Delfina Cabrera es autora de «Las lenguas vivas. Zonas de exilio y traducción en Manuel Puig»
M.H.: Con Delfina Cabrera que presentó en la Librería del Fondo «Las lenguas vivas. Zonas de exilio y traducción en Manuel Puig». Participaron Graciela Goldchluk y Rodrigo Labriola. Esta publicación es su tesis doctoral.
D.C.: Es mi tesis doctoral, así que por un lado el libro es una novedad pero también por otro es para mí un cierre esperado, deseado y necesario de un proceso de investigación y de escritura que ya lleva más de seis años. Empezó un poco antes del Doctorado, que terminé hace unos años y que después me llevó su tiempo reelaborar en formato de libro.
M.H.: También es un inicio porque es tu primer libro.
D.C.: Es mi primer libro.
M.H.: ¿Cuál es el contenido de este libro? Porque según indica su nombre es un libro las lenguas y de traducción, que son tus actividades principales, imagino tendrá un fuerte contenido vinculado a esos temas pero no deben ser los únicos.
D.C.: No son los únicos. Son los dos ejes que me permitieron articular la investigación. Yo soy traductora literaria y reencontrarme con la escritura de Puig hace unos años, más allá de las lecturas que había tenido de adolescente, me permitió percibir el trabajo especial que él tenía con las lenguas, qué papel cumplían las lenguas extranjeras y su particular relación con el castellano, su lengua materna en la elaboración y la construcción poética tan particular de Puig.
Fue claramente a partir de la lectura de Maldición eterna a quien lea estas páginas que es una novela que Puig escribe en el exilio y que está compuesta en inglés y en español y que además él compone en forma de reportaje haciendo entrevistas a un sociólogo en la ciudad de Nueva York, no las grababa sino que iba tomando notas a medida que conversaba con este personaje que lo fascinó. Ese proceso se puede ver en los manuscritos que yo trabajo en el libro pero es algo a lo que me estoy dedicando más ahora.
Los ejes principales son la escritura de Puig, particularmente en las novelas del exilio. Pero por supuesto hay otros temas que van cruzando el libro, como el tema de género, yo insisto en que la mirada que tenía Puig respecto de la sexualidad era muy de avanzada para su época. También toco bastante el tema de la lengua nacional. Exilio, traducción, lengua nacional y género son los puntos centrales en los que se va moviendo el libro.
M.H.: Rescaté algunas cosas para provocar un diálogo, una frase de Juan José Saer, santafecino, cercano al lugar donde nació Delfina que es paranaense. Dijo refiriéndose a El beso de la mujer araña: «El encuentro de un homosexual y un guerrillero es demagógico».
H.F.: Yo lo tomo con pinzas. Hace poco salió un libro de Piglia sobre quiénes vienen después de Borges. Él dice que después de Borges tenemos a Puig por un lado, a Saer por otro. Para caracterizar a la literatura argentina hay que dividir dos galaxias, la de Borges y la de Arlt y después Puig por su lado porque es único. Muchos se atreven a decir que Puig sale del cine, que no tiene biblioteca sino videoteca. Después tenés a Saer por un lado y a Piglia por otro. Saer también se peleó con Borges.
M.H.: Nunca me gustó Saer.
H.F.: Es un genio. En la última edición que sacamos de La Pecera tratamos el tema de la película que se hizo sobre Saer, «El limonero real». Es muy interesante pero es otra cosa. Son líneas distintas. Leer a Saer es como leer a Proust. «La vida es muy corta y Proust es muy largo para ser leído», sintetizó una periodista en una nota que leí hace un tiempo y creo que fue muy acertado.
M.H.: Manuel Puig un escritor que se burla mucho de la pequeña burguesía de la época.
D.C.: Yo tengo algo para decir respecto a esto, que lo hemos charlado mucho con Graciela Goldchluk que fue una de las presentadoras del libro y es una de las personas que más ha trabajado en el archivo de Manuel Puig. Fue quien coordinó y terminó de armar un archivo que es único en la Argentina, uno de los archivos de escritor más completo, cuenta con toda la biblioteca de Manuel Puig que son más de 3.000 volúmenes y más de 20.000 mil documentos, que gracias al trabajo de Graciela y su equipo está disponible en internet. Algo inédito para la política archivística general que tiende a no hacer de acceso público los archivos de escritores, que siguen más bien una lógica comercial. Me interesa mucho rescatar hacia dónde se han encaminado estos papeles.
H.F.: En mi archivo personal, que tiene mucho de Puig en el cine, encontré esta nota que escribe justamente Graciela Goldchluk y que da una definición muy interesante de Puig hacia el cine: «El cine es mi pequeña patria personal».
M.H.: Puig que critica a la pequeña burguesía y todo ese ambiente pueblerino, su primera huida es al cine.
D.C.: Con respecto a lo que habías mencionado, lo que decimos siempre con Graciela es que Puig era muy crítico de los valores de la pequeña burguesía o clase media. No tiene una postura irónica, se lo toma muy en serio, lo que hace a diferencia de otros escritores que tenían un afán de representar incluso una ideología de clase, es trabajar con las filigranas, con la estructura del sentir de esa clase media. Entonces lo difícil no es burlarse de la vecina, lo difícil es tomársela en serio y ver cómo están operando esas subjetividades. Puig de eso extrajo una literatura única, de una belleza muy particular, es una anomalía en la literatura argentina.
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