Quienes creyeron que la época en que el saqueo de los recursos naturales era la causa de guerras e invasiones había pasado, se equivocaron. El credo neoliberal de que carece de sentido luchar y matar por algo que se puede comprar, no funcionó. Las guerras por el petróleo en Irak y Afganistán, la agresividad frente […]
Quienes creyeron que la época en que el saqueo de los recursos naturales era la causa de guerras e invasiones había pasado, se equivocaron. El credo neoliberal de que carece de sentido luchar y matar por algo que se puede comprar, no funcionó.
Las guerras por el petróleo en Irak y Afganistán, la agresividad frente a Venezuela, las maniobras para controlar el gas boliviano y más recientemente los empeños por ubicar fuerzas militares sobre el Acuífero Guaraní, revelan que las riquezas naturales con significado estratégico son un dato esencial para apreciar la situación mundial contemporánea.
El Acuífero Guaraní es la tercera reserva subterránea de agua del planeta, compartida por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. Con un área de 1.195.700 kilómetros cuadrados, ese manto freático almacena 37.000 kilómetros cúbicos de agua y abastece alrededor de 500 ciudades.
De un bien ofrecido generosamente por la naturaleza, limpio, barato y prácticamente inagotable, el agua ha pasado a ser un recurso estratégico, comparable únicamente con el petróleo. Sin petróleo la humanidad pudiera sobrevivir, sin agua, no.
El primer estudio global sobre la problemática del agua se publicó en 1998 y reveló que del total de agua existente en la Tierra el 90 % es salobre, el 2 % está congelada en los polos, y sólo el 1 % es potencialmente utilizable para el consumo humano y que el agotamiento de los acuíferos subterráneos representa una seria amenaza para la seguridad de todos los países y para la salud del Planeta en su conjunto.
Al hecho que desde 1950 a la fecha el consumo de agua se haya triplicado, se suma el crecimiento de la población mundial, la expansión de la actividad económica, la urbanización y el agotamiento de las fuentes de suministro por sobreexplotación, contaminación, cambios climáticos o las decisiones erróneas que han provocado una dramática escasez de agua.
A esto se suma el hecho de que casi 2 000 millones de personas, alrededor del 20 por ciento de la población mundial, no tienen acceso a fuentes seguras de agua potable. En la medida en que esta situación se resuelva, el consumo aumentaría hasta en 40 por ciento. En ese momento dos tercios de la población mundial pudieran vivir en países con escasez de agua
El más preciado de los líquidos se ha convertido en un factor de sensible importancia en las relaciones internacionales, entre otras cosas porque cerca del 50 % de la población mundial se abastece de cuencas compartidas entre varios países y, dado que los acuíferos y sistemas hídricos, forman complejos sistemas, los países integrados a ellos, se benefician del sistema en su conjunto y deben asumir obligaciones para su adecuado manejo y protección.
Estas y otras circunstancias están presentes en el extraordinario interés del mundo desarrollado, especialmente de los Estados Unidos por el Acuífero Guaraní que además se encuentra en la llamada «Triple Frontera», un punto de la geografía sudamericana en el que confluyen: Brasil, Paraguay, Bolivia y Argentina y que es eje de otras tensiones, como son el contrabando y el narcotráfico y últimamente la amenaza del terrorismo.
Guiados por sus propios intereses y aconsejados por organizaciones tan poco confiables como la OEA y el Banco Mundial, los gobiernos concernidos han aprobado un proyecto para la protección ecológica del Acuífero y su manejo sustentable.
A esos intereses de naturaleza científica últimamente se han sumado los de naturaleza geopolítica y carácter militar, expresado sobre todo en la presencia de tropas del Comando Sur de las Fuerzas Armadas estadounidenses, que recientemente se basificaron en Paraguay. El punto elegido por los militares para desplegarse, le otorga una posición privilegiada para controlar los hidrocarburos de Bolivia y el Acuífero Guaraní.
Obviamente Estados Unidos está interesado en el control de esa importante reserva de agua dulce, no para beneficio de los países latinoamericanos, sino para su propia seguridad y no dejará de utilizar ninguna de las vías para controlar y eventualmente apoderarse del manto.
Entre otras, ya están en marcha las opciones «científicas», la privatización, el control de las obras de infraestructura y naturalmente la presencia militar.
Estados Unidos tiene sed y Sudamérica agua. Van por ella.
Revista Koeyú Latinoamericano
Caracas, Venezuela