El panorama político de la España contemporánea ha experimentado una transformación significativa con el ascenso de Vox, un partido de extrema derecha que desafía el consenso democrático formado tras la dictadura franquista. Aunque Vox opera dentro del marco democrático, sus inclinaciones ideológicas y estrategias retóricas han generado comparaciones con el legado autoritario del franquismo. Este ensayo explora hasta qué punto Vox puede considerarse el nuevo rostro del fascismo en España, examinando sus afinidades ideológicas y apelaciones nostálgicas que evocan el régimen de Franco. A través del análisis de sus políticas, discurso y simbolismo, se argumentará que el partido no representa simplemente una reacción conservadora, sino una reconfiguración de los principios fascistas adaptados al siglo XXI.
Francisco Franco gobernó España entre 1939 y 1975 bajo un régimen autoritario, nacionalista y militarista que reprimió la disidencia, promovió el tradicionalismo católico y reforzó una identidad española centralizada. La transición democrática posterior al franquismo implicó un «pacto del olvido», que priorizó la estabilidad política sobre el ajuste de cuentas histórico. Como resultado, el pasado fascista de España nunca fue completamente deslegitimado ni críticamente desmantelado en el discurso público. Esta amnesia histórica sentó las bases para el resurgimiento de sentimientos autoritarios bajo el disfraz del nacionalismo y la legitimidad democrática.
Vox surgió en 2013, inicialmente como una escisión del Partido Popular (PP), pero ganó relevancia nacional tras el referéndum independentista catalán de 2017. El partido capitalizó la indignación nacionalista, posicionándose como defensor de la unidad y soberanía de España. Su retórica y propuestas políticas revelan una profunda superposición ideológica con el franquismo, especialmente en su defensa del centralismo, el anticomunismo, los valores patriarcales y una interpretación reaccionaria del legado católico.
En el núcleo tanto de Vox como del franquismo yace una visión ultranacionalista de España: unitaria, indivisible y superior. El programa de Vox aboga explícitamente por la eliminación del sistema de comunidades autónomas, piedra angular del pacto democrático posfranquista diseñado para reconocer las identidades regionales, especialmente en Cataluña y el País Vasco. Esto refleja la represión franquista de las lenguas, culturas y autonomías regionales bajo el pretexto de la unidad nacional.
Vox también comparte el antifeminismo y el anticomunismo del franquismo. El partido retrata frecuentemente a los movimientos de izquierda, feministas e inmigrantes como amenazas existenciales para la nación española. Al igual que el régimen de Franco, que criminalizó el comunismo y etiquetó la disidencia como traición, Vox utiliza un discurso polarizante que presenta a los adversarios ideológicos como enemigos de España. Santiago Abascal, líder del partido, ha calificado a la izquierda española de «criminal» y la ha acusado de querer «destruir la nación», replicando la lógica de guerra total que justificó la represión fascista.
Además, la agenda social de Vox refleja un apego nostálgico a los valores patriarcales y católicos reminiscentes de la ortodoxia moral franquista. El partido se opone al aborto, los derechos LGTBQ+ y la educación sexual integral, promoviendo una concepción rígida del género y de la familia tradicional. Esta postura no es simplemente conservadora, sino que busca revertir los avances progresistas logrados en la España democrática, evocando el ideal fascista de una sociedad «pura» y jerárquicamente ordenada.
El atractivo de Vox no se limita a afinidades ideológicas; también recurre a la simbología y al imaginario emocional del franquismo. En sus mítines abundan los himnos nacionalistas, las banderas españolas sin variantes regionales y eslóganes como «España una, grande y libre», réplica directa de la propaganda franquista. Estos elementos no son incidentales, sino que sirven para evocar una versión mitificada de la historia de España, donde predominaban la fuerza nacional, la homogeneidad cultural y el orden autoritario.
Esta nostalgia se evidencia también en el rechazo de Vox a la memoria histórica. El partido se ha opuesto ferozmente a la Ley de Memoria Histórica y a su sucesora, la Ley de Memoria Democrática, que buscan confrontar los crímenes del franquismo. Vox retrata estos esfuerzos como revisionismo izquierdista y una forma de «reabrir heridas», reforzando así la cultura del silencio que permitió la persistencia de simpatías franquistas. Al hacerlo, se alinea con una narrativa revisionista que minimiza o justifica las atrocidades de la dictadura.
Aunque Vox no aboga abiertamente por el retorno a una dictadura ni rechaza las elecciones democráticas, sus patrones discursivos e ideológicos reflejan lo que el teórico político Roger Griffin denomina «ultranacionalismo palingenésico», un rasgo clave del fascismo. Vox ofrece una narrativa de renacimiento nacional a través de la purificación: la eliminación de los «enemigos» (inmigrantes, feministas, separatistas) y la restauración de una España idealizada y homogénea. No se trata del fascismo del siglo XX con uniforme y brazo en alto, sino de una variante adaptada a las normas democráticas actuales: lo que algunos estudiosos denominan «posfascismo» o «neofascismo».
Vox representa una continuidad con el pasado fascista de España, envuelta en la legitimidad de la participación democrática. Su proyecto ideológico −centrado en el nacionalismo autoritario, el tradicionalismo social y el antiprogresismo− lleva marcas inconfundibles del doctrinario franquista. Al canalizar la nostalgia histórica y reformular los principios fascistas en lenguaje populista, Vox se ha convertido en el nuevo rostro de una ideología antigua. Comprender a Vox como parte de una tendencia europea de resurgimiento de la ultraderecha es crucial, pero sus raíces en el legado fascista no resuelto de España exigen una reflexión crítica específica. Sin confrontar esta continuidad ideológica, los logros democráticos de la España posfranquista permanecen peligrosamente incompletos.
Vox y el resurgimiento de la nostalgia fascista en España: una continuidad ideológica
Fuentes: Naiz