Un nutrido grupo de artistas e intelectuales, la mayoría de los cuales se adscribía hasta anteayer a las posiciones ideológicas del Ejecutivo socialdemócrata, reclama ahora en un manifiesto publicado por la mayoría de los medios de comunicación que les son políticamente afines lo que ellos llaman «la reconstrucción de la izquierda». Según los rubricantes del […]
Un nutrido grupo de artistas e intelectuales, la mayoría de los cuales se adscribía hasta anteayer a las posiciones ideológicas del Ejecutivo socialdemócrata, reclama ahora en un manifiesto publicado por la mayoría de los medios de comunicación que les son políticamente afines lo que ellos llaman «la reconstrucción de la izquierda». Según los rubricantes del documento en cuestión «el descrédito de la política y las quejas asiduas sobre la corrupción de la vida democrática no pueden dejar indiferentes a las conciencias progresistas». «La izquierda tiene un problema más grave – indican en su documento este grupo de intelectuales orgánicos – que el avance de las opciones reaccionarias en las últimas elecciones municipales. Se trata de su falta de horizonte».
No son pocos los que estos días, a través de artículos y comentarios en la red, manifiestan su estupefacción ante el espectáculo ofrecido a través de este documento por quienes hoy se lamentan con tanta amargura de la inexistencia de «horizontes» para la izquierda. Diríase que este grupo de intelectuales y artistas estiman que la gente es víctima de una suerte de amnesia colectiva y ha olvidado que la mayoría de ellos contribuyó, con una vehemencia propia de los conversos, a presentar al PSOE ante la sociedad española en las pasadas elecciones generales del 2008 como una alternativa auténticamente de izquierdas, progresista, transformadora y digna del voto de los electores. Y como los hechos se han encargado de demostrar justamente todo lo contrario, maniobran con los conceptos y nos atribuyen a todos su propia incapacidad miope para atisbar el horizonte.
En otro párrafo del documento, los que lo suscriben subrayan que «los mercados financieros imponen el desmantelamiento del Estado del Bienestar en busca de unos beneficios desmesurados». Ello ocurre -según estos intelectuales y artistas- porque «el gobierno socialista ha sido incapaz de imaginar otra receta que la de aceptar las presiones antisociales». Para estos firmantes, que reclaman una peculiar y ambigua refundación de la izquierda, los brutales recortes de los derechos laborales de la clase trabajadora, el libre despido, los casi 5 millones de parados, y la ampliación de la edad de jubilación, etc., no son el resultado de la connivencia del Ejecutivo socialdemócrata con los intereses de la patronal, las grandes empresas y los poderes económicos supranacionales, sino tan sólo de una indefinida incapacidad del Gobierno – del que algunos de ellos, por cierto, han sido agraciados beneficiarios – «para imaginar otra receta». Tal planteamiento no deja de tener sus bemoles, sobre todo si se tiene en cuenta que entre los firmantes hay algunos intelectuales de reconocido prestigio como Juan Ramón Capella y Francisco Fernández Buey. Habría que preguntarles a estos ilustres catedráticos de Filosofía del Derecho, insignes discípulos y glosadores de la obra del gran filósofo Manuel Sacristán, cómo hubiera juzgado este riguroso maestro de la coherencia la superficialidad de sus antiguos alumnos al atreverse a considerar como una simple «falta de imaginación» la política de un Gobierno que no ha dudado en entregarse enteramente a los brazos de la patronal y de las altas finanzas europeas.
No deja de resultar cuando menos extraño que, en un tardío hallazgo, los rubricantes del escrito se hayan caído del caballo y tras el batacazo descubrieran -justo después de producirse el fracaso electoral del PSOE– que «la calle se ha puesto de pronto a hablar en alto de política para demostrar su rebeldía». El perogrullesco hallazgo, sin embargo, no parece ni veraz, ni sincero. Si atendemos a las recientes trayectorias de algunos de los «abajo firmantes» el reconocimiento parece obedecer más al deseo de situarse en el sentido de la corriente de la ola juvenil de rebeldía y protesta que se ha extendido por todo el Estado, que a un reconocimiento sincero de los motivos profundos que han generado este inesperado movimiento de rebelión social.
Pero particularmente irritante resulta el paradójico deseo expresado por quienes han firmado el documento aludido al afirmar que «el protagonismo cívico alcanzado en algunos procesos como el referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN, el rechazo a la guerra de Irak o el 15M nos señalan el camino«, cuando hace apenas dos meses muchos de los firmantes no dudaron en apoyar públicamente la brutal agresión de esa misma organización militar contra el
pueblo libio. La mayoría de quienes han suscrito el documento que comentamos han contemplado con un silencio igualmente cómplice durante más de diez años, la aniquilación del pueblo afgano por las fuerzas de la OTAN. ¿Con qué autoridad moral reivindican estos señores el recuerdo del protagonismo cívico de la campaña del referéndum contra la OTAN cuando por por acción u omisión han sido objetivamente cómplices de esa organización militar imperialista? ¿Con qué autoridad moral pretende el juez Baltasar Garzón reclamarnos que compartamos «ilusiones» , cuando su biografía profesional está jalonada de cierre de periódicos y persecuciones a militantes cuyo único delito consistió en denunciar las arbitrariedades del sistema político y económico corrupto al que él presta sus servicios?
Finalmente, el manifiesto concluye con una afirmación que pese a su ambigüedad esconde, posiblemente, los auténticos propósitos de muchos de los que lo firman. «El mundo lo cambian – escriben – quienes, desde los principios y el compromiso cívico, se niegan a la injusticia, rompen con la tentación del acomodo y se levantan y pelean dando sentido a la ilusión. La memoria humana exige una mirada honesta hacia los valores y el futuro. Nosotros estamos convencidos de la necesidad de reconstruir el presente de la izquierda. ¿Y tú?». Consciente o inconscientemente – no podemos hacer un juicio de sus intenciones – los autores de este evanescente llamamiento se sitúan sutilmente en el borde de la línea programada por el futuro candidato del PSOE a las próximas Elecciones Generales, Alfredo Rubalcaba. En el marketing electoral del candidato Rubalcaba figura el objetivo de la recuperación de los sectores del electorado que se abstienen de votar cuando al final de cada legislatura constatan cual es el auténtico rostro de la socialdemocracia. Sin ellos, el PSOE no gana elecciones. Por eso, la única posibilidad de recuperación para los socialdemócratas consiste en intentar reagrupar a estos sectores tras una alternativa supuestamente «nueva» y redimida de pasados «errores derechizantes«. En esa operación se encuentra no solo el PSOE, sino también los sectores más reformistas de IU y otras formaciones políticas ubicadas en espectros ideológicamente similares. Es en ese contexto donde se puede encontrar explicaciones a los propósitos de la dirección de IU de «reconducir» la rebelión de sus bases en Extremadura o el experimento «unitario» cocinado por los marmitones federales de esa misma organización Enrique Santiago y Miguel Reneses entre IUC y «Socialistas por Tenerife«.
En los próximos meses las sirenas que atormentaron a Ulises volverán a tratar de embelesarnos con sugerentes susurros, presuntas novedades y reiterados propósitos de enmienda. Nuevos manifiestos, lenguaje radical, gestos de la ceja y el espantajo de la derecha cavernaria que con tanta eficacia el social liberalismo ha contribuido a fortalecer. Pero la ruta alternativa a elegir ya la están marcando muchos. Está en la calle, donde ha estado siempre.
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