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Pedro Sánchez, un satélite de Mohamed VI en la órbita de Trump

Fuentes: El Salto

«Todos los ojos tienen la misma forma, pero no la misma visión» (Refrán saharaui)

Putin recibe en Rusia al carnicero de Siria Bashar Al-Assad por motivos humanitarios. El líder de la UGT, Pepe Álvarez, visita a Puigdemont para hablar de mejoras laborales a la semana de que su cúpula en Andalucía fuera condenada por malversación de dinero público destinado a los parados. Las últimas cumbres climáticas se hacen en algunos de los principales países productores de combustibles fósiles (Qatar y Azerbaiyán). La Comisión Europea endurece las políticas de asilo para quitar argumentos al populismo antiinmigración. Y ahora la Internacional Socialista (IS) celebra su Congreso Mundial en la capital de Marruecos, bajo palio de un régimen que vulnera sistemáticamente los derechos humanos. La monarquía alauita de Mohamed VI, el Comendador de los Creyentes, persigue a la oposición; tortura a los disidentes; censura la libertad de expresión; reprime a los periodistas; encarcela a las personas LGTBI; discrimina a las mujeres; y practica la pena de muerte. Este aquelarre no ha impedido que en la clausura del acto el presidente de la IS, Pedro Sánchez, como ya dijo al cierre del 41º congreso del PSOE, se haya ofrecido para «salvar a la humanidad de todas las derechas».

El calificativo «satélite de Mohamed VI» no es una hipérbole gratuita, remite a un patrón. Es la constatación de unas políticas de Estado que se manifestaron poco después de llegar al poder la coalición de izquierdas del autodenominado gobierno progresista. Y cuyo arranque radica en la carta filtrada por Rabat el 14 de marzo de 2022 donde Pedro Sánchez reconoce la soberanía de Marruecos sobre el Sahara Occidental, territorio del que nuestro país es potencia administradora. Como un caudillo, en secreto y antidemocráticamente, rompiendo de manera personal y unilateral (no se debatió en el Consejo de Ministros ni fue aprobada por el Parlamento) lo que había sido la posición española desde el inicio de la transición. Una cacicada que recuerda la iniciativa de su antecesor en el cargo, José Luis Rodríguez Zapatero, en 2011 para la modificación exprés del artículo 135 de la Constitución por la puerta de atrás.

A partir de entonces, la diplomacia española ha estado al servicio del rey de Marruecos en los múltiples eventos donde se ha planteado la cuestión saharaui. Con episodios bochornosos que hacen cómplice del desafuero a la otra izquierda que acompaña al PSOE en el Ejecutivo. Como cuando el embajador en la ONU, Agustín Santos Maraver, defendió el giro copernicano de Sánchez en el Sahara ante la asamblea general, para luego fichar como número dos de Sumar y destaparse como el editor trotskista que escribía en la Revista Sin Permiso bajo el seudónimo de Gustavo Buster. En el gobierno de coalición PSOE-SUMAR no siempre todo es lo que parece, ni sus representantes pueden decir de esta «fachosfera» no beberé. Precisamente, el 19 de enero de 2023, el grupo sanchista en el Parlamento Europeo (no así el resto de la bancada socialdemócrata) votaba junto a la extrema derecha para oponerse a una resolución que condenaba los ataques del ejecutivo marroquí a medios de comunicación y a periodistas.

Que Pedro Sánchez actúa como aliado y cómplice de Mohamed VI ha quedado en evidencia por la persistencia de los hechos probados. Pero faltaba un relato que aclarara ese aparente sinsentido de que la cuarta potencia industrial de la Unión Europea (UE) se pliegue a los intereses estratégicos de un país subalterno del norte de África de dudosa reputación en el ámbito de los derechos humanos. Y esa explicación nos lleva directamente a la órbita de Donald Trump. Fue el presidente de los Estados Unidos quien dejó en papel mojado las resoluciones de Naciones Unidas sobre el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui al reconocer el 10 de diciembre de 2020 la soberanía marroquí sobre su territorio. Mazazo diplomático que el ultrapopulista justificaría utilizando los mismos términos que dos años después emplearía Sánchez en su rendición de cuentas ante Mohamed VI: «es la base más seria, creíble y realista para la resolución de este diferendo (sic)». Literalmente. Un copía y pega Sánchez-Trump. De hecho, la insólita reconversión del Gobierno español era el eslabón que faltaba para centrifugar hacia Europa (luego se sumaría la Francia de Macron) el Tratado de Abraham suscrito a lo largo de 2020 entre Israel, Emiratos Árabes, Buréin, Sudan y Marruecos (empoderado con la perspectiva de un Sahara Occidental anexionado). Acuerdo destinado a levantar un cordón sanitario sobre Palestina en parte del mundo árabe. En este contexto, el súbito y sobreactuado reconociendo de Palestina por Pedro Sánchez en plena guerra entre Hamás y Tel Aviv cabría entenderse como un episodio de justicia poética más que otra cosa. Aunque, como han denunciado varias entidades pacifistas, eso no fue obstáculo para que el gobierno progresista español siguiera mercadeando armamento con Netanyahu en plena ofensiva judía contra Gaza. Ni que poco después Interior deportara a Marruecos a ocho activistas saharauis a pesar del informe favorable a su entrada del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).

Aunque la tradicional empatía de la sociedad con la población saharaui sigue igual, como prueba la gran acogida que cada verano siguen teniendo entre las familias españolas los niños y niñas venidos desde los campos de refugiados, el rodillo institucional no ha parado. El último intento para inclinar la balanza a favor de las tesis de Rabat en el contencioso se produjo a primeros de diciembre, cuando el PSOE en el Parlamento Europeo disolvía el intergrupo Sahara Occidental que venía operando allí ininterrumpidamente desde 1987 como foro de apoyo y difusión entre los veintisiete de la causa saharaui. Las sospechas de que el lobby marroquí había logrado introducirse en los altos despachos de Bruselas tomaron cuerpo en diciembre de 2023 al descubrirse una red de sobornos a gran escala en favor de Qatar y Marruecos que llevó a la detención de la socialdemócrata griega Eva Kaili, a la sazón vicepresidenta de la eurocámara

Conviene recordar que las «primaveras árabes» se iniciaron en Túnez y Egipto contra dos destacados miembros de la Internacional Socialista, que ahora preside Sánchez: los sanguinarios Ben Alí y Hosni Mubarak. Parte infame de esa izquierda predestinada a «salvar a la humanidad de todas las derechas».

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/alkimia/pedro-sanchez-un-satelite-mohamed-vi-orbita-trump