Entre noticias sobre la llegada de olas de calor letales en todo el hemisferio norte aparece la perspectiva sobreecogedora de una catástrofe climática de una escala mucho mayor. Nuevos hallazgos publicados en Nature Communications apuntan a un posible colapso, en las próximas décadas, o tal vez incluso en los próximos años, de la circulación de vuelco meridional del Atlántico (Atlantic meridional overturning circulation, Amoc). Esto llevaría el clima europeo a extremos todavía más dramáticos.
La Amoc es un sistema de corrientes en el océano Atlántico que llevan agua cálida hacia el norte, donde se enfría y se sumerge. Es un factor crucial que explica por qué el clima de Europa ha sido estable durante miles de años, aunque el caótico verano de este año difícilmente puede considerarse un ejemplo de dicha estabilidad.
Hay mucha incertidumbre en estas últimas predicciones y algunos científicos están menos convencidos de que el colapso sea inminente. Además, la Amoc solo es una parte del sistema más amplio de la corriente del Golfo, mayormente impulsada por vientos que seguirán soplando aunque la Amoc colapse. Así, una parte de la corriente del Golfo sobrevivirá al colapso de la Amoc. Sin embargo, llevo décadas estudiando la relación entre las corrientes del Atlántico y el clima y sé que el colapso de la Amoc comportaría un caos climático mayor en toda Europa y más allá. En todo caso, se trata de un riesgo del que vale la pena ser conscientes.
La Amoc contribuye a mantener Europa cálida y estable
Para apreciar hasta qué punto la Amoc influye en el clima del Atlántico nororiental, veamos cómo la población del norte de Europa goza de temperaturas más cálidas que las de latitudes similares en otros continentes. Los mapas siguientes muestran cómo las temperaturas del aire en superficie difieren del promedio de cada latitud y dibujan zonas cálidas y frías a lo largo y ancho del planeta:
[a) enero, b) julio
Lo más asombroso del invierto septentrional (enero) es la gran mancha roja centrada al oeste de Noruega, donde las temperaturas son 20 °C más cálidas que el promedio de la latitud, y eso gracias a la Amoc. El noreste del Pacífico –y por tanto el oeste de Canadá y Alaska– goza de un calentamiento más modesto, de 10 °C, gracias a una corriente similar, mientras que los vientos del oeste que prevalecen hacen que el Atlántico noroeste y el Pacífico noroeste sean mucho más fríos, , al igual que las masas terrestres adyacentes del este de Canadá y Siberia.
El tiempo y el clima de Europa, y de Europa del norte en particular, es sumamente variable de un día para otro, de una semana para otra y de un año para otro, con masas de aire contrapuestas (cálidas y húmedas, frías y secas, etc.) que ganan o pierden influencia, a menudo guiadas por la corriente en chorro de gran altitud. Hechos que ocurren muy lejos, sobre el océano, pueden causar cambios de tiempo y de clima.
Cómo se relacionan las temperaturas oceánicas con el tiempo meteorológico
En los últimos años, Europa ha experimentado algún tiempo meteorológico particularmente inusual, tanto en invierno como en verano. Al mismo tiempo, en todo el Atlántico norte se han medido pautas de temperatura peculiares de la superficie marítima. En amplias franjas del océano, desde los trópicos hasta el Ártico, las temperaturas se han mantenido persistentemente 1 a 2 °C por encima o por debajo de los niveles normales, durante meses o incluso años. Parece que estas pautas ejercen una gran influencia en la atmósfera, incluidas la trayectoria y la fuerza de la corriente en chorro.
Hasta cierto punto podemos atribuir algunas de estas pautas de temperatura de la superficie oceánica al cambio de la Amoc, pero en muchos casos el nexo no es tan directo. No obstante, la asociación de temporadas y tiempos meteorológicos extremos con temperaturas oceánicas inusuales puede darnos una idea de cómo una Amoc colapsada podría alterar el statu quo. He aquí tres ejemplos.
El norte de Europa tuvo sucesivos inviernos severos en 2009/2010 y 2010/2011, atribuidos posteriormente a una breve desaceleración de la Amoc. Al mismo tiempo, en los trópicos había aumentado el calor, que dio pie a una temporada de huracanes inusualmente activa entre junio y noviembre de 2010.
A mediados de la década de 2010 se formó una gota fría en el Atlántico norte, que alcanzó su apogeo en el verano de 2015 al coincidir con olas de calor en el centro de Europa y que fue una de las pocas zonas del mundo más frías que su promedio a largo plazo. La gota fría aparecía sospechosamente como la huella dactilar de una Amoc debilitada, pero algunos colegas y yo atribuimos posteriormente este episodio pasajero a influencias atmosféricas más locales.
En 2017, el Atlántico tropical fue de nuevo más cálido que el promedio y una vez más vino seguido de una temporada de huracanes inusualmente activa, si bien la Amoc no parecía tan claramente implicada como en 2010. Tal vez el calor extensivo del noreste a finales de 2017 pudo sostener el huracán Ofelia, que se formó en el entorno de las Azores y tocó tierra en Irlanda en octubre.
Sobre la base de estos tres ejemplos cabe temer que un cambio más sustancial de las temperaturas de superficie del Atlántico norte tendrá profundas consecuencias para el clima en Europa y más allá. Unos extremos de temperatura oceánica más amplios pueden alterar los sistemas meteorológicos que dependen del calor y la humedad procedentes del mar: cuando y donde las temperaturas aumentan por encima de los extremos normales, las tormentas atlánticas pueden tornarse más destructivas. Unas pautas de temperatura oceánica más extremas pueden influir en las trayectorias de los huracanes y la corriente en chorro, llevando tormentas a destinos cada vez más improbables.
Si colapsa la Amoc podemos prever mayores extremos de calor, frío, sequía e inundaciones, una serie de sorpresas que exacerbarán la emergencia climática actual. Los impactos potenciales en el clima –especialmente en Europa– exigen tomar decisiones con mayor urgencia si cabe.
Texto original: The Conversation
Traducción: viento sur
Robert Marsh es profesor de Oceanografía y Clima en la Universidad de Southampton, Reino Unido