A pesar de las opiniones agoreras y los titulares catastróficos, fue posible el acuerdo para la mesa del Congreso de los Diputados. Lo que ha demostrado, una vez más, que el actual gobierno de coalición y muy en especial sus dos principales protagonistas, Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, tienen voluntad y capacidad para lograr amplios acuerdos. Y en segundo término, ha confirmado algo que muchos olvidan y es que la democracia en esencia es negociación y pacto entre las diversas fuerzas e intereses de una sociedad plural como la nuestra.
Siempre he pensado que muchos políticos deberían hacer un curso de practicas en un sindicato de clase como CCOO o UGT, para aprender y ejercitarse en las tareas de negociar y pactar con “los contrarios”. Los y las sindicalistas se afanan por defender las reivindicaciones y necesidades de la clase trabajadora, plasmándolo en los convenios colectivos que periódicamente tienen que negociar con los empresarios, a menudo desde posiciones muy distantes y en un clima de tensión. Pero finalmente prevalece esa voluntad de negociación y pacto para conseguir avanzar o en ocasiones para no retroceder.
¿Y como no mantener esa misma filosofía en las relaciones políticas?
Partiendo de principios que en una democracia deberíamos tener claro. Todos los partidos que logran escaños lo hacen a través de un proceso de participación democrática y tan legitimados están unos como otros, porque tienen detrás el voto ciudadano, que en unos casos será mayor que en otros pero que todos son plenamente legítimos, por muy contrarias y alejadas que nos parezcan sus posiciones.
Por ello resulta una falta de conciencia democrática que para lograr un acuerdo político se excluya o condene a un partido porque defienda objetivos independentistas o radicales. ¿o es que el voto de los nacionalistas vascos o catalanes tiene menos valor que el voto de una persona conservadora de Madrid o de Castilla León?
En mi opinión el límite de la negociación solo puede situarse con aquellos que tienen el propósito de acabar con la democracia o lograr sus objetivos por métodos violentos. Esten en la extrema izquierda o en la extrema derecha. Afortunadamente hoy ninguna fuerza del arco parlamentario tiene esos objetivos, lo que no siempre ha sido así.
Por tanto no debemos excluir a nadie a la hora de buscar interlocutores parlamentarios para negociar, ni siquiera a VOX. Cosa muy distinta es el contenido de los pactos, que solo podrán cristalizar si hay una coincidencia mínima en una o en varias cuestiones, por ello resultaría un horizonte infructuoso abrir una negociación con VOX, cuando no son previsibles mínimos elementos de acuerdo.
Y todo es negociable, incluida la modificación de la Constitución siempre y cuando se sigan los procedimientos legales que la propia Constitución establece, como ya se ha hecho en dos ocasiones muy puntuales y limitadas.
En este sentido proponer una amnistía no es en sí una cuestión rechazable, distinto sería que el gobierno se comprometiera explícitamente a que el Consejo de Ministros lo acordara sin más. O que el gobierno pactara la celebración de un referéndum vinculante en Cataluña o en el País Vasco sin la modificación previa de la Constitución.
Nada de esto ha sucedido ni va a suceder en el proceso de negociación para la investidura de Pedro Sánchez.
Pero es evidente que en un contexto de amplio pluralismo parlamentario y de ausencia de mayoría absoluta de un solo partido, es inevitable negociar y pactar, incluyendo cuestiones importantes, que se puedan compartir mucho, poco o nada, siempre y cuando tenga respaldo legal actual o mediante una reforma futura.
Dos últimas reflexiones.
La experiencia de los últimos diez años nos muestra a donde llevan actitudes de intransigencia y por el contrario posiciones negociadoras. Si hace 5 años alguien nos adelanta los resultados de la votación de la mesa del Congreso del pasado día 17, no nos lo habríamos creído. Eso no ha caído del cielo, ha sido el resultado de una política democrática integradora y dialogante desarrollada por el gobierno de coalición, que ha obtenido, y es muy importante subrayarlo, una respuesta muy positiva por parte de Bildu, el PNV, ERC y BNG y un gesto sensato de Junts.
Finalmente, si el resultado de la investidura de la Presidencia del Gobierno recae en Pedro Sánchez, como muchos deseamos y esperamos, el nuevo gobierno de coalición progresista debe esforzarse en abrir una relación de mayor diálogo con el PP, evitando una dinámica de extrema tensión como la que hemos vivido en la pasada legislatura. También con Feijóo hay que negociar y pactar, contribuyendo a aislar a los radicales que hay en el PP. Sera bueno para la democracia y el progreso de nuestro país.