mucho más crítica en sus periferias.
El lejano derecho al agua
Para Tserem, de 27 años, el derecho al agua garantizado en normas internacionales y en la Constitución de Perú, es solo papel. “Mire cómo nos afecta vivir sin agua, en la salud, en la alimentación, en tener un ambiente sano, en nuestra propia tranquilidad”, explicó mientras recorría con IPS su vivienda de madera.
El sanitario es un silo (letrina), situado al fondo del patio de la vivienda, y la ducha diaria una experiencia ajena para ella y su familia.
Su pareja es un jornalero de una de las grandes fincas dedicadas a cultivos para la exportación, cuyo trabajo oscila según los requerimientos de mano de obra. “Actualmente estamos en temporada baja, no hay cosecha todavía, está trabajando en la poda de mandarina, pero solo unas horas al día”, contó con voz queda.
Menos horas de trabajo implican la reducción de sus ingresos y por tanto el dolor de cabeza de ver cómo se junta el dinero necesario para la compra del agua.
“Lo peor es no tener agua, al sol te acostumbras, a los vientos… pero sin agua ni desagüe es muy difícil. No nos vamos porque no tenemos otro lugar, solo esperamos que las autoridades cumplan lo que nos prometieron de candidatos, de poder tener agua potable”: Alicia Fernández.
Ella también se emplea en periodos de cosecha y en otros momentos donde crece la demanda en las grandes fundos cercanos, y el resto del tiempo se dedica a cuidar a sus hijos y a las tareas domésticas.
Para María Huincho, de 39 años, también migrante, en su caso del andino departamento de Huancavelica, colindante con la zona alta de Ica, la situación es similar. Llegó con su pareja y sus tres pequeños hijos con la ilusión de trabajar en alguna de las fincas productoras de arándanos, uvas, mandarinas, alcachofas o espárragos, entre otros.
“Ya tengo tres años aquí y lo más difícil es estar sin agua, yo me baño una vez a la semana, no se puede más”, comentó a IPS. Es vecina de Tserem y se apoyan en las labores cotidianas. “Aquí nunca se puede estar sin hacer nada”, dijo sonriendo mientras miraba a su alrededor, una gran pampa de arena donde se levantan las casitas de madera.
Ica es conocida mundialmente por sus Líneas de Nazca, expresión de la cultura preincaica del mismo nombre, que desarrolló la tecnología hidráulica con una amplia red de acueductos, que cuando se conoció asombró al mundo.
Hoy, el estrés hídrico es una realidad en gran parte del departamento, uno de los más afectados por la creciente escasez hídrica en este país sudamericano de 33 millones de habitantes.
Desbalance hídrico
Según las Naciones Unidas toda persona requiere de 20 a 50 litros diarios de agua limpia y segura para cubrir sus necesidades para una vida saludable. Perú, pese a contar con una gran diversidad de fuentes hidrográficas, no garantiza el derecho al agua a su población.
El Centro Nacional de Planeamiento Estratégico (Ceplan) ha proyectado que para 2030, 58 % de la población peruana vivirá en zonas afectadas por la escasez del agua. La sobreexplotación es una de las razones.
El ingeniero Echegaray recuerda a IPS desde su ciudad que al finalizar la década de 2000 la frontera agrícola en Ica era menor y que con el gobierno autoritario de Alberto Fujimori (1990-2000), quien cambió el modelo económico a un régimen de libre mercado, se adjudicaron tierras que eran eriales para la inversión de empresas.
“La frontera agrícola ha crecido mucho en el lado de lo que era desierto, en la pampa de Villacurí, que está antes del ingreso a (la ciudad de) Ica y también en el valle bajo. Por la tecnología de riego que se empieza a aplicar logran habilitar una gran cantidad de tierras eriazas con la perforación de nuevos pozos, lo que se hizo sin control hasta el año 2009”, refirió el especialista.
La consecuencia se evidenció, detalló Echegaray, en la disminución del agua para los cultivos de la pequeña agricultura y para abastecer el consumo humano.
“La población de (departamento de) Ica ha crecido y a la vez la cantidad de agua ha disminuido. Se ha generado un problema serio en la parte baja de la provincia (también llamada Ica) y en general en la mayoría de los distritos donde el agua es racionada, hay zonas donde las familias acceden al recurso una o dos horas por semana o cada 15 días”, dijo.
Agregó que por la sobreexplotación de los pozos la napa freática está más frágil y que se está produciendo un desbalance hídrico, es decir que la cantidad de agua que se infiltra en los acuíferos es menor a la que se extrae mediante los pozos.
Sin agua la vida es muy dura
En marzo del 2009 se aprobó la Ley 29338 sobre los recursos hídricos, que regula las zonas de protección y las de veda.
Esa última se refiere a la “prohibición de ejecutar obras de aprovechamiento hídrico; el otorgamiento de nuevos permisos, autorizaciones, licencias de uso de agua y vertimientos”. La estatal Autoridad Nacional del Agua (Ana) ya la aplicó para los acuíferos de Ica, Villacurí y Lanchas, los tres en el departamento iqueño.
Sin embargo, pese a la veda, siguen apareciendo informaciones de la propia Ana sobre pozos nuevos en esos acuíferos. “No todos son detectados”, se lamentó Echegaray
Rosa Huayumbe, de 47 años, nació en la ciudad amazónica de Iquitos y su amiga Alicia Fernández, de 30, en la iqueña Pisco. Llegaron al barrio de Dos de Mayo en el municipio iqueño de Subtanjalla hace ocho años, y en todo ese tiempo nunca han contado con agua potable en su domicilio.
Es una zona en pobreza, desértica, donde la arena cubre las calles sin asfaltar y las pequeñas viviendas, la mayoría de madera.
Están en una zona empinada y deben desenrollar metros de manguera para que el camión cisterna pueda suministrarles el agua hasta sus hogares. Ellas compran el equivalente a tres dólares cada día, y con esa cantidad se arreglan para las necesidades básicas.
“Trabajamos en los fundos, ahorita solo hay labor para hombres, que es la poda. Tenemos más tiempo para estar con los hijos pero sin dinero y es un problema para comprar el agua”, comentó Huayumbe a IPS.
“Lo peor es no tener agua, al sol te acostumbras, a los vientos… pero sin agua ni desagüe es muy difícil. No nos vamos porque no tenemos otro lugar, solo esperamos que las autoridades cumplan lo que nos prometieron de candidatos, de poder tener agua potable”, agregó Fernández, durante una pausa en la empinada calle que las regresa a sus casas.
Echegaray advierte que si no se corrige la situación actual, Ica colapsará y se quedará sin agua. Plantea la realización de estudios que determinen el desbalance hídrico, que se estima entre 38 y 90 millones de metros cúbicos anuales. “Demasiada diferencia”, anotó.
También propone poner en funcionamiento algunas presas naturales e incrementar las experiencias de siembra y cosecha de agua, obras que recuperan técnicas ancestrales para infiltrar los acuíferos.
ED: EG