Para ser leída mientras escuchan «Volver a comenzar» de Luz Casal. https://www.youtube.com/watch?v=Nk-WP9PKWfc. Y también a Janis Ian: «She Must Be Beautiful» https://www.youtube.com/watch?v=Uptph3I_yds Para los y las que siguen creyendo que el género humano es la internacional, no lo nacional(ista) excluyente ni el supremacismo xenófobo. Es decir, para ustedes. Sin embargo, quiero reiterar que esos sentimientos […]
https://www.youtube.com/watch?v=Uptph3I_yds
Para los y las que siguen creyendo que el género humano es la internacional, no lo nacional(ista) excluyente ni el supremacismo xenófobo. Es decir, para ustedes.
Sin embargo, quiero reiterar que esos sentimientos de agravio, u otros sentimientos relacionados con el «amor de aldea», no pueden fundar un derecho a la secesión. De hecho, no pueden fundar un derecho a nada. Amar mucho una lengua no da derecho a usar esa lengua en cualquier circunstancia. Amar mucho las viñas del Penedès no me da derecho a mí a apropiarme de ellas y gestionarlas como se me antoje. Amar una tierra no da derecho a quien la ama a reinar en ella como un lobo lo hace en sus dominios. Algunos parecen sostener que cuando uno ama Cataluña, su tierra, sus gentes, su lengua y sus tradiciones se inicia una especie de círculo vicioso mediante el cual el derecho a la secesión queda justificado y este, a su vez, permite proteger todo aquello que se ama. Confieso que me cuesta pensar en una manera más empalagosa de ver el mundo.
Pau Luque (2018)
Esto es lo que hay y creer que ERC o, ya no digamos, el nuevo partido peronista de Carles Puigdemont, tras devorar en breve al PDeCAT, va a conformarse con un nuevo Estatuto de Autonomía es engañarse, aunque se pueda utilizar coyunturalmente como argumento para atraer a los sectores más tibios o desencantados del soberanismo. El Gobierno Sánchez hace bien en mostrarse dialogante con el Govern, es su obligación y una forma de cargarse de razones por si hay que volver al 155, pero también debe esforzarse por sacar la crisis catalana de la confrontación entre los partidos constitucionalistas. El espectáculo de descalificaciones entre PSOE, Cs y PP e s lamentable. Es un juego en el que al final todos pierden y solo ganan los separatistas. Porque mientras estos se ven a sí mismos condenados a desobedecer, los otros, en lugar de armar una estrategia de Estado de largo recorrido, se condenan a pelearse constantemente.
Joaquim Coll (2018)
La cursiva de la cita de Luque es mía. Les doy la referencia completa: Pau Luque, La secesión en los dominios del lobo, Madrid, Los Libros de la Catarata, 2018, pp. 126-127.
A mí me pasa lo mismo que a él, opino lo que él opina. No puedo (o me cuesta un montón) con esos «argumentos», con esos «sentimientos personales muy fuertes de amor a la tierra» y que «gentes como tú (como yo, uno de «los otros») no podréis entender nunca» (Entre paréntesis y de manera muy lateral: no sé si los animales-lobos son realmente tan lobos-humanos como la reflexión de Luque parece señalar).
La situación en .Cat, con todas las prudentes reservas que sean necesarias, puede resumirse así (la cita de Coll ayuda lo suyo a estos efectos): 1. Intervención del Presidente Sánchez en el Congreso de diputados del 17 de julio: votación de un nuevo Estatuto para Cataluña. ERC y PDCat: su apoyo al gobierno está condicionado a avanzar en el camino de la autodeterminación (el dret a decidir, ¡menudo camelo!, ha pasado a mejor vida), es decir, camino de la secesión, de la construcción de un nuevo muro-Estado .Cat profundamente insolidario. Las zonas pobres, «premodernas» en su lenguaje, molestan, no son tan productivas y cultas como la Dinamarca-Alemania del Mediterráneo (Nada hubieran organizado si el resto de España fuera como California o Baviera: ¡entonces se sentirían orgullosísmos de ser españoles!). 2. Un, digamos, intelectual (secesionista) racista, supremacista, clasista, y fuerte y esencialmente hispanofóbico, es presidente (demediado y tan sólo para los suyos) de la Generalitat. Y no pasa nada social, cívicamente. No se nos cae la cara de vergüenza. Tan tranquilos. Las calles no son nuestras. Cataluña, dicen los que lo dicen, exige este sacrificio. ¿Se imaginan una situación similar en el conjunto de España? ¿Un «intelectual» xenófobo, insultón, tradicionalista y fuertemente catalanofóbico como presidente de Gobierno? ¿Qué pasaría en las calles? ¿No arderían de indignación? Aquí no. Lo que pasa aquí es que algunos ciudadanos (que son muchos pero que distan de ser todos) lo apoyan (incluidos sesudos intelectuales que suelen comentar que a hay que leer Torra en su «contexto», que no es tan grave lo que ha escrito).
Con algo más de detalle.
El 27 de septiembre de 2015 el secesionismo perdió unas elecciones que ellos mismos habían intentado transformar en elecciones plebiscitarias por la independencia. Las anteriores, como se recuerdan, fueron un desastre sin paliativos para la figura de Mas y el proyecto de Convergència. La «voluntat d’un poble», una voluntad mesiánica en forma y contenido, fue aniquilada por la ciudadanía.
El secesionismo gobernante, a pesar del reconocimiento inicial de la derrota del 27S la misma noche electoral por una de las figuras más oportunistas e impresentables del mundo nacionalista (Antonio Baños, procuren no tomar cafés con él), no hizo ni caso de aquel resultado («el poder soy yo» exclamaron al unísono) y siguió construyendo «estructuras de Estado», es decir, fueron trabajando para y por sus planes y estrategias de secesión y cultura hispanofóbica (elemento central en todo el proceso), mientras, por supuesto, grupos sociales y colectivos afines secesionistas seguían chupando (para seguir viviendo muy pero que muy bien) de las arcas de la Generalitat que es Estado, no propiedad privada de unos cuantos (aunque muchos de ellos estén convencidos de lo contrario).
Prácticas antidemocráticas envueltas en ropajes democráticos fue su pan nuestro de cada día. ¡La democracia soy yo!, exclamaron y exclaman. La Alicia carrolliana en pie de combate y confusión: las palabras significan lo que el poder -que son ellos- quiere que signifiquen.
Según algunas de sus voces representativas, jugaron al póker y fueron de farol. Puede ser pero no estemos tan seguros de que jugaran. «Planes de secesión» se declina en plural, no en singular. Juegan a muchos juegos, pelean en muchas guerras.
El 6 y 8 de septiembre se pasaron por la entrepierna la Constitución y el Estatut, todos los consejos de gentes razonables que señalaban su despropósito y sectarismo. Y lo más importante: la voluntad y los sentimientos de millones y millones de trabajadores/as catalanes. Les importaron, les importan un higo. Son «los otros». La actuación estelar -de estrella y de estrellada- de algunos miembros de una supuesta izquierda (Àngels Martínez, Albano Dante Fachín,…) sigue generando horror y pavor… y distancia infinita.
El día 1-O, una vez más, la izquierda no se estuvo a la altura de las circunstancias y una parte del espacio de los Comunes colaboró con el proyecto secesionista. No ha sido la única vez, por supuesto que no. ¿Recuerdan la imagen de Ada Colau mostrando su voto en blanco? Participaron en las votaciones y les dejaron locales y espacios públicos. Mejor imposible… para ellos; peor impensable, para nosotros. La corriente nacionalista o la tendencia marcadamente identitaria (som catalans, som catalanas, som catalans, som catalans, repiten una y mil veces, un sentimiento que no tiene nada que ver con los valores de izquierda), nos guste o no, domina (por ahora) ese espacio. Con resistencias admirables que hay que valorar y no olvidar.
En octubre se produjo un hecho en el que, probablemente, no habían pensando (uno de sus grandes errores): la reacción ciudadana y popular no secesionista. Los charnegos, los murciano, las clases trabajadoras en ación, tomando las calles. Gentes, algunas de ellas, que no se habían manifestado en su vida. Rentabilizada (parcialmente, aunque no solo) por Ciudadanos. Sin duda. Responsabilidad nuestra por nuestra ceguera y nuestras imprecisiones y amistades peligrosas. Salieron del armario; no creo que vuelvan (volvamos) a él. Nunca más. Estaban callados, mudos. Desde ahora hablarán (hablaremos) mucho más que antes. Aquí no deben mandar solo las 400 familias enriquecidas del país y los catalanes de pata negra. Su relato no vale; no dejaremos que nos impongan «su historia».
Al secesionismo gobernante no le ha importado ni les importa un higo los millones de personas, de ciudadanos catalanes que no somos secesionistas. Sólo para sus planes de «ampliar sus bases». En las redes nos dicen de todo y nada bonito. Eso sí, luego dicen que no hay confrontación social, que no hay ruptura, que somos un solo pueblo. Las sabidas monsergas.
El 21D volvieron a perder las elecciones. Un ley electoral, no proporcional, que no quieren cambiar por supuesto (son muy demócratas) les permite tener mayorías parlamentarias. Pero perdieron en votos. Y ganó electoralmente, por vez primera en la historia de .Cat, una fuerza no nacionalista ni catalanista.
Que fanáticos secesionistas como Eduard Pujol (una especie de Rafael Hernando pero en catalán) ocupen un lugar relevante en el secesionismo dice mucho, lo esencial, de ese mundo, de su ideología y de sus prácticas.
Un presidente prosionista fue elegido presidente de Cataluña (cree que lo sigue siendo en el «exilio»); un presidente xenófobo, profundamente hispanofóbico y clasista ha sido elegido a dedo por el huido como presidente de Cataluña. Con los votos o el apoyo de dos partidos que se dicen de izquierda. Quin riure, quin riure!
El presidente Sánchez, elegido con votos secesionistas, cree o dice creer que es posible reconducir el «unilateralismo» (es decir, el secesionismo con patada en la puerta) y llevarlos a buen puerto. Sabe lo equivocado que está. Juega a no estarlo. El secesionismo, que apuesta a diversos escenarios, tiene un objetivo final que algunos «sienten» próximo: la secesión, la construcción de un nuevo muro-Estado. Las quimeras envuelven mentes. Nada de federalismos, de cooperación o «historias» similares. Portazo y adiós España y a sus ciudadanos, sobre todo a los más emopobrecidos. Su «oposición interna» no es motivo de gran preocupación por el momento: no cuenta en las coordenadas de decisión, ya se cansarán, piensan, y algunos, además, ya se asimilarán. En breve, seremos más aseguran.
Algunas voces hablan de vuelta a un catalanismo herido de muerte. Sueños de una noche de verano. El catalanismo se ha roto y es casi imposible zurcirlo o volverlo a unir. Quedan restos muy frágiles. Un sector, el mayoritario, se ha ubicado donde ha estado siempre, en el nacional-secesionismo; otro sector, minoritario, empuja, algo desnortado, en dirección contraria. Con poca fuerza. Por lo demás, no conviene idealizar el pasado: el catalanismo político en sentido amplio permitía muchos silencios, comulgar con ruegas de molino, aceptar la hegemonía nacionalista y no discutir-hablar de los temas esenciales (incluida una enorme corrupción, no sólo de CDC). Por el bien del país decían. Es decir, por su bien, su discurso y su hegemonía.
La inmersión lingüística, una concepción de política educativa-nacionalista, no tiene nada que ver con la defensa de la escuela pública ni con el catalán ni la cultura catalana. Si fuera así, Aula Europa, donde estudio Mas y sus hijos, sería una escuela anticatalana. Lo mismo que la escuela de élite donde llevan sus hijos Piqué y Shakira. No es eso, desde luego que no es eso. Es intento de hegemonía cultural en sentido amplio (sin apenas resistencias). El rovell de l’ou de toda su estrategia. El silencio cómplice de algunos colectivos, cuando no su colaboración, no tiene nombre. ¿Por qué no somos capaces de ver lo que está delante nuestro? Por pura ceguera nacionalista ideológica.
¿Y dónde está la izquierda y su combate contra los nacionalismos? A día de hoy, sin generalizar, porque de todo hay en la viña del señor, y como diría probablemente Domenico Losurdo, la izquierda sigue ausente (con notables y meritorias excepciones). Sueña en una reconversión del secesionismo .Cat o en su capacidad para reorientarlo. El sueño de la razón, dicho está, sus delirios, pueden generar monstruos. Los genera.
Nada más. Buen descanso. Repongan fuerzas.
La cita de Pau Luque con la que he abierto esta sabatina finaliza así:
Por mi parte, cada vez que escucho a alguien vociferar que nade como él o ella acumula tanto amor por el catalán o por Cataluña no solo pienso que está insinuando que quienes por pudor no expresamos en público nuestro «amor de aldea» no sentimos en realidad esa querencia sino que acude a mí, de forma involuntaria, la letra de una bachata pegajosa: «No es amoooooooooooor lo que tú sieeeeeeentes: ¡se llama obsesióóóóóóón!». Si los sentimientos no fundamentan derechos, imagínense las obsesiones personales de cada uno de nosotros.
«Contra las obsesiones, librémonos de ellas», podría ser el título de la próxima sabatina.
Estaba a punto de olvidarme. No es agradable decirlo pero tengo que advertirles: volveremos del descanso (los que podamos, sé muy bien que hay gente que no puede) y dinosaurios nada afables aún seguirán allí y nos estarán esperando. ¿Qué dinosaurios? Piensen en Eduard Pujol, es un ejemplo destacado.
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