El fichaje, por la oficina de tráfico de influencias “Acento “, de Alberto Garzón –pese a la marcha atrás por las protestas y presiones– no ha sorprendido a los que hemos seguido la actuación de Garzón en el Ministerio de Consumo.
En efecto, el primer proyecto legislativo que presentó fue un Real Decreto sobre publicidad del juego que parecía redactado por la propia patronal del juego y así lo denunciamos muchos desde diversos medios, entre ellos Rubén Sánchez de la asociación de consumidores FACUA o Cristina Barral, portavoz de la Coordinadora contra las casas de apuestas; es verdad que, debido a estas presiones, Garzón tuvo que retirar el proyecto y cesar al entonces Director General del Juego pero lo hizo de mal humor y muy contrariado; después presentó un proyecto menos benévolo pero totalmente insuficiente. En todo el problema de la inflación de precios, el Ministerio de Consumo se mantuvo con un perfil muy bajo y prácticamente callado ante la inflación galopante de los bienes de consumo básicos y todo ello le llevó a enfrentamientos diversos con entidades y asociaciones de consumidores ya que el Ministerio de Consumo tiene competencias, que no utilizó, para imponer sanciones ante márgenes de beneficio injustificados en productos subvencionados con rebajas de IVA; quizás por estos enfrentamientos, a la asociación de consumidores FACUA le fueron retiradas diversas líneas de subvenciones para sustentar denuncias jurídicas ante posibles casos de fraudes en empresas energéticas u otras mega empresas. Y después está lo simbólico: Alberto Garzón acudió, acompañado de su mujer, en varias ocasiones, a los besamanos que el Monarca organiza en el Palacio Real; llama la atención que una persona que tanto se había desgañitado, gritando en los mítines contra los borbones, acabe haciendo la reverencia a su majestad e involucrando a su propia mujer en estos humillantes y desfasados besamanos que organiza el Borbón.
La oficina de tráfico de influencias “Acento”, dirigida por el que fuera ministro de obras públicas Jose Blanco, no es más que un chiringuito de exaltos cargos de diversos partidos PP, PSOE o ERC y sus familiares que, si existiera en España una regulación anti corrupción fuerte, no solo sería ilegal, sino que probablemente muchas de sus actuaciones serian delictivas. El propio Jose Blanco se vio involucrado, cuando era ministro, en un caso delictivo de tráfico de influencias que el tribunal supremo sobreseyó, entre otras razones, por la brillante actuación del penalista Fresneda, el cual también se ha encargado de la defensa de varias personalidades del corrupto clan sevillano del PSOE (Manuel Chaves, Griñan y un largo etcétera). Otro de los socialistas ilustres en “Acento “era Antonio Hernando que, sin solución de continuidad, pasó de este chiringuito de tráfico de influencias a la Moncloa donde, al parecer, tiene influencia en la distribución de fondos europeos.
En la Expo de los 90, en Sevilla, se fraguó toda una generación de “socialistas” vinculados a todo tipo de trúhanes que se hicieron de oro con aquellas operaciones urbanísticas, como muy bien señaló el Tribunal de Cuentas en las fiscalizaciones de todos aquellos desordenados gastos. Mucho nos tememos que estemos ahora en un nuevo tiempo de corrupción en el manejo de fondos públicos incluidos esos extraordinarios fondos europeos que iban a modernizar España.
En información publicada en el diario El Mundo parece ser que el propio Jose Blanco comentó con empresarios que el fichaje de Garzón era para poder influir en el ámbito de influencia de gobierno de Sumar. Nosotros no vamos a desmentir esa información de El Mundo ya que parece más que plausible, aunque también pudiera ser, al mismo tiempo, un pago por servicios ya prestados desde el Ministerio de Consumo ya que “Acento” ha prestado “servicios” a la patronal del juego.
En nuestro país la corrupción es factor de Gobierno y el clientelismo político juego un papel importante en el mismo como muy bien ha explicado el magistrado Joaquín Bosch en su libro “La patria en la cartera”; además la impunidad , en este tipo de delincuencia, es casi total ; la actividades de “Acento” van desde la obtención de contratos , favorecer normativa para tales o cuales empresas, ayudar a obtener subvenciones públicas o fondos europeos hasta facilitar créditos para inversiones en el exterior o blanquear tal o cual operación de un gobierno o una empresa y aunque todas estas operaciones puedan encuadrarse en un marco legal cuestan mucho dinero al contribuyente ya que, generalmente, todo esto significa obtención de ventajas para obtener beneficios que de otra manera no se conseguirán, por no hablar de dinero público que simplemente se regala sin apenas contrapartida o es para emprender obras o servicios no necesarios . Unos lo pueden ver como una actividad legal, otros lo vemos como una corrupción institucionalizada vinculada a las oligarquías políticas.
En los años veinte del siglo pasado, el primer premio nobel norteamericano Sinclair Lewis escribió la novela Babbit en la que retrata a un personaje de clase media americana cuya aspiración al ascenso social era la verdadera moral que le guiaba, aunque aderezada de unos supuestos ideales lo que le hacía incurrir en una conducta tan amoral que rayaba en la inconsciencia. Muy mal debe estar Izquierda Unida cuando el que ha sido, por años, su coordinador general y principal portavoz acabe recalando, aunque se haya frustrado, en espacios tan poco edificantes como “Acento. Public affairs. SL” (sic). El que tanto clamó por un plan de trabajo garantizado para los desempleados ha conseguido, en verdad, su propio plan perpetuo de trabajo garantizado. ¡Bienvenido al club de los Babbits del siglo XXI, señor Garzón!
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.