Ex profesor universitario (si la memoria no me falla) y ex presidente de la Junta de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra [JCRI] es actualmente asiduo colaborador del diario global-imperial, el mismo que despide a decenas de sus trabajadoras mientras su primer ejecutivo en mando y plaza, el mismo que acostumbraba a dar lecciones urbi et […]
Ex profesor universitario (si la memoria no me falla) y ex presidente de la Junta de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra [JCRI] es actualmente asiduo colaborador del diario global-imperial, el mismo que despide a decenas de sus trabajadoras mientras su primer ejecutivo en mando y plaza, el mismo que acostumbraba a dar lecciones urbi et orbe a una supuesta izquierda realista y prudente, cobró unos 13 millones de euros en 2011, más de 30.000 euros diarios (¡Otro indicio más del inconmensurable y descomunal marco de infamia al que intenta someternos este régimen político-económico en descomposición!)
Ignoro la influencia político-cultural actual del colaborador de PRISA y Cía. Sea la que fuere, el último texto que ha publicado -«O rectifica el PSC o rompe el PSOE», precisamente el pasado jueves 1 de noviembre [1]-, combina «magistralmente» el abono más estúpido y pueril del independentismo catalán conservador con el más rancio y derechoso españolismo. Mejor (es decir, peor) imposible.
Unos comentarios sobre el texto que no desean entrar en polémicas internas de la «familia socialista».
El PSC [2] aprobó el pasado 28 de octubre, recuerda el ex presidente extremeño, una resolución programática en relación con las elecciones catalanas del 25 de noviembre. El titular periodístico: «El PSC reclama el derecho a decidir de Cataluña en un referéndum». Al leerlo, señala JCRI, él no pudo evitar que le viniera a la cabeza el plan Ibarretxe, algunas de las reflexiones del entonces lehendakari (en 2005) y la respuesta del entonces presidente del Gobierno Rodríguez Zapatero. JCRI recuerda que Ibarretxe respondió en un determinado momento con una declaración política en la que resumiendo su plan señalaba: «Los ciudadanos del País Vasco manifiestan su voluntad de tener un nuevo pacto político de convivencia, basado en la libre asociación. Reconocimiento de la nacionalidad vasca, con la articulación del derecho democrático a decidir; la capacidad para hacer referendos; el compromiso de no ejercer unilateralmente el derecho de autodeterminación» [la cursiva es mía].
JCRI aprovecha que el Ebro pasa por Sevilla -¡hay que apoyar al Jefe de filas!- para recordar algunos pasos de la intervención de Pérez Rubalcaba, portavoz del PSOE en aquella ocasión, recomendando su lectura atenta, al tiempo que selecciona algunos momentos. Este por ejemplo: «Vamos a decir no a este proyecto porque es radicalmente inconstitucional. Avanzaré algo más, los socialistas nunca estaremos detrás de un proyecto, como este que hoy discutimos aquí, que exija un cambio de la Constitución, nunca. Algo más, no estaremos detrás ni permitiremos que ese cambio se produzca nunca. Lo digo para que las cosas queden claras desde este mismo momento».
Este dogmatismo político con voz tronante, esta lectura demediada de la misma Constitución de 1978, esta idealización de sus contenidos y la misma negativa a su modificación (¡parece increíble, visto lo visto, pero es así!), a don Juan Carlos le parece una maravilla. Como la lluvia de Sevilla con calderilla.
Añade JCRI otro paso que suele usarse con frecuencia para estas ocasiones: «Como ha dicho el presidente del Gobierno, porque vivimos juntos, queremos decidir juntos. Esa es la reivindicación del Partido Socialista esta tarde aquí, la de decidir juntos, porque se vive también juntos». Es evidente el abuso de las comparaciones y metáforas familiares -Antoni Domènech podría enseñarnos mucho sobre ello- pero suponiendo aunque no admitiendo su pertinencia para el caso, ¿no parece razonable pensar que si en una familia en la que el pater familias ejerce su poder despótico, violento, normativo, monetario, decidir juntos parece tarea imposible y lo que rige, de hecho, es una imposición pura y dura con víctimas y verdugos? ¿Tanto cuesta entender el contenido evidente de este vértice del pentágono?
Para echar más leña al fuego y descalificar la posición del PSC -que, entiéndase bien, no estoy aquí defendiendo-, todo un ex profesor universitario utiliza una variante de la falacia ad hominem, vía comparación. El infame paso falsario: en qué se diferencia la propuesta socialista catalana, señala don Juan Carlos, de la del «Diablo»… perdón de Otegi en Anoeta, (14-11-2004), cuando éste apuntaba que «deben acordar, partiendo de nuestra actual realidad, el tránsito político hacia un nuevo escenario en el que el pueblo vasco pueda, en condiciones democráticas, decidir cualquier estatus político o institucional para nuestro pueblo». ¿Y cuál es el problema si no hubiera diferencia?
Inmediatamente después, casi a bocajarro, las preguntas del rancio conservadurismo españolista que subyace a las posiciones de don JCRI, aquellas que abonan choques de trenes nacionalistas para satisfacción del independentismo catalán y afines -«España no nos entiende, no nos quieres entender, no se esfuerza en entendernos»- y del otro nacionalismo, el de la charanga, la pandereta, la Legión y el aguilucho [3]: «¿Y quién es el PSC para quitarle al resto de España su soberanía? ¿En nombre de qué derechos históricos hablan para autodeterminarse? ¿Cuándo ha habido una comunidad catalana independiente?». La primera pregunta da risa desde luego; las otras demuestra que don JCRI se entera de poco: ¿quién que no esté en la luna de Segovia cubierta por nubes (también los hay aquí pero son muy pocos) habla en Catalunya de derechos históricos?
No acaba aquí la cosa. La Resolución del PSC, apunta el ex presidente extremeño, recoge el compromiso de «promover las reformas necesarias» para que los ciudadanos catalanes puedan «ejercer su derecho a decidir a través de un referéndum acordado en el marco de la legalidad». Las sesudas preguntas de don Juan Carlos: «¿Derecho a decidir qué? ¿Qué es una reforma federal de la Constitución?» Luego, muestra su ignorancia abisal como un argumento critico: «llevamos 30 años escuchando la misma monserga sin que nunca nadie nos supiera decir qué es eso exactamente».
Ignoro si JCRI pude decirnos «exactamente» lo que él piensa sobre un determinado asunto no elemental, pero ¿no sabe aún todo un ex presidente qué significa el derecho de autodeterminación? ¿No tiene idea todo un ex profesor universitario qué significa una reforma o alteración sustantiva en sentido federal de la Constitución española? ¿No lee artículos y libros don JC desde que es colaborador de PRISA?
Luego viene la guinda del pastel juancarlista, una prueba de que se entera de poco, de muy poco: «¿es que cree el PSC que los miles de ciudadanos catalanes, procedentes de regiones que tuvieron que emigrar a Cataluña como consecuencia del excesivo proteccionismo que el nacionalismo español otorgó a la burguesía catalana durante los siglos XIX y XX, están interesados en decidir si son españoles o catalanes?». El cree obviamente que no pero se equivoca de pleno. Desgraciadamente, algunos de esos ciudadanos -muchos de ellos, mis padres por ejemplo, ya fallecidos-, o sus descendientes al menos, no sólo tienen interés en ejercer ese derecho democrático a la autodeterminación de su nación o nacionalidad de adopción o de nacimiento (lo que está muy bien) sino que piensan, errónea y desenfocadamente en mi opinión (es uno de los lemas insistentes del nacionalismo conservador catalán) que solos, con Estado propio, sin dar dineros a una España que «nos» explota (¿), vivirían mejor y, por ello, algunos de ellos cuanto menos y no por motivos de identidad nacional o por catalanismo, ¡votarían a favor de la independencia de Catalunya! Efectivamente, el argumento «padano» trasladado con arraigo a las tierras de Federica Montseny, Salvador Espriu y Joan Salvat Papasseit.
El corolario que extrae finalmente don JCRI es de primer curso de EGB, pero eso sí con suspenso: «En una entrevista en TVE respondió que para decir NO a la independencia. Para decir NO a la independencia de Cataluña, ¿es necesario esperar a un referéndum? ¿No le basta con decir que apoya la Constitución?» ¡Cómo han leído! ¿Pensará don Juan Carlos que los que no decimos amén a sus «sugerentes» propuestas españolistas somos idiotas, memos o estúpidos de remate sin remate final? A estas alturas de su vida y de la Historia, ¿ignora don Juan Carlos cómo se redactaron algunos artículos de nuestra Constitución? ¿No le han explicado nunca los papelitos redactados, con instrucciones militares directas, que llevó en alguna ocasión don Miguel Herrero del Miñón desde el Alto Estado Mayor del Ejército neofranquista a la ponencia constitucional? ¿Por qué debemos apoyar sin reflexión ni matices, en posición de firmes, nuestra sagrada e Inmaculada Concepción… perdón Constitución?
Para marcar una diferencia importante de sensibilidades, así concluye JCRI su melodía gran-nacionalista, señala que, para un nacionalista (es decir, ¡no para él! ¡qué risa doña Sofía!), la historia relevante es la de los conflictos centro-periferia que han tenido como escenario el suelo patrio, mientras que para personas como él, para «un socialista o un progresista español», lo importante son las luchas que han permitido la emancipación del pueblo español. ¡Ahí es nada! En los planteamientos reformistas, y el PSOE lo es, nos recuerda don JC, el Estado es la clave de la transformación y de la nivelación social y económica de los ciudadanos. ¿Nivelación social y económica de los ciudadanos un estado que está entre los países europeos con mayores niveles de desigualdad? ¿Esto es serio o es una broma de muy mal gusto?
Pero no es sólo esto. Hay más, ¡abróchense los cinturones, es la estupidez final!
Muchos de los que se sienten ciudadanos de izquierdas, concluye JCRI, tienen problemas a la hora de comprender cualquier deslegitimación «de la España actual, democrática, constitucional, plural, diversa y descentralizada donde, por primera vez, la izquierda y los progresistas pueden plantear y llevar adelante un proyecto político de igualdad, libertad y solidaridad para todos y entre todos, igual que se hizo tras la aprobación de la Constitución con el primer Gobierno socialista». ¿Una España plural, democrática? ¿Un proyecto político de igualdad, libertad y solidaridad para todos y entre todos? ¿El que llevara a término o iniciara el primer gobierno «socialista», el gobierno de la reconversión industrial, el terrorismo de Estado y el de es bueno, muy bueno, enriquecerse cazando los ratones como a cada uno le viniera en gana? ¿Pero de qué está hablando don Juan Carlos? ¿Nos quiere tomar el pelo? ¿Quiere revisar indocumentadamente nuestra memoria?
No veo los informativos de TV3 ni, desde luego, los de 8TV, la tele de los Godó. El médico y los amigos me lo han prohibido. Pero no es imposible que dediquen o hayan dedicado 10 minutos a «informar» del artículo de JCRI o a discutir sobre él. Tampoco lo es que el servicio de agit-prop del nacionalismo conservador catalán esté imprimiendo miles de copias del artículo de don Juan Carlos para distribuirlo entre amigos, simpatizantes e incluso entre adversarios. Darán solidez a los suyos -¡qué brutos que son los españoles-oles!- y arañarán 100 mil votos más entre sectores no afines a su proyecto neoliberal, falsario, conservador e insolidario.
La reacción ante la barbarie de los hunos lleva, a veces, si no andamos con cuidado, a apoyar sin desearlo la barbarie de los «nuestros». Francisco Fernández Buey nos habló de ello repetidas veces.
PS: Hace ya más de 25 años, el amigo de Agustín García Cavo, Manuel Sacristán, fue entrevistado por Mundo Obrero sobre la situación política española de aquellos años [4]. Copio una de sus reflexiones (fechada en 1984), directamente relacionada con el tema que hemos discutido: «A mí me parece que los nacionalismos ibéricos están más vivos que nunca, los tres. Paradójicamente el menos vivo es el español [¡en 1984!]. Por eso no he dicho los cuatro. Lo digo en el sentido de que en el caso español los nacionalistas son de derechas, incluida mucha gente del PSOE, pero de derechas de verdad. En cambio, en los otros tres nacionalismos, por razones obvias, por siglos de opresión política y opresión física, el nacionalismo no es estrictamente de derechas, sino que hay también nacionalistas de izquierda (…)».
Algunos pensamos en aquellos momentos que el autor de Sobre Marx y marxismo se había pasado un pelín. ¿Conservadores algunos votantes del partido obrero y socialista, del partido de Negrín y Largo Caballero?
Paco Fernández Buey nos comentó con paciencia que pensáramos bien sus declaraciones. De nuevo tenían razón. ¡Qué ojo tenían!
Sacristán seguía diciendo en la entrevista: «a mí me parece que la vitalidad de los tres nacionalismos no españoles de la Península es tanta, que aunque parece tópico yo no creo que se clarifique nunca mientras no haya un auténtico ejercicio de derecho a la autodeterminación. Mientras eso no ocurra, no habrá claridad ni aquí [en Catalunya], ni en Euskadi, ni en Galicia» [la cursiva es mía]
Era un rojo con décadas de lucha antifranquista y comunista democrática, jugándosela repetidamente, quien hablaba.
Notas:
[1] http://elpais.com/elpais/2012/10/31/opinion/1351678574_093821.html
[2] Una de sus primeras maldades políticas: «antes llamado PSC-PSOE sin que se sepa por qué o cuándo dejó de serlo».
[3] Una anécdota sobre el aguilucho. El abuelo materno de mi compañera fue asesinado por rojo en los primeros días del golpe militar. Su mujer, y sus hijos, huyó de su casa. No estaba segura que respetaran su vida. Era sabia y prudente. Volvió a su casa al cabo de un tiempo que no puedo precisar. Bordaba, cuidaba de los suyos, trabajaba en el campo. La historia admirable y poco reconocida de tantas y tantas trabajadoras españolas que vivían en pueblos y ciudades arrasadas y dominadas por el machismo-fascismo nacional católico. Pocos días después, tras su regreso, recibió una visita de nuestra humanista y siempre querida guardia civil, el mismo glorioso cuerpo que asesinó a mi abuelo materno. ¿El motivo de la visita? Obligarla a bordar un precioso y afable aguilucho en la nueva bandera «española». Querían probar su fidelidad al nuevo régimen nacional-católico, el que había asesinado a su marido sin que ella supiera aún dónde había sido «enterrado», es decir, arrojado de cualquier manera. Como materia inerte sin alma.
[4] De la Primavera de Praga al marxismo ecologista. Entrevistas con Manuel Sacristán Luzón. Los Libros de la Catarata, Madrid, 2004 (edición de Francisco Fernández Buey y Salvador López Arnal).
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.