Para reactivar la economía y reducir la burocracia, el país apuesta a las cooperativas y trata de comprender las experiencias internacionales. Sin embargo, ¿las organizaciones serán autónomas? Y fortalecerán los valores socialistas? Traducción: Félix Contreras
Puede haber sido un shock para aquellos piensan que es imposible un cambio efectivo en la economía cubana. El 25 de julio, en una de las más concurridas sesiones de la reunión semestral de la Asamblea Nacional del Poder Popular (especie de poder legislativo) de Cuba, fue la estrella Murillo Marino. Jefe de la comisión del Comité Central del Partido Comunista para la reforma económica, él detalló, durante más de dos horas, los planes para los próximos años.
Gran parte de las empresas estatales dejan de ser mero apéndice de los ministerios y tendrán autonomía financiera y operativa. Más importante aún, 222 pequeñas y medianas empresas, hoy pertenecientes al Estado, serán transformadas en cooperativas, en teoría, 100% autónomas. Una amplia gama de servicios – incluido el transporte público, mercados de frutas, restaurantes y centros de crías de camarones – se llevará a cabo por la nueva gestión de las líneas de la «economía solidaria».
Este proyecto piloto debe ampliarse a futuro. Y, para ello, Cuba comenzó a recibir, a partir de 2011, delegaciones de cooperativistas de distintos países. Dos participantes en este intercambio: un italiano y un griego-canadiense, ambos claramente simpatizantes de la experiencia cubana – han publicado recientemente relatos de sus visitas a la isla y los diálogos mantenidos. Sus narraciones nos ayudan a entender la gran capacidad de movilización nacional e internacional de Cuba, pero al mismo tiempo, las verdaderas dificultades experimentadas por la economía y los intentos de superarlas de manera diferente a las que prevalecieron durante la mayor parte del período revolucionario.
John Restakis, que nació en Atenas y ayudó a articular las redes de cooperación de Toronto (Canadá), desde la década de 1990, publicó su artículo en la revista británica New Internacionalist. Su valoración global de la situación en Cuba es clara: «los ideales de la revolución siguen siendo la vitalidad» y «viejos revolucionarios conservan la autoridad sobre la población.» Sin embargo, «se teme que los futuros líderes no tengan la autoridad moral para liderar los cambios que exige una nueva era. Ellas son profundas.»
La nacionalización casi total de la economía en la década de 1970, y ultra-centralización de las decisiones sobre qué y cómo producir, generó un entorno que desincentivaba la iniciativa individual y colectiva. Como resultado, «un país cuyo primer desafío es alimentar a su población tiene el 50% de las tierras cultivables en manos del Estado sub-cultivados o improductivos. Sólo el 18% son de regadío.»
Un primer intento de resolver esta situación a través de las cooperativas se puso en marcha en 2008 y abarcó principalmente la agricultura. Sin embargo, apunta Restakis que el cambio era sólo aparente. «No hubo ningún esfuerzo para ofrecer a los empleados estatales anteriores, la formación sobre la gestión de una cooperativa.» Asimismo, no se les permitió «decidir dónde comprar los productos, lo que podrían producir, lo que podían vender. Las compras y ventas estuvieron siempre en los órganos del Estado (…) Si la cooperativa quería realizar una actividad nueva, no establecida en su carta fundacional, eso era imposible.»
¿Habrá ahora, una disposición real de ir más allá? Restakis es optimista. «Las lecciones fueron entendidas. Las restricciones están siendo eliminadas y puede surgir un sistema más abierto para que las cooperativas tengan acceso a la oferta y la venta de la producción independiente «, apostó. Y los informes de los primeros cambios ya los ha señalado desde su viaje a Cuba el año pasado como parte de la delegación de cooperativistas de Canadá: «Había cafés, restaurantes y pequeñas empresas en todas partes. Quioscos de tiendas de frutas y artesanía que abundan. La Habana era un hervidero de pequeña vida empresarial.»
Restakis considera, sin embargo, que la batalla no está ganada todavía. Para él, «el futuro del socialismo en Cuba depende de encontrar los modelos económicos que combinen los ideales de la solidaridad, la igualdad y la justicia social con los mercados de la población desatendida, pero abierta».
La información del italiano Marcelo Vieta se publica (en Inglés e Italiano) en el sitio Z-Net. Es más optimista que la de Restakis. Considera, por ejemplo, que a pesar de las dificultades en la producción, Cuba se ha convertido en «el primer país en tener una agricultura predominantemente orgánica.» Pero admite que, a pesar de que decenas de cubanos con quienes ha hablado «tienen alguna experiencia de las cooperativas rurales y urbanas, y de las iniciativas de ‘poder del pueblo’, ellos informan que la mayor parte de ellas es dirigida por el partido, o bajo el control de arriba abajo».
Vieta narra las dos conferencias que presentó en Cuba, en el 2011. En un primer momento, las preocupaciones pragmáticas y teóricas surgieron. Los actores (que estaban muy interesados, por ejemplo, en la experiencia argentina de las fábricas recuperadas por operarios) querían una guía sobre cómo organizar y administrar sus organizaciones «desde abajo», «no con cuotas del gobierno o instrumentos de ese tipo». Al mismo tiempo, estaban interesados en discutir qué papel el sector no estatal podría desempeñar en Cuba, «las virtudes de las cooperativas y los riesgos de abrir su economía a los mercados y las empresas capitalistas.»
La segunda conferencia se orientó a los economistas, los miembros del gobierno central y las autoridades locales que se reunieron en el Centro para el Estudio de la Economía Cubana (CEEC). «También fue una experiencia gratificante», dice Vieta. Estaba más centrada en la discusión conceptual sobre el significado de «economía social y solidaria» y su posible papel en una economía que se pretende socialista. El reporta: su público estaba interesado en debatir como la economía social y solidaria podría ayudar a los cubanos a pensar en un nuevo socialismo, que conecte las grandes reformas económicas propuestas con las prácticas cotidianas de la gente. El diseño de un sector «no estatal» ligado a la economía social y solidaria podría constituir un aterrizaje más suave para cientos de miles de trabajadores que deben abandonar la condición de servidores del Estado (sin un plan claro de la transición hasta ahora).
Y, ¿el noviazgo entre el Estado cubano y las cooperativas tendrá un futuro? Probablemente es demasiado temprano para responder. Sin embargo, un extracto del testimonio del griego-canadiense Restakis subraya tanto la importancia de la nueva experiencia para Cuba, como sus posibles repercusiones para otros países. Dadas las dificultades de la isla, dice, «Las cooperativas son una opción natural, pero se requiere que el liderazgo asuma riesgos y confíe en la gente para llevar esta gran novedad hacia adelante.» Si los gobernantes están a la altura del desafío, «la economía solidaria puede ayudar a construir un nuevo tipo de socialismo cívico en un mundo hoy desesperado por nuevos proyectos.
Fuente: http://alainet.org/active/57112