Vandana Shiva (Dehradun, 1952) es una de las activistas e intelectuales ecofeministas más reconocidas de nuestra época. Doctora en física cuántica, fue una de las fundadoras del Fórum Social Mundial, pionera en abrir el debate agroecológico y sobre el control de las semillas y es autora de más de 15 libros. Desde 1987 lidera la finca agroecológica y banco de semillas Navdanya, en el norte de India, y contribuye a organizar las luchas campesinas en todo el mundo.
CTXT se encuentra con Shiva en el antiguo recinto industrial de Fabra i Coats de Barcelona, donde ha acudido para participar en la Fira Literal de Barcelona, un encuentro de editoriales críticas. Allí, la activista e intelectual india, protagonizó una conversación con Yayo Herrero ante un público de cerca de 700 personas.
Con Yayo Herrero comparte un diagnóstico sobre la crisis ecológica. ¿Cómo lo describiría?
El primer elemento para entender la crisis ecológica es que se está produciendo por una extracción sin límites. Esto sucede porque se han otorgado derechos corporativos y coloniales, y se les recompensa con un poder absoluto. Al presentar una actividad extractiva como progreso se oculta la explotación, se oculta la violación de la autoorganización de los sistemas, cómo los árboles están conectados con los ríos, cómo el suelo está conectado con la agricultura, cómo la biodiversidad de las plantas está conectada con la de los insectos. Todas estas relaciones son fundamentales.
Francisco Varela y Humberto Maturana hablaron de autopoiesis, y plantearon un cambio total de paradigma al hacernos ver que los sistemas vivos están autoorganizados. El extractivismo destruye la organización interna de los organismos vivos y de las relaciones de esos organismos con todo lo demás que está vivo. Así es cómo toda destrucción pasa a considerarse como una externalidad. Destruyes, pero ocultas la destrucción.
Parte de esto viene del pensamiento cartesiano y el pensamiento mecánico de Francis Bacon. El pensamiento mecánico desmonta las cosas y da vida a cada parte por separado. A las personas que han sido educadas en ese pensamiento mecánico les resulta difícil ver las relaciones. Las relaciones fueron destruidas en una economía de muerte.
¿Cómo definiría la perspectiva ecofeminista en la coincide con Yayo Herrero y otras pensadoras como Maria Mies?
Ecofeminismo es decir que la Tierra está viva, que la Tierra sustenta y mantiene la vida. Y es decir que las mujeres no son un segundo sexo pasivo. No son un objeto que deba poseerse ni controlarse. Las mujeres sustentan la sociedad. Sus cuidados, su trabajo invisibilizado, son la economía real, porque se ocupan de la reproducción y regeneración de la sociedad. Pero también son las cuidadoras de la Tierra. Debido a que a las mujeres se les ha otorgado hacer el verdadero trabajo [de cuidados], que no cuenta como trabajo, tienen que trabajar con la naturaleza. Por ejemplo, en India las mujeres son las principales proveedoras de agua. Ellas saben cuándo un pozo se está secando, cuándo un río se está secando. Debido a que trabajan con la naturaleza, son las primeras en responder a la crisis ecológica.
Uno de los debates sobre la relación entre tecnología y transición verde es el de las energías renovables. El IPCC y otros organismos dicen que una de las acciones necesarias para afrontar el cambio climático es promover las energías renovables, pero estas requieren de grandes cantidades de minerales y de tierra. ¿Cómo podemos fomentar las energías renovables sin crear otra nueva ola de extractivismo y colonialismo?
Mi primera crítica al reduccionismo de las energías renovables tiene que ver con el hecho de olvidar que hay muchos tipos de energía en el mundo. Todo sistema vivo es un generador de energía. Schrödinger, físico cuántico, escribió que la diferencia entre las máquinas y los sistemas vivos es que las máquinas requieren de energía externa y generan entropía, que es energía desperdiciada en forma de emisiones, mientras que los sistemas vivos no requieren de energía externa. Una semilla se convierte en árbol con su propia energía y la energía del sol, y eso es entropía negativa. Se ha ocultado toda la cuestión de la entropía positiva y negativa, pero este es el corazón del debate sobre la energía y sobre el clima.
Mirar únicamente el consumo de energía y decir que continuaremos consumiendo lo mismo a través de energías renovables es no abordar el debate sobre la generación de energía y ocultar la demanda de recursos y de tierras. Eso es reduccionista en todos los sentidos. Es problemático cómo se ha reducido el tema climático al consumo de energía, a buscar energías renovables y a una cuestión de temperatura. Pensar que los fenómenos climáticos provienen por sí solos de la atmósfera sin ver lo que se está haciendo con la tierra es separar lo que está conectado. No podemos resolver un problema ecológico, que es un problema de cómo se está desmantelando la vida, manteniendo la mentalidad industrial, de ingeniería y mecánica. Como dijo Einstein, no se puede resolver un problema con la misma mentalidad que lo creó.
Otro de los ejes de su trabajo, también vinculado con la cuestión de la tecnología, son los pesticidas. Estos últimos meses ha habido en Europa muchas protestas de granjeros y agricultores. Uno de los motivos de la protesta fue la regulación europea que restringía el uso de pesticidas en la agricultura. Como respuesta, la Comisión Europea redujo el nivel de exigencia de esa regulación. ¿Cómo se pueden proteger las economías agrícolas y familiares y al mismo tiempo la ecología?
La protesta comenzó por una cuestión económica, las protestas empezaron contra el tratado de libre comercio con Mercosur. El libre comercio acaba destruyendo todas las economías mientras permite que las corporaciones prosperen. El libre comercio no opone Europa y el Sur Global, es la gente trabajadora de Europa y el Sur Global quien lo sufre.
El sistema agroindustrial globalizado es una receta para aumentar los costes de producción y colapsar los ingresos agrícolas; es una economía negativa. Por esto los agricultores están en crisis. En todo el mundo, dondequiera que se impulse el libre comercio y una mayor industrialización, los agricultores responden.
Las protestas se deben a que los agricultores entienden que existe un intento de deshacerse de ellos, que se han convertido en una entidad prescindible: tendemos hacia una agricultura sin agricultores. La industria aprovechó estas protestas como una oportunidad, porque distribuye los productos fitoquímicos a través de los grandes sindicatos de agricultores. Hicieron que algunos de ellos hablaran sobre la retirada de las regulaciones sobre los pesticidas, pero esa es la voz de las corporaciones, el cártel del veneno. No es la voz de los pequeños agricultores independientes.
La cuestión de los pesticidas tiene mucho que ver con el control de las semillas, una lucha en la que está implicada desde 1987. ¿Cómo ha evolucionado el tema en los últimos 30 años? ¿Sigue siendo igual de relevante?
La vida siempre será relevante. La renovación de los sistemas vivos por sus propios medios siempre será la base de la libertad en la naturaleza y en la sociedad. ¿Por qué me impliqué en el tema de las semillas? Porque en 1987 me invitaron a una reunión donde se discutían las nuevas biotecnologías. Entonces aún no había transgénicos en el mundo; el primer organismo modificado genéticamente se comercializó en 1992.
La industria había trazado su camino y dijo que su principal objetivo era generar patentes para las semillas. Ahora bien, una patente es un monopolio que se obtiene porque has inventado algo nuevo. Entonces, lo primero que había que hacer era cambiar la naturaleza de la semilla en la mente de la gente. La semilla tenía que dejar de ser algo que se hacía a sí mismo y pasar a ser un producto inventado por Monsanto.
¿Una mercancía?
Más que una mercancía: una creación. Una mercancía reconoce que el agricultor tiene un papel, que la tierra tiene un papel. Cuando hablamos de propiedad intelectual sobre las semillas, Monsanto es Dios. Han asumido el papel de la creación y han convertido algo que se renueva y multiplica por sí solo en algo que ha sido hecho por ellos. Pero una semilla no es una máquina.
Por esto decidí empezar a crear bancos comunitarios de semillas, como Navdanya. En segundo lugar, decidí empezar a trabajar con el gobierno y parlamento indios para redactar leyes que respetaran la integridad de la vida en la Tierra. Escribimos leyes que dicen que las plantas, los animales y las semillas no son entidades creadas por los seres humanos y, por lo tanto, no se pueden patentar. Estas leyes siguen vigentes en India. Lo tercero que decidí fue demandar a las empresas de semillas en los tribunales por estar robándolas. Fue lo que yo llamo “la segunda llegada de Colón”. Simplemente, roban y dicen “es mi propiedad intelectual”. Y les dijimos “no, tú lo robaste y, por lo tanto, es biopiratería”.
Otra cuestión clave en la crisis ecológica es el agua. La región mediterránea, en la que nos encontramos, está sufriendo ahora mismo una sequía y se prevé más escasez de agua en el futuro. Se trata de una cuestión transversal que abarca dimensiones sociales, ecológicas y políticas. ¿Cómo podemos mirar al problema del agua desde todos estos diferentes puntos de vista?
No solo necesitamos unir las múltiples dimensiones del agua, necesitamos unir las múltiples dimensiones de un planeta interconectado. La crisis climática y de biodiversidad son una sola crisis. Cuando nos olvidamos de la biodiversidad y la destruimos, se desestabiliza el clima, porque la biodiversidad gestiona el clima. En el movimiento Chipko las mujeres se dieron cuenta del hecho de que si destruyes el bosque, tienes una sequía, tienes una inundación. Así pues, gestionar el agua significa gestionar la regeneración de la biodiversidad, de los bosques, de las plantas, de la tierra, de los pastos. Todos estos son sistemas de gestión del agua, igual que lo es la cuestión climática. Los estragos climáticos tienen que ver con los sistemas hidrológicos desestabilizados, que son los verdaderos asesinos en el Sur Global. Cada desastre en India en el que ha muerto gente es un desastre hídrico. Cuando llega un ciclón, la gente muere. Cuando un lago glacial se derrite y hay una inundación, la gente muere.
Es necesario vincular todas las dimensiones del agua. Cuando el gobierno construye una presa para los agricultores ricos del valle, los demás perderán su acceso al agua. Como todos los recursos están interconectados, deben gestionarse como bienes comunes y para el bien de toda la comunidad. No pueden dividirse para su uso extractivo por parte de los más poderosos. Ahora mismo, la privatización del agua y el mercado de futuros del agua son cuestiones de gran relevancia a las que la gente opone resistencia. El agua de Delhi iba a ser privatizada y conseguimos evitarlo.
El ultranacionalista Narendra Modi del partido BJP será probablemente reelegido primer ministro de India, mientras que la extrema derecha tiene perspectivas de crecer en Europa. Estos partidos tienen en común que combinan nacionalismo y neoliberalismo. ¿Cómo podemos explicar su auge en el contexto de la crisis ecológica?
En 1991 escribí el Manifiesto para una democracia de la Tierra. En 1999 bloqueamos la cumbre de la OMC en Seattle. Durante este período se desarrolló el neoliberalismo, la desregulación del comercio y la economía, y la muerte de la democracia. También empezó esta nueva cultura de muerte y destrucción. El libro de Samuel Huntington El choque de civilizaciones es clave para este momento. Viene a decir que solo puedo saber quién soy cuando sé a quién odio. Se creó el odio como moneda de la identidad. Ahora bien, todas las tradiciones espirituales han dicho algo distinto: saber quién eres tiene que ver con cómo te relacionas con la tierra y con tu comunidad. Existes en comunidad, y como comunidad eres parte de la naturaleza y produces junto a la naturaleza. Se ha pasado de eso a una identidad negativa, una cultura de destrucción, violencia y muerte. Lo que existe hoy es la cultura de los pesticidas, del veneno: “Sepa a quién debe exterminar”. Esa agenda, saber quién es tu enemigo, se ha convertido en la agenda nacional.
Pero una nación tiene que ver con cómo fluyen los arroyos, cuál es la salud de los bosques, cuál es el estado de salud de los ciudadanos, hasta qué punto están organizados para cuidar los bienes comunes… Esas son las cuestiones que definen a una comunidad. Sin embargo, hoy las culturas, las economías, las democracias, se han vaciado de comunidad y se ha convertido en propiedad de las corporaciones. Así es cómo el nacionalismo cultural se ha hecho socio del neoliberalismo corporativo.
En algún momento ha hablado de la necesidad de crear un G-7000 millones. ¿Qué tipo de instituciones democráticas necesitamos para defender una democracia de la Tierra?
La verdadera democracia es posible junto con otros seres que habitan el planeta Tierra. Cultivar alimentos ecológicamente es una práctica de democracia de la Tierra, tiene que ver con la libertad de todas las formas de vida y de sus interconexiones. Salvar a las semillas, por ejemplo, no es solo salvar a los humanos, también a los polinizadores. Debemos reclamar eso.