Ser madre soltera a los 19 años no está en la lista de prioridades de la mayoría de las adolescentes. Pero es la realidad de Esther Mkwakwasa, en el distrito de Mulanje, en Malawi, quien quedó huérfana a los 14 años y se vio obligada a pasar de un hogar sustituto a otro hasta que […]
Ser madre soltera a los 19 años no está en la lista de prioridades de la mayoría de las adolescentes. Pero es la realidad de Esther Mkwakwasa, en el distrito de Mulanje, en Malawi, quien quedó huérfana a los 14 años y se vio obligada a pasar de un hogar sustituto a otro hasta que quedó embarazada.
«Mi padre biológico murió cuando era niña, muy pequeña. Mi madre se volvió a casar y luego tuvo cuatro hijos más», relató Mkwakwasa, en su aldea de Namphungo.
«Después de que ella murió, cuando yo tenía 15 años, mi padrastro se mudó y se llevó a mis hermanos y me quedé sola en la aldea de mi madre», continuó. Luego la joven quedó embarazada de un compañero de clase que no se hizo responsable.
«Me sentía humillada y sola, quedé devastada», confesó. «Era como si el mundo entero estuviera en mi contra. Terminé abandonando la escuela porque sentía que todo el mundo me señalaba», añadió Mkwakwasa, quien atribuye su embarazo a creencias y prácticas tradicionales.
En la mayoría de los distritos del sur de Malawi, se acostumbra enviar a las adolescentes a campamentos de iniciación, donde se las alienta a mantener relaciones sexuales con muchachos para poner a prueba su madurez, conocidos como «kutsatsa fumbi», en el ámbito local.
«Tras la iniciación, deseaba seguir teniendo sexo y ni me imaginaba quedar embarazada», arguyó.
En la actualidad, la tímida adolescente es el único sustento de su hijo, con el que vive sola en una habitación que tiene en uno de los terrenos residenciales de su tío. Se gana la vida realizando tareas domésticas en otras casas y trabajando en el campo en las mañanas mientras en las tardes estudia dos horas mientras los vecinos le cuidan al niño.
Mkwakwasa quiere ser enfermera y se esfuerza por reescribir su historia.
La joven es una de las 600.000 adolescentes que volvieron a la escuela en Malawi en 2014, gracias a una iniciativa en la que coinciden el Estado, líderes tradicionales, iglesias, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y otras no gubernamentales como la Agencia Adventista para el Alivio y el Desarrollo (ADRA).
El proyecto «Cuando la madre es una niña», de ADRA Malawi, trabaja con unas 35 adolescentes de siete grupos de aldeas, y lograron que regresaron a la escuela.
La facilitadora de desarrollo comunitario de ADRA en el distrito de Mulanje, Belinda Chimombo, señaló que el proyecto, creado en 2014, atiende a unas 300 madres adolescentes.
«Actualmente trabajamos solo en un grupo de siete aldeas, donde las jóvenes forman 15 grupos de 20 personas cada uno. Nuestro principal objetivo era promover la reinserción escolar de las adolescentes tras observar el elevado abandono escolar en la zona», explicó.
Chimombo acotó que las jóvenes están decididas a terminar la escuela y tienen una actitud dedicada.
La representante de esta zona en el parlamento, Patricia Kaliati, también ministra de Género, Infancia, Discapacidad y Bienestar Social, agradeció a todos los socios que trabajaron duro para que Malawi alcanzara ese logro.
«Mientras hablo con ustedes, cada vez más niñas se reinsertan en la escuela», subrayó Kaliati, quien alentó a las jóvenes a aprovechar esta oportunidad para convertirse en modelos para sus hijos y para otras adolescentes de su comunidad.
«Aunque muchas de ellas son objeto de burlas por volver a la escuela, deben perseverar porque saben que es la única forma de poder lograr sus objetivos, así que no deben inmutarse», añadió.
Pero el proyecto también pone de relieve un asunto espinoso como es el del costo, pues la mayoría de las familias descartan la posibilidad de mandar a sus hijas a la escuela. También es más difícil para ellas calificar en los programas de becas estatales por el carácter competitivo de los mismos.
Al ser consultada al respecto, Chimombo dijo que como el proyecto de ADRA es piloto, y termina en junio de este año, es difícil convencer a los donantes de mantener el apoyo económico por cuestiones de sostenibilidad. Pero Kaliati dijo que ya comenzaron a patrocinar a algunas de las jóvenes.
«Al inicio del año lectivo este mes, patrocinamos a unas 15 estudiantes. En unos días, nos reuniremos con otros actores para diseñar el camino a seguir», indicó.
En Malawi se atribuyen los embarazos adolescentes y los matrimonios precoces, en especial en las zonas rurales, a creencias y prácticas tradicionales.
El último estudio sobre el avance de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, cuyo plazo de concreción venció en 2015, concluyó que una de cada dos muchachas se casa antes de los 18 años, y hay algunas que incluso lo hacen a los 12.
El estudio también concluyó que el empoderamiento y el avance de las niñas se frena por el impacto de la violencia generalizada, los matrimonios precoces, los embarazos adolescentes, la mortalidad materna y la baja escolarización, así como la incapacidad del sistema para retenerlas.
Pero las cosas cambian lentamente a medida que los líderes tradicionales adoptan nuevas ideas e implementan nomas para atender esos problemas.
Traducido por Verónica Firme