Si aún no ha leído el alegato de Fidel La historia me absolverá, haga un esfuerzo para conocer un pasaje trascendente de nuestra historia y de la humanidad.
Ante el 71 aniversario del alegato de Fidel Castro en el juicio más trascendente de la historia de Cuba el día 16 de octubre de 1953 caben muchas reflexiones. Por un lado se trata de un componente de la defensa de los acusados, contemplado jurídicamente en todas las leyes penales. En el caso del alegato era formalmente la defensa de Fidel y los asaltantes del Cuartel Moncada en Santiago de Cuba, que estaba integrado por un contingente de unos 122 hombres y, ¿por qué no?, de los pocos muertos en combate y los muchos asesinados en varios días por las fuerzas represivas del dictador Fulgencio Batista.
Pero el alegato tuvo mayor intencionalidad:
- Demostrar la actitud generosa de los revolucionarios asaltantes, y por otra parte poner en evidencia que el dictador Batista y los mandos sucesivos habían ordenado los asesinatos de decenas de revolucionarios, empleando métodos horrendos y mintiendo con argumentos que fueron evidentes durante el juicio.
- Denunciar al régimen instalado como gobierno que era producto traicionero de un golpe de estado efectuado el 10 de marzo de 1952.
- Todos los argumentos del alegato, desde el punto de vista jurídico se sustentan en las leyes vigentes de la República de Cuba y de su Constitución, todas violadas por el régimen dictatorial. Y también contando con el espaldarazo argumental de doctrinas jurídicas a nivel internacional.
- Denunciar el estado político, económico, social vigente en el país, unido al abandono, pobreza, incultura y cuantos males aquejaban al pueblo cubano regido por un régimen en que imperaban el crimen, el latrocinio y cuantos males podía acumular un gobierno corrupto y vendepatria.
- Exponer ante el pueblo cubano la estrategia y planes revolucionarios para hacer posible el triunfo en caso del éxito en Santiago de Cuba y Bayamo, apelando a las fuerzas incontrastables del pueblo.
- Dar a conocer el plan programático de un gobierno de la Revolución con leyes y medidas necesarias para instaurar una nueva República.
- El final del alegato aceptando la condena esperada. También vaticinaba la victoria a través de la frase: “la historia me absolverá”.
En fin, para admirar esta pieza oratoria como doctrina de un núcleo revolucionario debe leerse o más bien estudiarse por su significación para el futuro de la nación cubana.
Después vino la cárcel del pequeño grupo de revolucionarios. Más tarde el exilio y la preparación para organizar las fuerzas para una nueva arremetida, esta vez a través de la lucha armada en las montañas. Y fue así que un pequeño contingente de 82 hombres desembarcó en Cuba por los Cayuelos el 2 de diciembre de 1956. Y fue así que prácticamente diezmados por el ejercito movilizado en su contra y practicando una vez más los asesinatos de prisioneros, un día se reunieron en un lugar de la Sierra Maestra denominado Cinco Palmas una docena de los expedicionarios con 7 armas en manos que hizo exclamar a Fidel: ¡“Ahora sí ganamos la guerra”! ¡Qué clase de optimismo y lección de los pocos”.
Pero sin duda eso era parte de una herencia y una tradición de la Revolución Cubana. Carlos Manuel de Céspedes, luego devenido Padre de la Patria, contando con unas centenas de patriotas y esclavos, proclamó la independencia de Cuba frente al poderío de España que durante siglos la mantenía acoyuntada y contando con un ejército y armas suficientes para derrotar el intento redentor en unos días. ¡Sin embargo, esa guerra duró diez años!
Y al día siguiente, al librar el primer combate en el poblado de Yara, aquella tropa bisoña casi fue diezmada. Y en la huída de las tropas, Céspedes quedó con apenas un pequeño grupo de hombres. Y ante las exclamaciones de desalientos de algunos, expresó para la historia: “Todavía contamos con doce hombres. Bastan para hacer la independencia de Cuba!”
Cinco años más tarde, después de ser destituido como presidente de la República de Cuba en Armas, Céspedes pasó a residir en un punto remoto denominado San Lorenzo. Un día fue sorprendido, solo circunstancialmente, por una numerosa fuerza española del batallón de San Quintín que le conminaba a rendirse. Y no se rindió sino trató de escapar mientras disparaba a sus enemigos, que al fin pusieron fin a su vida. ¡Pero Céspedes fue y es el Padre de la Patria!
Pasó el tiempo y no cesaron los intentos de conseguir la libertad del pueblo cubano y fundar una república independiente. Y viejos y nuevos líderes revolucionarios persistieron en conquistar sus sueños. Y otra vez los pocos persistieron en atraer a los más para la batalla final en los años 1994 y 1995. Y un nuevo líder, José Martí, se echó encima, desde la emigración, los planes organizativos de la insurrección. Es revelador lo que escribiera a un compatriota compañero de Céspedes, José María Izaguirre:
“Al triunfo vienen todos. A la hora de abrir cimientos, pocos. De los cincuenta que se apuntaron en un monte a que fui para abrir a la cumbre una vía nueva, llegamos cinco. Yo no conté con los cincuenta, sino con los cinco”.
También son reveladores de la significación de los pocos estos episodios de nuestra historia. Cuando el 24 de febrero de 1895 se había iniciado la última guerra por la independencia, era un problema aún no resuelto la llegada de los principales dirigentes: José Martí, Máximo Gómez y Antonio Maceo.
Fue en esa circunstancia que el 25 de febrero Martí escribe a Maceo, entonces en Costa Rica: “Y como la ida de Vd. y de sus compañeros es indispensable, en una cáscara o en un leviatán, y Vd. ya se está embarcando, en cuanto le den la cáscara… La dirección puede ir en una uña. Esta es la ocasión de la verdadera grandeza. De aquí vamos (se refiere a Gómez y él) como le decimos a Vd. que vaya.
Y así llegó en la goleta Honor Antonio Maceo y desembarcó con 26 hombres por la playa de Duaba en Baracoa el 1 de Abril de 1895.
Y en peores condiciones, Martí y Gómez, respectivamente los máximos líderes en lo político y militar, desembarcaron en un bote con otros 4 expedicionarios, por la Playita de Cajobabo en la noche del 11 de abril de 1959. Había cumplido con lo afirmado en carta a Antonio Maceo: “De aquí vamos (se refiere a Gómez y él) como le decimos a Vd. que vaya”.
En fin, estimados lectores, hoy se podría seguir reflexionado sobre este tema cardinal que tendrá vigencia siempre y para soñar con hacer posible y también hacer posibles las obras grandes de los pueblos y de la humanidad, más allá de los fracasos que también son consustanciales a estos procesos de transformaciones sociales.
Si aún no ha leído el alegato de Fidel La historia me absolverá, haga un esfuerzo para conocer un pasaje trascendente de nuestra historia y de la humanidad.
Wilkie Delgado Correa. Doctor en Ciencias Médicas. Doctor Honoris Causa. Profesor Titular y Consultante y Emérito de la Universidad de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba. Premio al Mérito Científico por la obra de toda la vida.
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