Cerca de la mitad de los ecosistemas terrestres, sin tener en cuenta la superficie helada, no ha sufrido de manera significativa las consecuencias de la acción humana, por lo que aún estaría a tiempo de conservarse
Mapa de las zonas de bajo impacto humano en los ecosistemas terrestres. Global Change Biology
Un 46% de los ecosistemas terrestres, sin tener en cuenta la superficie helada, no ha sufrido de manera significativa las consecuencias de la acción humana, por lo que aún se estaría a tiempo de conservarse en estado salvaje si se aplicasen políticas para mantenerlos como hasta ahora, prácticamente intactos. Así lo pone de manifiesto un nuevo estudio publicado por investigadores de la Universidad de California, Davis (UC Davis) y de la National Geographic Society en la revista científica Global Change Biology.
Para llegar a esta conclusión, los especialistas cruzaron los datos de cuatro mapas recientes (de 2016 a 2020) que, con metodologías variadas, compartían criterios para rastrear la huella ecológica de los humanos en el mundo. Así, en base al consenso científico sobre las zonas del planeta más afectadas por la agricultura, los asentamientos, la infraestructura o la extracción de recursos —entre otras actividades—, identificaron aquellas áreas que todavía son plenamente naturales o que han experimentado en menor medida los efectos de la expansión humana.
Según sus autores, el nuevo mapa que pinta las zonas más salvajes puede suponer una inyección de optimismo y servir especialmente a grupos conservacionistas como Nature Needs Half (“La naturaleza necesita la mitad”, en castellano) o Half-Earth Project (Proyecto de media Tierra), que intentan presionar a la comunidad internacional para proteger, al menos, el 30% de los ecosistemas marinos y terrestres en 2030; y el 50% en 2050.
Sus resultados, escriben, ofrecen la oportunidad de tomar “medidas de conservación proactivas” con las que preservar los últimos ecosistemas intactos de la Tierra.
“Esto no significa que la mitad del planeta pueda o deba ser amurallada, como un parque nacional, apartado de la gente. La creación de nuevos parques nacionales y la expansión de los ya existentes y de otras áreas estrictamente protegidas es solo una herramienta en el cuadro de la conservación”, puntualiza Jason Riggio, uno de los expertos de la UC Davis a cargo del estudio. “En la cartera de protección también serán necesarias otras formas de ordenación sostenible del territorio que equilibren el uso de la Tierra con la conservación de la biodiversidad y los ecosistemas. Estas zonas ya están incluidas en la base de datos mundial sobre zonas protegidas de la UICN”.
Las zonas por el momento mínimamente alteradas son, en su mayoría, entornos inhóspitos o demasiado fríos o secos como para ser explotados comercialmente. Según el nuevo mapa, no hay nada más salvaje en estos momentos como la tundra del norte de Asia y la de Norteamérica, seguida de los bosques boreales y de los grandes desiertos como el Sáhara o el outback australiano (el interior del país oceánico, en su mayoría deshabitado).
No es lo mismo que decir que son territorios vírgenes, porque sí han sido afectados por los planes de las personas. Y tampoco que conserven el estado puro, original, como evidencia el caso del Sáhara, que en el pasado fue habitado por grandes mamíferos, o el del outback de Australia, donde ya hay actividad minera y el cual está “muy afectado por especies no nativas”, indica Riggio.
Pero estos territorios cumplen todos los criterios que usan los mapas comparados para clasificarlos como “zonas de bajo o muy bajo impacto humano”, explica. En general, este investigador insiste en que a día de hoy no se puede afirmar que haya lugares de la Tierra totalmente libres de la huella humana: “El cambio climático, la deposición del nitrógeno y la contaminación por plásticos son todos ellos efectos globales que afectan a cada rincón del planeta. Sin embargo, algunas regiones tienen poblaciones humanas muy bajas, poco o nada de ganado, no hay cultivos, zonas edificadas o luces nocturnas, y por lo tanto son áreas con una influencia humana relativamente baja”.
Además, hay que tener en cuenta que los vastos terrenos que aparecen en el mapa como los más inalterados hasta la fecha tampoco son un continuo en realidad. “En una mirada más global parece que hay muchos bloques grandes y contiguos de tierras con baja influencia humana, pero si se hace zoom en el mapa se ve una heterogeneidad mucho más local de los impactos humanos”.
La nota más negativa del estudio es que también recalca las zonas donde las dinámicas del ecosistema han sido afectadas en más de un 99% de los casos. Es así para los pastizales tropicales y los templados, los manglares, los bosques de coníferas y los tropicales y las tierras de pasto de montaña.