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Abandonar las mentiras públicas

Fuentes: Rebelión

Desde luego habría que intentarlo para ver si así sale Europa del marasmo en que se encuentra… Si el sistema se resquebraja; si la democracia que si existió, tomando como referencia a la ateniense de la antigüedad, ya no existe, desmontada por la plutocracia y la ingeniería financiera; si los dirigentes políticos, que si antes […]

Desde luego habría que intentarlo para ver si así sale Europa del marasmo en que se encuentra…

Si el sistema se resquebraja; si la democracia que si existió, tomando como referencia a la ateniense de la antigüedad, ya no existe, desmontada por la plutocracia y la ingeniería financiera; si los dirigentes políticos, que si antes fueron sicarios de los ricos ahora son un pelele en manos de la especulación y de las agencias de calificación de riesgo; si ya el mundo entero está al corriente de que la economía zarandea impunemente a la política, y los economistas, augures modernos que fallan por norma sus pronósticos, a la ignorancia técnica de los gobiernos; si nada de lo que sucede y se dice es lo que parece, si no gobierna el pueblo, ni siquiera por delegación, sino los especuladores y los ladrones; razones todas ellas por las que debiérase inventar un término que defina el modelo de gobierno y quién manda realmente en la sociedad (desde luego llamar a esto «democracia» es una colosal mentira)…

Si todo eso es así ¿por qué vivir permanentemente entre mentiras y consentir que tantos vivan de ellas? ¿por qué no llamar a las cosas, y especialmente a las de la gobernación, de la gobernanza, de la gobernabilidad, por su verdadero nombre? ¿por qué no usar ideas ajustadas a la realidad para denominar al poder verdadero y desenmascararlo? ¿por qué no llamar culpable a la falta de responsabilidad para contraer deudas que no pagan quienes se beneficiaron de los préstamos, sino los excluidos no ya del bienestar sino de la simple supervivencia?

En tiempos en los que se dice que todo depende de la confianza y de la credibilidad, pues ni inversores ni ciudadanía común se fían de nada y de nadie, en que se desprecia la cultura y se alaba la ignorancia ¿por qué no prescindir de tanto eufemismo inoperante? Seguro que Europa, qué digo, el mundo entero, se movilizaría para reinventar la democracia y se animaría a una convivencia universal en paz. Pues es un clamor que todo lo que ha sucedido, sucede y sucederá es en buena medida por empeñarse los poderosos en hacer vivir a los de muchas maneras sometidos, en montones de mentiras públicas que ya nadie puede soportar…

Erasmo de Rotterdam escribió una obra capital «Elogio de la locura». En ella atribuye a la necedad y a la capacidad humana de engañarse a sí misma, los logros de la humanidad y la poca paz que ha vivido la historia. Pero una cosa es engañarse uno a sí mismo y otra tolerar perpetuamente que nos engañen los que dicen preocuparse de nosotros. La mentira ha dejado de ser, para siempre, motor de progreso y de estabilidad. Por eso urge que se castigue civilizadamente a los culpables del engaño, que resplandezca cuanto antes la verdad y se llame a las cosas por su nombre. Sólo así ricos y pobres, necios y listos, y hasta bondadosos y malvados se podrán reconciliar.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.