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Tres años y cuatro meses defendiendo a los presos políticos saharauis encarcelados por Marruecos

Fuentes: Rebelión

Como todos los lunes del año, también hoy, primero de julio, hemos acudido a la Plaza de la Provincia, junto a la Plaza Mayor de Madrid, a manifestarnos y expresar nuestra protesta e indignación ante la sede del Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación (MAEC), pidiendo al ministro José Manuel Albares y al Gobierno español la protección que les deben a todos los presos políticos saharauis –algunos de ellos condenados a cadena perpetua– que sobreviven a duras penas en las cárceles de Marruecos, pues esa protección frente al ocupante-verdugo es una de las principales obligaciones legales que España tiene como potencia administradora de iure.

De hecho, esa protección a la población saharaui fue una de las falsas promesas vomitada por Juan Carlos de Borbón en 1975, en su fugaz visita a El Aaiún, capital del entonces Sáhara español, realizada para calmar a las tropas españolas y engañarles con una salida airosa ante el abandono de la Provincia 53 y su entrega al invasor marroquí. Hoy, aquel jefe del Ejército y del Estado entonces ‘en funciones’ descansa confortablemente en Abu Dabi mientras los presos saharauis se pudren en las cárceles marroquíes sin protección alguna y buena parte de la población saharaui permanece refugiada, en penosas condiciones, en el exilio de los campamentos de Tinduf.

En todo este tiempo, casi 50 años, aquel monarca mentiroso y traidor, hoy denominado “emérito”, no ha tenido tiempo –ni voluntad– de hacer una visita a esos campamentos y constatar con sus propios ojos la situación en que dejó a los saharauis que prometió defender. Sí tiene tiempo y desfachatez, en cambio, para viajar a Sanxenxo, a departir con sus amigotes, tomarse unas copas y distraer su real aburrimiento compitiendo en las regatas con su velero ‘Bribón’, un nombre muy adecuado para su real propietario… Tampoco ha sido mucho mejor el comportamiento de la panda de cortesanos y gobernantes que han agachado la cabeza ante el sátrapa alauita e incumplido vergonzosamente sus propias obligaciones.

Los gobernantes marroquíes utilizan a esos presos saharauis, los mantienen ilegal e injustamente en prisión, los maltratan, los privan de todos sus derechos para tratar de doblegar la firme voluntad del pueblo saharaui por lograr su libertad, su independencia y el retorno a la tierra que les fue robada a sangre y fuego. Algo que esos gobernantes no han conseguido después de casi 50 años de ocupación del territorio del Sáhara Occidental y de violación flagrante de los derechos humanos de su población nativa.

Si Marruecos no hubiera perpetrado el crimen internacional de invadir y ocupar militarmente el territorio saharaui, no existirían hoy esos presos por cuya protección y libertad clamamos todos los lunes a las puertas del Ministerio español de Exteriores (que algunos denominan ‘de Asuntos Marroquíes’). Otro tanto cabe decir de los gobernantes españoles de la época: si hubieran entregado el territorio a la ONU para una adecuada descolonización (el plan Waldheim), como deberían haber hecho, en lugar de entregárselo ilegal e ilegítimamente a Marruecos y Mauritania, a espaldas y en contra de la voluntad del pueblo saharaui, claramente manifestada ante la Misión de Naciones Unidas que visitó ese territorio no autónomo en mayo de 1975 e informó al Secretario General y al Consejo de Seguridad de la ONU del apoyo abrumador de ese pueblo al Frente Polisario y sus ansias de libertad e independencia.

Es por ello por lo que todos los lunes acudimos a las puertas del MAEC, a una plaza en Madrid que debiera llamarse ‘Plaza de la Provincia 53’ y a la que acudimos a pedir justicia y libertad para el pueblo saharaui. Somos pocos, hoy por hoy, porque también hay que cumplir con las obligaciones normales de la sociedad en que vivimos, pero damos testimonio de la lucha de ese pueblo y tratamos de informar y concienciar a los transeúntes que pasan por el lugar. Nuestros medios son modestos, pero iremos recibiendo nuevas adhesiones y mejorando nuestros pasquines informativos y nuestra actividad de denuncia y concienciación.

Para alentarnos en ese trabajo de los lunes, alguno de los participantes sostiene que “somos la vanguardia”. Y en alguna medida es cierto que lo somos, pues nadie más lleva a cabo, en la capital de España, esta actividad reivindicativa y de defensa pública de los presos saharauis encarcelados por Marruecos. No todo el mundo está en condiciones de hacer esta tarea y compatibilizarla con sus obligaciones laborales y personales. Pero hay muchas formas de trabajar por la causa saharaui y nos consta que muchas personas lo hacen todos los días del año, por muy diversos medios. En esa tarea, hay trabajo para todo el mundo.

Precisamente hoy, 1 de julio de 2024, se han cumplido 3 años y 4 meses desde el día que empezamos a plantarnos ante las puertas del MAEC, sin que hayamos percibido la más mínima reacción ni recibido respuesta alguna por parte de su titular, ya fuera anteriormente la ministra Arancha González Laya o sea hoy el actual ministro Albares, a quien nombraron para ese cargo después de defenestrar a la anterior ministra, cumplimentando así las exigencias de Marruecos. Le agradecieron los servicios prestados y la enviaron a un buen puesto al extranjero, a París de la Francia (igual que al exministro de Cultura, Miquel Iceta, el del error en el BOE), conforme al consabido método de las puertas giratorias en pago por los servicios prestados.

Aunque es verdad que presencialmente somos pocos, somos conscientes de nuestro trabajo y nuestra determinación. Sabemos que mucha gente está pendiente, cada lunes, de estos “pocos”, aquí en Madrid, en el resto de España y también más allá de nuestras fronteras nacionales. Pero, sobre todo, sabemos que nuestro calor y nuestra solidaridad llegan a los presos saharauis encarcelados por Marruecos y levantan su ánimo para proseguir heroicamente una durísima lucha que solo concluirá con su liberación y la recuperación de su tierra robada y de todos sus derechos, impune y permanentemente violados por el invasor-ocupante. Y también les llega nuestro cálido afecto y nuestra empatía solidaria a los cientos de miles de ciudadanas y ciudadanos saharauis que padecen sin rendirse la dureza del exilio en los campamentos de refugiados, en las zonas ocupadas del territorio o en la diáspora forzada. Quienes de nosotros alguna vez lo hayan vivido en carne propia, saben muy bien cuán dura es la vida en el exilio y la diáspora, qué desazón, ansiedad y amargura pueden provocar la privación de la tierra propia, la ausencia de referencias, la lejanía de los seres queridos, la familia, el hogar…

Hoy mismo, una compañera de esta lucha de los lunes nos comunicó la felicitación y agradecimiento de la Delegación en Madrid del Frente Polisario –representante legal y legítimo del pueblo saharaui—por nuestra labor en defensa de los presos. Lo agradecemos y nos enorgullece, pero es simplemente nuestra obligación. Es la obligación de nuestro país desde que el último Gobierno de la dictadura franquista, en lugar de llevar a término la descolonización a través de la ONU, firmara los “ilegales, inmorales y políticamente suicidas” Acuerdos Tripartitos, contribuyendo con ello a generar una guerra de 16 años contra el invasor marroquí (reavivada de nuevo desde 2020), un conflicto internacional y la dramática situación y las terribles penurias que padece hoy el pueblo saharaui tras la traición de Felipe González, primero, y de Sánchez-Albares, después.

Hoy, primero de julio, en los balcones del MAEC lucía la bandera arco iris. Muy bien, si ese es el deseo de una parte de la población española. Pero por la misma razón –o, mejor, por muchas más razones–, ese mismo MAEC debería lucir también en su fachada las banderas palestina y saharaui.

Hace ya algunos años que falleció Frank Ruddy, diplomático estadounidense comprometido y honesto que dedicó los últimos años de su vida a defender y difundir la causa saharaui, y que concluía sus intervenciones arengando al público con el grito de “¡Hoy todos somos saharauis!”.

Eso es lo que también somos nosotros, modestamente, todos los lunes, en nuestro plantón ante el MAEC. Pero queremos que esta pequeña “vanguardia” se vaya ampliando y extendiendo a otros ámbitos. La tarea pendiente de la descolonización del Sáhara Occidental es un asunto transversal de justicia internacional que nos interpela a todos, aunque algunos se pongan de perfil, miren para otro lado o directamente se alineen con las pretensiones de los ocupantes y verdugos y se sometan a sus exigencias.

Por ello, hay que trabajar para que todos los partidos que se consideran progresistas y decentes (aquello de la “regeneración democrática”) pongan parte de su actividad al servicio del pueblo saharaui, pero de verdad. Básicamente, se trataría de constituir una especie de Coordinadora o Plataforma que aúne la actuación de los diferentes partidos en este terreno y encuadre a todas las personas, asociaciones y organizaciones que estén dispuestas a trabajar por la libertad del pueblo saharaui y la celebración del prometido referéndum de autodeterminación, llevando a cabo, por ejemplo, acciones conjuntas y simultáneas en todo el territorio nacional.

Habría que ir trabajando en ello, si de verdad se quiere una verdadera solución al problema creado, en buena medida, por los gobernantes españoles en la que hoy conocemos como la última colonia de África. Al igual que hiciera el entonces presidente Bill Clinton ante el Muro de Berlín, gritando al mundo “¡Ich bin ein Berliner!”, tiene que llegar también el día en que –como concluía Frank Ruddy sus intervenciones—podamos gritar con todas nuestras fuerzas: ¡Todos somos saharauis!”

Estamos ante el MAEC, en la Plaza de la Provincia, en Madrid, todos los lunes, de 12:30 a 13:30 horas normalmente, y de 10:30 a 11:30 h. en los meses de verano. Cualquier persona es bienvenida.

¡Libertad para los presos políticos saharauis!

¡Viva el Sáhara libre!

¡Viva la lucha del pueblo saharaui!

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.