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Adictos a la energía

Fuentes: Centro de Colaboraciones Solidarias

Europa deja la puerta abierta a la energía nuclear. Eso es lo que se desprende del documento presentado por la Comisión Europea, Una política energética para Europa, que plantea una serie de medidas para hacer frente a un doble reto: detener el calentamiento global y reducir la dependencia exterior en materia de energía. La Comisión […]

Europa deja la puerta abierta a la energía nuclear. Eso es lo que se desprende del documento presentado por la Comisión Europea, Una política energética para Europa, que plantea una serie de medidas para hacer frente a un doble reto: detener el calentamiento global y reducir la dependencia exterior en materia de energía. La Comisión sugiere que el futuro político de Europa está ligado a su capacidad para superar los desafíos energéticos que planean sobre el planeta.

La Unión Europea depende en más del 50% del mercado exterior para abastecerse de gas y petróleo. La previsión de la Comisión es que en el año 2030 Europa importará del exterior el 84% del gas, el 93% del petróleo y cerca del 60% del carbón necesario para abastecer de energía a la población y la industria europeas. Sin embargo, las estimaciones más optimistas anuncian que las reservas del petróleo y del gas se agotarán en 50 y 60 años respectivamente.

Las soluciones pasan, según la Comisión, por realizar un uso responsable y eficaz de la energía y por aumentar el peso de las energías renovables. Sin embargo, declaró ser agnóstica en la cuestión de la energía nuclear. Sus técnicos, en cambio, ven importantes «ventajas» en su utilización: es una fuente de energía barata, de bajo nivel de emisiones de dióxido de carbono y con un coste relativo más estable. De los 27 países que forman hoy el gigante europeo, 15 de ellos poseen centrales nucleares y el 80% de la electricidad que se consume proviene de ellas. Las organizaciones ecologistas de la UE se quejan de que relanzar la energía nuclear en Europa sería un paso atrás. Algunos países europeos, como Alemania, se plantean hoy cuáles serán las consecuencias de la moratoria nuclear y su canciller, Angela Merkel, se muestra partidaria de la energía nuclear y de la investigación para que la gestión de los residuos nucleares deje de ser un peligro.

Algunos expertos plantean que el futuro de la energía nuclear será más limpio y menos peligroso ya que se darán avances tecnológicos que mejorarán la seguridad de las plantas nucleares y el tratamiento de los residuos. En el mundo, se construirán de 200 nuevas centrales en menos de 20 años.

Las asociaciones ecologistas, como Greenpeace, exponen que la única vía para asegurar la energía sin dañar aún más al planeta es la inversión en energías renovables. La Unión Europea también quiere hacer los deberes en este sentido y cumplir con lo firmado en Kioto. Para ello propone que en 13 años el 20% del consumo total de energía proceda de fuentes limpias para reducir en 780 millones de toneladas las emisiones de dióxido de carbono, causante del calentamiento global. Y, además, supondrá un increíble ahorro para las arcas europeas, 100.000 millones de euros.

Cuidar el planeta y no agotar sus recursos naturales para que las generaciones futuras puedan sobrevivir debería ser suficiente para que los Gobiernos adoptaran políticas definitivas para aumentar los presupuestos en tecnologías limpias y combustibles menos dañinos para el medio ambiente, como el biofuel. Y también debería ser suficiente para que los consumidores de todo el planeta cambiaran sus hábitos de consumo. El consumo energético disminuiría si apagaran las luces cuando no hay nadie en la habitación o si no dejaran en stand by los aparatos. El 45% del consumo de una televisión se produce en esta fase. Si se dejara de utilizar esta función, se podría dar energía eléctrica a un país como Bélgica.

Un uso eficaz y sin derroche de energía también supone un importante ahorro económico para las familias y los Estados. Tan sólo con bajar un grado la calefacción o el aire acondicionado la factura eléctrica se reduciría un 7%. Mientras, el informe Stern ya denunció que la riqueza de la Tierra se reduciría en más de 10 billones de euros y se produciría un colapso económico similar al crack del 29. Sin embargo, el coste de las medidas necesarias para reducir la catástrofe medioambiental, no superaría el 1% del PIB mundial.

Los países del Sur defienden, sin embargo, que su desarrollo y aumento de bienestar pasa por un mayor consumo de energía. Quizá por ello es necesario que los países privilegiados del Norte den pasos firmes para acabar con el despilfarro. Es hora de trabajar juntos y finalizar con nuestra «adicción» a la energía.