La Tizza comparte fragmentos de uno de los capítulos del libro Socialismo: en busca del «eslabón perdido» entre utopía y realidad. Una visión desde Cuba, publicado por la Fundación Perseu Abramo, cuya versión digital (en español) se puede descargar gratis en el siguiente enlace:
Socialismo: en busca del «eslabón perdido» entre utopía y realidad – Una visión desde Cuba
Causas y consecuencias de la crisis actual
El El VIII Congreso del PCC, efectuado del 17 al 19 de abril de 2021, era el evento donde se podía y se debía hacer un balance de los logros y malogros del proceso ideológico, político, económico y social iniciado en Cuba el 1ro. de enero de 1959, con énfasis en los resultados de las reformas emprendidas en 2010 y 2011. Cuatro días antes de la inauguración del VIII Congreso, escribí el primero de una serie de nueve artículos titulada «El “Triángulo de las Bermudas” por el que navega Cuba: acumulación de problemas propios, doble filo del bloqueo y reflujo de la izquierda latinoamericana».[1] Aquel primer texto, «Planteamiento de la hipótesis», decía:
El socialismo cubano no ha encontrado el camino hacia «la tierra prometida». Esa metáfora apunta a que, a partir de la proclamación de su carácter socialista, la Revolución Cubana asumió el compromiso y la tarea estratégica de motivar, educar, formar, organizar, movilizar y conducir al pueblo en la transición hacia una sociedad de productores libres, en la que se aboliría el Estado y cada cual recibiría los bienes materiales y espirituales acordes con sus necesidades. La edificación de la nueva sociedad sería un proceso largo, complejo y arduo. Habría que resistir y vencer brutales agresiones, y hacer enormes sacrificios, pero el socialismo no sería una eterna batalla cuesta arriba: vencer agresiones y hacer sacrificios no sería un fin en sí mismo. Al final del camino, el pueblo cubano arribaría a la sociedad comunista: el comunismo era la tierra prometida. Sin embargo, el proceso revolucionario llega al cierre de su primer gran período histórico con un lacerante déficit en el desarrollo económico y social originalmente concebido, y sin que los ejercicios de prueba y error realizados en estos terrenos hayan dado, ni estén dando, resultados positivos. Este es un problema mayúsculo. Con esa vara, tirios y troyanos medirán lo que haga la dirección de relevo, en especial, su capacidad de:
1. garantizar la continuidad de las grandes obras heredadas, y sobre todo, resolver los grandes problemas que también hereda, en un plazo y con una efectividad razonables;
2. hacer más llevadera la cotidianidad del largo peregrinaje de la sociedad cubana en pos de la tierra prometida, que no se acerca, sino se aleja, en el horizonte; y,
3. convocar y facilitar el debate de las peregrinas y los peregrinos en busca de respuestas que revivan, reaviven, renueven y fortalezcan sus motivaciones para seguir adelante: ¿Qué es la tierra prometida? ¿Cómo se llega a ella? ¿Cuánto más tendrán que seguir peregrinando? ¿Qué recompensa les espera allí? Dicho en otros términos, convocar y facilitar un proceso mediante el cual nuestras peregrinas y nuestros peregrinos conciban y construyan una nueva utopía socialista que, con palabras de Galeano, les sirva para caminar.
La frase «su primer gran período histórico» se refería a los más de 62 años que, en el momento de la celebración del VIII Congreso del PCC, la generación fundadora de la Revolución había ejercido el poder, referencia hecha a partir de la suposición de que en ese evento el poder sería transferido a una generación de relevo. Sin embargo, lo que se produjo fue una transferencia de los máximos cargos partidistas — dado que ya se habían transferido los estatales — y no una transferencia del poder. En esencia, la generación que recibió esos cargos no fue empoderada como relevo, sino designada como continuidad.
La máxima gramsciana que el sistema conceptual e institucional cubano ignoró
Transcurridos cuatro años del VIII Congreso, y con nueve plenos de su Comité Central mediante, las y los «peregrinos», en vez de estar más cerca, están mucho más lejos de «la tierra prometida», porque el sistema conceptual e institucional cubano ignoró la advertencia realizada por Antonio Gramsci sobre «la máxima crisis a que se puede ver sometida una organización estatal y social».
Debería ser una máxima de gobierno —escribió Gramsci— el tratar de elevar el nivel de vida material del pueblo por encima de cierto nivel. En este sentido no hay que buscar un motivo especial «humanitario» y ni siquiera una tendencia «democrática»: incluso el gobierno más oligárquico y reaccionario debería reconocer la validez «objetiva» de esta máxima, o sea su valor esencialmente político (universal en la esfera de la política, en el arte de conservar y aumentar el poder del Estado). Ningún gobierno puede prescindir de la hipótesis de una crisis económica y especialmente no puede prescindir de la hipótesis de verse obligado a hacer una guerra, o sea tener que superar la máxima crisis a que se puede ver sometida una organización estatal y social. Y, como cada crisis provoca un descenso del nivel de vida popular, es evidente que se precisa la preexistencia de una zona de descenso suficiente para que la resistencia «biológica» y por tanto, sicológica, del pueblo no se quebrante al primer choque contra la nueva realidad. El grado de fuerza real de un Estado debe por lo tanto medirse también considerando este elemento, que además se coordina con los otros elementos de juicio sobre la solidez estructural de un país. Si las clases dominantes de una nación no han conseguido superar la fase económica corporativa que las lleva a explotar a las masas populares hasta el extremo permitido por las condiciones de fuerza, o sea reducidas a la sola vida biológica vegetativa, es evidente que no se puede hablar de fuerza del Estado, sino solo de apariencia de fuerza (Sic!).[2]
En su intervención en la sesión final del VI Período Ordinario de la VII Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, el 18 de diciembre de 2010, el general de ejército Raúl Castro Ruz dijo:
Si queremos salvar la Revolución hay que cumplir lo que acordemos, y no permitir después del Congreso — omo ha sido hasta ahora en muchos casos muy elocuentes— que los documentos vayan a dormir el sueño eterno de las gavetas, como se estuvo explicando en estos días de discusiones, fructíferas, democráticas y verdaderamente profundas. Así es como queremos que el pueblo continúe discutiendo esos lineamientos, cerca de 100 días hay para eso. O rectificamos o ya se acabó el tiempo de seguir bordeando el precipicio, nos hundimos, y hundiremos, como dijimos con anterioridad, el esfuerzo de generaciones enteras, desde el indio Hatuey, que vino de lo que hoy es la República Dominicana y Haití —el primer internacionalista en nuestro país—, hasta Fidel, que nos ha conducido genialmente por estas situaciones tan complicadas desde el triunfo de la Revolución. (El resaltado corresponde al autor de este texto).[3]
Es notoria la similitud entre la situación prevista por Gramsci y la situación que Raúl llamó a evitar en el citado discurso de diciembre de 2010. Notorio es también el «borrón y cuenta nueva» ocurrido en la narrativa y la política actual del partido y del gobierno con respecto a la de 2010. A quince años de la apremiante alerta y de la convocatoria a rectificar realizada por Raúl, hoy solo se habla de una «situación compleja», de una «situación tensa», de una «situación difícil» que se rebasará con «creatividad» y «fe inquebrantable en el futuro».
¿Cómo es posible semejante desconexión y contradicción entre los discursos oficiales, públicos, conocidos, de un pasado reciente y los discursos actuales? Unos y otros son accesibles en fuentes cubanas, no en turbios medios de enemigos u odiadores. ¿Cómo explicar que una situación actual de extrema gravedad, posiblemente terminal, sea menos preocupante y más sencilla de resolver que cuando esa gravedad extrema se podía evitar, pero no se evitó?
El «sueño eterno de las gavetas» no solo es cuestión de irresponsabilidad, desidia, o falta de control y de constancia de los órganos partidistas y estatales que deberían ser competentes, ni de incontables e interminables «perfeccionamientos» y «redoblamientos» de esfuerzos, sino el resultado de un conjunto de elementos, algunos ajenos y otros propios, abordados en el presente texto.
Un antecedente para analizar las causas de la crisis actual es aquel «ya se acabó el tiempo de seguir bordeando el precipicio», de 2010, debido a que proyectó hacia la sociedad una esperanza, una certeza, de que: esta vez sí —¡sin duda alguna sí!— se va a cumplir todo lo acordado y prometido. Esa certeza la avalaban: 1) la lucidez de este y de otros planteamientos hechos entonces por Raúl; 2) la eliminación y/o flexibilización excelentemente recibida por la sociedad de políticas y prácticas restrictivas hasta ese momento vigentes; y, 3) sobre todo, lo bien concebidos que daban la impresión de estar los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución aprobados en 2011.
En términos gramscianos, la explicación, fundamentación o reconocimiento de lo ocurrido es que, debido a su total incompatibilidad con el sistema conceptual e institucional imperante en Cuba, los Lineamientos, la Conceptualización y el Plan Nacional de Desarrollo hasta 2030: 1) no cumplieron con la «máxima de gobierno [de] elevar el nivel de vida material del pueblo por encima de cierto nivel»; 2) desestimaron la alerta hecha por Raúl en diciembre de 2010 —¡la alerta hecha nada menos que por el subsistema que opera por encima del sistema político!—, equivalente al llamado de Gramsci a crear la condiciones para «superar la máxima crisis a que se puede ver sometida una organización estatal y social»; 3) no establecieron «una zona de descenso suficiente para que la resistencia “biológica” y por tanto, psicológica, del pueblo no se [quebrantase] al primer choque contra la nueva realidad»; y, 4) permitieron que las condiciones de vida de la mayoría de la sociedad hayan sido «reducidas a la sola vida biológica vegetativa».
La segunda gran crisis ideológica, política, económica y social cubana posterior al derrumbe del llamado bloque socialista europeo es más grave que la primera porque:
1. Se produce a tres décadas de la anterior, cuando se suponía que ya el país debería marchar por la senda del desarrollo económico y social conducente a la «tierra prometida».
2. En el enfrentamiento a la gran crisis anterior se tuvo en cuenta que, por escasos que fueran los recursos del país, era imprescindible establecer un balance entre la inversión económica y la inversión social, balance que fue el puntal de la Batalla de Ideas, mientras una de las causas de la gran crisis actual fue el sacrificio de la inversión social en función de la inversión económica, con el criterio de que «la desigualdad es positiva».
3. En esta ocasión no existen condiciones políticas, económicas, ni sociales que permitan compensar los efectos de la crisis con movilizaciones como las realizadas a favor del regreso del niño Elián o de la liberación de los Cinco Héroes.
4. Los sistemas conceptual e institucional imperantes son los causantes de la crisis y, por consiguiente, resultan incompetentes para resolverla.
5. El sacrificio de la sociedad está por debajo de la zona de «resistencia “biológica” y, por tanto, “psicológica”, del pueblo».
6. No es que no se vea, sino que no hay «una luz al final del túnel», a menos que se produzca una refundación revolucionaria del socialismo cubano.
Aunque muchas veces se aseguró que esto jamás sucedería en Cuba, la Tarea ordenamiento, fallida unificación monetaria, iniciada el 1ro. de enero de 2021, con la cual se pretendía fortalecer el peso cubano, fue el núcleo de una terapia de shock que pulverizó el ya de por sí bajo poder adquisitivo de los salarios y, más aún, de las jubilaciones de las cubanas y los cubanos que dedicamos nuestras vidas a trabajar dentro de la Revolución, por la Revolución y para la Revolución, durante treinta, cuarenta, cincuenta, y hasta más años.
Al menos una parte de los ideólogos, los decisores y/o los ejecutores de la Tarea ordenamiento tenía, necesariamente, que saber cuáles serían sus devastadoras consecuencias para la inmensa mayoría de la sociedad, pero, en última instancia, ninguna otra causa posible los exime de la responsabilidad por el daño infligido al pueblo. Esa responsabilidad no solo se refiere a la Tarea ordenamiento, sino a la acumulación de causas de la crisis económica que llevó a recurrir a esa terapia de shock.
A pesar de la extrema gravedad de las condiciones materiales y espirituales de vida existentes, las autoridades afirman que no hay comparación entre la política cubana actual y los ajustes estructurales de signo neoliberal realizados en otros países a partir de los años ochenta y noventa del siglo pasado; debido a que en Cuba hay «líneas rojas» que no se han traspasado. Pero, en realidad, las «líneas rojas» sí se han traspasado. No hay duda de que la esencia y la fundamentación de la doctrina neoliberal es diferente a la esencia y la fundamentación del sistema conceptual e institucional cubano, aunque la noción de «la desigualdad es positiva», invocada como una de las premisas de la actualización del modelo económico y social, me recuerda a Hayek.[4]
Al utilizar el argumento de las «líneas rojas» se debe considerar que el neoliberalismo sí dispone de un recurso, la focalización del gasto, para no golpear en demasía a sectores o grupos de la sociedad cuya organización, movilización, y lucha social y política, pudieran afectar la estabilidad del sistema capitalista.[5] Focalizar el gasto es lo que el Estado cubano trató de hacer al estallar la crisis actual, pero la pulverización de los salarios y las jubilaciones causada por la Tarea ordenamiento, a la que se sumó la escalonada desaparición de facto de la llamada canasta básica normada, que era lo único accesible con esos salarios y con esas jubilaciones, no dejaron margen para focalización alguna.
La apuesta del «todo por el todo» al levantamiento del bloqueo: la normalización de relaciones con Obama
La dirección del partido y el gobierno cubanos cotidianamente repite que el bloqueo de los Estados Unidos es la causa única o la causa principal de la crisis económica que azota al país. En el presente texto se argumenta que Cuba no solo sufre una crisis económica, sino una crisis ideológica, política, económica y social. Sin duda alguna, el bloqueo es el principal factor externo de la dimensión económica de la crisis multifactorial que flagela a Cuba; además de ser «un pequeño país archipiélago con escasos recursos naturales, que arrastraba las secuelas del subdesarrollo resultante de su pasado colonial y neocolonial, azotado por huracanes y ciclones». No obstante, tanto la dimensión económica como la dimensión social de la crisis son también el resultado de factores internos, en primer término, de la crisis ideológica y de la crisis política que impiden el desarrollo de las fuerzas sociales.
En lo que respecta el bloqueo hay que partir de su esencia criminal, cínicamente plasmada por escrito por Lester Mallory, y de que, excepto durante los dos fugaces procesos de normalización de relaciones entre ambos países, ha sido sistemática y crecientemente ampliado y endurecido. Dicho esto, si el bloqueo hoy llega a ser aún más lesivo que en épocas anteriores, en gran parte esto se debe a la apuesta del «todo por el todo» a su levantamiento, que fue una de las premisas fundamentales de la reforma de la política económica y la política exterior iniciada entre 2010 y 2011. Si el bloqueo es hoy aún más dañino que antes, en ello hay una gran cuota de responsabilidad propia.
La única explicación plausible a la desproporcionada transferencia de recursos de otros renglones económicos y sociales hacia el turismo, sobre la base de que «no podemos esperar a que levanten el bloqueo para construir los hoteles», es que la dirección del partido y el Estado decidió hacer una apuesta del «todo por el todo»: 1) a que se normalizarían las relaciones con los Estados Unidos; 2) a que Estados Unidos levantaría el bloqueo a Cuba; y 3) a que la gran potencia agresora contra Cuba durante seis décadas se convertiría en su principal socio económico y comercial, en especial, como emisor de turismo, cuyo flujo compensaría la pérdida de las privilegiadas relaciones mantenidas con la Unión Soviética, entre 1972 y 1985, y con Venezuela, entre 2004 y 2015.[7]
Si no era de los Estados Unidos: ¿De dónde se suponía que viniese la mayor parte de los ocho, nueve o más millones de turistas anuales, para los que se construyeron y se han seguido construyendo hoteles? ¿De dónde se suponía que viniese la mayor parte de los cientos de empresarios para los que construyeron y se han seguido construyendo inmobiliarias?
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Te recordamos que puedes descargar el libro completo
Notas:
[1] Ver a Roberto Regalado: «El “Triángulo de las Bermudas” por el que navega Cuba. Acumulación de problemas propios, doble filo del bloqueo y reflujo de la izquierda latinoamericana», serie de seis artículos originalmente publicada en la revista digital La Tizza, entre abril y agosto de 2021.
[2] Antonio Gramsci: Cuadernos de la cárcel, tomo 3, Edición crítica del Instituto Gramsci a cargo de Valentino Gerratana, Ediciones Era, Ciudad de México, 1984, pp. 59 y 60. (http://espai-marx.net/elsarbres/wp-content/uploads/2020/02/Cuadernos_Tomo_3.pdf). Consultado el 24/9/2023.
[3] Descargar este discurso en (http://www.cuba.cu/gobierno/rauldiscursos/2010/esp/r181210e.html).
[4] «La igualdad formal ante la ley está en pugna y de hecho es incompatible con toda actividad del Estado dirigida deliberadamente a la igualación material o sustantiva de los individuos, y que toda política directamente dirigida a un ideal sustantivo de justicia distributiva tiene que conducir a la destrucción del Estado de Derecho. Provocar el mismo resultado para personas diferentes significa, por fuerza, tratarlas diferentemente. Darle a los diferentes individuos las mismas oportunidades objetivas, no significa darles la misma chance subjetiva. No puede negarse que el Estado de Derecho produce desigualdades económicas; todo lo que puede alegarse en su favor es que esta desigualdad no pretende afectar de una manera determinada a individuos en particular». Friedrich Hayek: Camino de Servidumbre, Alianza Editorial, Madrid, 1976, p. 111.
[5] Ver a Carlos Vilas: «Después del ajuste: la política social entre el Estado y el mercado», Estado y políticas sociales después del ajuste, Carlos Vilas (coordinador), Editorial Nueva Sociedad, Caracas, 1995.
[6] Análisis previos sobre la problemática de la normalización de relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, incluido el proceso negociador con la administración Obama, están disponibles en Roberto Regalado: «Doble filo del bloqueo» (I) y «Doble filo del bloqueo» (II), publicados en la revista digital La Tizza, el 20 de abril del 2021 y el 27 de abril del 2021, respectivamente.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.