En torno al cambio climático, a su comprensión y aceptación, hemos alcanzado poco a poco un gran consenso, únicamente el 9% de la población en España, y el 15% en el país más contaminante, EEUU, permanece en la apuesta negacionista.
Podría considerarse un gran logro si no fuera porque el consenso sobre lo más importante, nombrar las causas del problema medioambiental que tiene en vilo al planeta, está lejos de alcanzarse. Y sin consenso respecto a las causas, no existe posibilidad de soluciones efectivas. Parafraseando a Marx, la ciencia no ha hecho más que describir la realidad del cambio climático, ahora toca interpretarla. Para esa labor interpretativa han llegado los relatos climáticos, que asumen como prólogo de sus historias el fin del Holoceno. Hoy, la ciencia lo confirma de forma contundente, hemos ingresado en una nueva era climática; El Holoceno —ese periodo geológico de clima estable que permitió el desarrollo de la agricultura y, con ella, el auge de las civilizaciones humanas— ha quedado atrás.
A diferencia de transiciones históricas anteriores, como el paso del frío Pleistoceno al templado Holoceno, este nuevo periodo cálido no responde a cambios geofísicos naturales, sino que ha sido impulsada por la actividad humana. En el relato dominante, el ser humano, el ánthropos —convertido en una fuerza telúrica capaz de alterar la ecología planetaria— habría inaugurado un nuevo periodo geológico: el Antropoceno. Concepto acuñado por el Nobel Paul Crutzen y rápidamente adoptado por medios, instituciones y parte del mundo académico, el Antropoceno se ha convertido en algo más que un término: es ya un discurso, una meta-narrativa, el marco de análisis hegemónico que busca identificar la huella humana sobre el planeta.
Pero este marco dominante no está exento de ideología, como toda narración interpretativa, tiene su dimensión práctica. Sin ir más lejos, el paradigma de la sostenibilidad —esa visión utópica que intenta convencernos de que podemos seguir viviendo igual, contaminando apenas un poco menos— bebe directamente de esta narrativa. El relato del Antropoceno legitima así estrategias de greenwashing, como el Pacto Verde Europeo, que pretenden hacernos creer que puede combatirse el cambio climático sin modificar nuestro confortable modo de vida.
Sin embargo, la verdad que oculta el consenso ambiental liberal es más incómoda: los seres humanos, como conjunto homogéneo, no han cambiado el clima. Atribuir la responsabilidad a una categoría abstracta como “la humanidad” es profundamente especista y equívoco, porque no existe un sujeto unitario llamado “humanidad”, sino una pluralidad de posiciones dentro y fuera de una jerarquía global profundamente desigual. La mayoría de los seres humanos ocupan un lugar subalterno en una estructura que tiene un nombre concreto y bien conocido: Capitalismo. Un sistema dirigido por una minoría —la burguesía— que impone su lógica de acumulación infinita en detrimento del bien estar y sostenibilidad pacífica de la vida en sus modalidades naturales humana y no humana —el biotariado—.
El clima no está cambiando por la suma de comportamientos individuales irresponsables respecto a la huella de carbono. Está cambiando porque la naturaleza ha sido sometida a un sistema depredador que no reconoce límites: un régimen ecológico basado en la acumulación infinita de capital. Por ello, el actual periodo histórico ni puede ni debe llamarse Antropoceno, debe llamarse, con toda su crudeza, Capitaloceno: un nombre incómodo para una realidad aún más incómoda.
El del Capitaloceno, como el del Antropoceno, son narrativas para entender un hecho que pocos discuten – el cambio climático- y lo que entre ellas discuten es una interpretación de lo que son el ser humano y la naturaleza, para entender el tipo de relaciones establecidas entre ambos, y finalmente los problemas asociados a dichas relaciones.
El relato hegemónico, el Antropoceno, dice que el cambio climático no tiene culpables, porque es el producto del “natural” desarrollo de la especie humana en su adaptación tecnológica y capitalista al medio. En este relato, la humanidad lo único que hace es superar las limitaciones que le impone la naturaleza, oponer su poder tecnológico organizado de manera capitalista al poder de la naturaleza para poder prosperar como especie creando riqueza y bien estar. Al ser un problema natural, sus soluciones vendrán naturalmente dadas por el propio desarrollo tecnológico, por ejemplo, con la geoingeniería climática, que nos llevara a una tecno-eco-utopía patrocinada por el sistema capitalista.
El relato del Capitaloceno, por su lado, señala cómo el cambio climático tiene un claro culpable, el sistema capitalista, porque ha sido bajo el peso de su discurso ideológico, que mantiene separados como eternos enemigos al ser humano de la naturaleza, como ha justificado la explotación y dominación, no solo de los seres humanos proletarizados, sino de toda la Naturaleza en todas sus dimensiones. Océanos como recursos que esquilmar con la pesca de arrastre, y como sumideros de vertidos tóxicos. Selvas que arrasar y sustituir por monocultivos. Animales que enjaular, hacinar, cebar y sacrificar. Personas que expropiar, explotar y unidimensionalizar. El Capitaloceno sería el relato que ponga énfasis en la relación, y no en la separación belicosa, entre el ser humano y la naturaleza, para entender que el mundo actual, caracterizado por un clima inestable y entornos devastados y tecno-modificados, es el resultado de un tipo de relación patrocinada por el capitalismo. El capitalismo es, antes que nada, una ecología de alcance planetario, porque es, antes que nada, una forma de organizar la relación de los seres humanos con su entorno. Y lo más importante, es un sistema que nunca, jamás, en ningún caso, será natural, porque si algo tiene la relación entre el ser humano y la naturaleza es que siempre está patrocinada por la libertad, y la libertad de esa relación se expresa en la multiculturalidad. El hecho de que hayan existido y existan modalidades culturales distintas al propio capitalismo, es decir, relaciones diversas entre humanos y entornos, señala el carácter histórico, y por tanto contingente, de la cultura Occidental, y por tanto de su sistema capitalista.
Por eso, si el verdadero problema del cambio climático ha sido consecuencia de una explotación incesante y despiadada de la vida en todas sus dimensiones, de lo humano a lo extrahumano, auspiciada por la ideología capitalista de la separación entre los humanos y la naturaleza, entonces la solución será, sin lugar a dudas, señalar dicho carácter ideológico, pero sobre todo, nombrar la eterna relación existencial entre los humanos y su entorno con nuevo conceptos susceptibles de estimular nuevos modos de relación más armónicos, más sostenibles, entre los humanos y la naturaleza. Si hasta ahora el capitalismo formaba al proletariado en su explotación y dominación expresamente humana, pero aceptamos que el capitalismo lo que hace es, a una, explotar y dominar todos los aspectos de la vida natural en el planeta, de lo humano a lo extrahumano, entonces la lucha de clases alcanza una nueva dimensión, y se desvela un nuevo sujeto revolucionario, con un nuevo concepto, el biotariado. Porque, en efecto, todo sujeto proletarizado comparte una misma explotación, sufre una misma dominación, con el salar de Uyuni, con la Selva Amazónica, con el fondo marino, y ahora, el cambio climático como respuesta geohistórica del planeta al asedio tecno-capitalista, está esperando el cambio en la conciencia de clase de los sujetos humanos para que se incorporen al biotariado y, a una, responda al asedio capitalista con la misma fuerza vulcánica o neptuniana con que lo hace la Naturaleza.
La separación capitalista amerita la unificación de la vida en todas sus dimensiones naturales en la lucha contra la explotación, y en favor de un ecosocialismo que logre por fin sustituir las relaciones de poder por relaciones de copertenencia no solo entre humanos, sino entre humanos y naturaleza. La tecno-burguesía capitalista, en el Capitaloceno, debe encontrarse cara a cara, de una vez por todas, con el biotariado como nueva clase ecosocial.
Fuente: https://vientosur.info/capitaloceno-y-biotariado-nueva-lucha-de-clases-eco-sociales/