¿Es su abdicación una derrota del régimen? Rotundamente no: Es una reacción al asedio a las castas del 78
El régimen del 78 se ha erosionado a marchas forzadas y todas sus instituciones están debilitadas, como confirman las encuestas del CIS: partidos, sindicatos, jueces, medios de comunicación o monarquía (en Abril de 2013 se desplomó hasta el 3,89 de valoración). Los escándalos de corrupción de la Infanta Cristina y Urdangarín o las salidas de tono de Juan Carlos lo han puesto más fácil pero, estrictamente hablando, todo eso ya sucedía antes. Antes del 15M, ningún juez les habría juzgado (sólo hay que ver las presiones al juez Castro) ni ningún medio de comunicación se habría hecho eco. Y es que la llegada de los ‘indignados’ hizo a (algunos) jueces más valientes y obligó a los medios a informar. En ese contexto de crisis institucional, el rey Juan Carlos (y Rubalcaba) ha dejado de ser funcional y su presencia era más un lastre que una ayuda al proyecto de las elites y del FMI o el BCE. Con limitado apoyo social y frágil salud, no podía ser un revulsivo. Aunque, ¿es su abdicación una derrota del régimen? Rotundamente no: Es una reacción al asedio a las castas del 78, un movimiento en un tablero de ajedrez ante una (esperada) creciente ola de movilizaciones.
¿Por qué ahora? Nada volverá a ser lo mismo
Rajoy ha anunciado que la decisión fue tomada en enero. Quiso decir: ‘la decisión lleva planificándose desde enero’, porque la realidad es que el 25 de mayo ha precipitado los acontecimientos y ha activado su plan de emergencia. No es casual que fuera el propio presidente quien anunciara la abdicación. Que la mayoría social (ya existente) pretenda ser mayoría electoral también en las instituciones es un motivo de preocupación para las elites. Pero lo que a la casta más les preocupa es que se ha abierto un nuevo ciclo de movilización, con consecuencias impredecibles. Lo decía Madrilonia hace un mes. La irrupción de una candidatura rupturista el 25M podría romper la resignación instalada a nivel social y abrir un nuevo ciclo. La reacción de los medios de comunicación con furibundos ataques dirigidos a Pablo Iglesias y Podemos («Dinamita antisistema» tituló el periódico La Nueva España su especial sobre este movimiento) revelan su nerviosismo. Los círculos de Podemos se han multiplicado (su reciente asamblea en Valencia reunió a un millar de personas), Izquierda Unida saldrá reactivada con Alberto Garzón, la movilización social crecerá al acercarse las elecciones generales, municipales y autonómicas, y activistas como Ada Colau darán el paso a lo institucional. Es decir, las cosas podían ponerse más feas para el régimen del 78. ¿Podría en ese contexto haberse realizado una sucesión monárquica pactada? No. Sin embargo, a día de hoy Rajoy sabe que las protestas sociales exigiendo un referéndum (que no se realizará, porque desangraría nuevamente al PSOE), no evitarán la sucesión. En un año y con poder institucional, ¿quién sabe? Por ello, se lleva a cabo un cambio en el juego de tronos ahora que se puede y se controlan las instituciones.
Repliegue u ofensiva: las estrategias de las elites pre y post-25M
La estrategia pre-25M era replegarse y aguantar el chaparrón, como si nada estuviera pasando. Lo había dicho el activista asturiano Emilio León tras la derrota en las movilizaciones mineras de 2012: la pugna no era por la represión sino por la depresión. Por eso Rajoy no cedió con los mineros, ni con los funcionarios, ni con la PAH, ni con el 15M. ‘Ya se cansarán, no hay alternativa’, decía. Mientras, pseudo-regeneracionistas como Rosa Díez o Albert Rivera (el político con mayor apoyo mediático) recogían el descontento ante PP y PSOE. El 25M rompe eso y la estrategia de repliegue ya no es posible. A partir de ahora, cada día con TVs de plasma, corrupción y Rubalcabas abrían el espacio político a las fuerzas rupturistas en las instituciones, que demostraron que ‘sí se puede’. La ventana de oportunidad es aquí clave: Si quedaran 4 años para las siguientes elecciones, el régimen optaría por el desgaste progresivo a esas formaciones y el ataque sutil en los mass-media, para hacer virar la opinión pública. Pero las elites están asustadas: en 1 año habrá un nuevo ciclo electoral y Pablo Iglesias o Ada Colau son más influyentes en las redes sociales que el propio presidente del Gobierno.
Por ello, la nueva estrategia post-15M sólo puede ser de ofensiva: de hacer que todo cambie para que nada cambie. Anunciarán una segunda Transición, en la que hemos de esperar cambios y reformas (descafeinadas) negadas desde el 15 de Mayo de 2011. Es más, se pretende que Felipe ayude a las elites a salir del callejón sin salida en el que están metidas y a llevar a cabo el proyecto de la troika en un clima de (esperadas) crecientes movilizaciones. Los liderazgos jóvenes se cotizan al alza y Felipe no será una excepción. Alertaba el periodista Iñigo Errazkin en 2013 que nos dirigíamos a una «sucesión pactada, con un Rey emérito en la sombra con Viagra de los presupuestos del Estado y su hijo en su lugar, como hijo del que salvó España», opinión que compartía con Chato Galante, querellante en Argentina contra el franquismo, que señalaba que «la sucesión pretende cerrar la crisis de un régimen que no se ha renovado desde el franquismo». ¿Ayudará Felipe a sostener el (neo) régimen del 78? Le va su reinado en ello o será recordado como ‘Felipe el breve’. Lo decía un tertuliano hoy en TVE respondiendo a cuál era su principal reto: «Mantenerse como rey», contestó. Juan Carlos, por otra parte, será parte de una nueva ola de propaganda, que acallará el cambio tectónico que vivimos el 25M, como ya se hizo con Suárez y el 22M.
Los cambios que veremos
La dimisión de Rubalcaba (que dijo a Rajoy «no quiero dimitir pero tampoco puedo continuar») y el cambio de liderazgo en el PSOE (Chacón, Madina o Susana Díaz -o algún potencial outsider-) han de entenderse en esas claves. Rubalcaba, por mucho que el PP le sostuvo en esta campaña, sólo servía para una estrategia de repliegue, de evitar cambios, pero no para una de ofensiva. Ya no era útil y el PSOE elegirá su candidato/a para presidente/a por primarias abiertas (con gran apoyo mediático). Pero sostendrán a la Corona, porque la crisis de la Monarquía es «la crisis del sistema» y PP y PSOE «la necesitan y se necesitan mutuamente», recordaba Errazkin. Ante la ‘renovación’ socialista, Podemos, IU o los movimientos sociales tienen que rearmarse ¡y rápido! Y lo están haciendo. Paralelamente, se fomentará la estrategia del miedo («nosotros -el PP- o el caos»), aunque ello se podría llevar por delante al PSOE (y a IU), como sucedió en Grecia con el PASOK y el KKE. Es una incógnita el rol que tendrá Albert Rivera, que saltará a Madrid, pero que necesita a UPyD para ser influyente.
Rajoy hará reformas y en su último año dará un perfil social (y liberal) a su gobierno. Bajará impuestos a clases medias y empresarios, implementará medidas económicas populistas, presentará mejoras en las cifras macroeconómicas (los beneficios de las empresas del IBEX35 llevan ya dos años mejorando, a nuestra costa) y en las del paro (a costa de empleos más precarios, emigración forzosa y desempleados no inscritos en el INEM). Pero el gallego, un presidente que evita comparecer ante la prensa, tendrá dificultades para rentabilizar ese empuje. Por otra parte, el referéndum de autodeterminación catalán añadirá inestabilidad. El líder del PP, aún sonriente por el fiasco de VOX, intentará centrar el debate político en la cuestión nacional (para que no se hable de economía), esperando dejar a las izquierdas fuera de juego. Y si eso no es suficiente, si el caso Bárcenas le explota, si con Catalunya no gana votos, o si se estrella en municipales y autonómicas, Rajoy aún tiene un as en la manga: ceder la candidatura a las generales a un perfil más joven como Soraya Sáenz de Santamaría, Monago o Feijóo. Ser una marioneta del poder económico tiene sus ventajas: Hará lo que tenga que hacer para que sostener al régimen del 78. Hoy hemos visto el primer paso. Nada fue lo mismo tras la toma de las plazas el 15M de 2011 y nada volverá a ser lo mismo tras el 25M de 2014. Estemos preparados, porque como decía Miquel Martí i Pol: «tot està per fer y tot és possible».