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África se cuela en Toronto mientras Donostia posa su mirada en otros continentes

Fuentes: Rebelión

En este final de verano atípico salpicado por crispadas noticias económicas, desastres ecológicos y excitación social, el Festival de cine de Toronto (TIFF) y su homónimo vasco Donostia Zinemaldia (DZ) han dado a conocer, inalterables, sus programas. Encargados de abrir la temporada otoñal, y tratando de mantener su equilibrio en una inestable situación mundial a […]

En este final de verano atípico salpicado por crispadas noticias económicas, desastres ecológicos y excitación social, el Festival de cine de Toronto (TIFF) y su homónimo vasco Donostia Zinemaldia (DZ) han dado a conocer, inalterables, sus programas. Encargados de abrir la temporada otoñal, y tratando de mantener su equilibrio en una inestable situación mundial a la deriva que seguramente les salpicará, el TIFF planea abrir sus puertas desde el 6 de septiembre y durante 10 días, relevo que tomará poco después la capital guipuzcoana (del 21 al 29 de septiembre).

Como cada mes de septiembre desde hace 36 años, el que se ha convertido en el festival más importante de América, el TIFF, desplegará toda su maquinaria en un delicado ejercicio de equilibrismo entre fanfarria mediática e innovación estética. El boato del Star System encontrará su espacio en galas, presentaciones especiales y homenajes a grandes autores que darán paso, al apagarse las ruidosas cámaras de televisión, a la apuesta por nuevos formatos, directores y géneros, a la búsqueda de nuevas vanguardias, a los debates sobre el espacio del cine en el futuro y a puntuales encuentros con sus protagonistas… El TIFF, considerado por algunos el mercado cinematográfico mundial más potente en la actualidad, mantiene un formato oscilante que brega por mantener estable la balanza entre la grandiosidad propia exigida por una industria que produce millones y el desafío de encumbrarse como referencia de la avanzadilla artística contemporánea. La renovación pasa por ser capaces de atraer a un público exigente de una de las ciudades más cosmopolitas y sofisticadas del mundo sin desatender a los intereses de los medios de comunicación y socios inversores. Las variedad de procedencia, estilos y temas de las películas es el centro desde el que irradia el diálogo entre profesionales, artistas y público; termómetro para medir compras y que marcará los derroteros del año cinematográfico desde múltiples ángulos.

Cuatro películas subsaharianas se han colado en este maremágnum de propuestas: los largometrajes de ficción O grande Kilapy, de Zézé Gamboa (Angola, Brasil y Portugal), Sleeper’s Wake, de Barry Berk (Sudáfrica), Virgem Margarida, de Licinio Azevedo (Mozambique) y el mediometraje documental The Walls of Dakar, de Abdoul Aziz Cissé (Senegal).

No es habitual que coincidan dos cintas lusófonas africanas en un festival de la magnitud del TIFF, y este año lo hacen en la sección Contemporary World Cinema dos viejos conocidos para los seguidores del cine africano: Licinio Azevedo y Zézé Gamboa. Licinio Azevedo, histórico director y escritor mozambiqueño que había participado en las experiencias renovadoras de Jean Rouch y Jean-Luc Godard en el INC (Instituto Nacional de Mozambique), tras una larga trayectoria fílmica a sus espaldas en la que predomina el documental, recurre esta vez a la ficción para contarnos una historia situada en Maputo en el año 1975. En 1999 Azevedo había filmado el documental The Last Prostitute, recopilando declaraciones de las mujeres que habían sido enviadas a los campos de reeducación tras la liberación del país de los poderes coloniales. Serán estas fuentes de primera mano la base de su filme más reciente co-escrito con Jacques Akchoti y producido por Pedro Pimenta, ubicado en los momentos posteriores a la independencia de Mozambique, cuando el gobierno nacional, empeñado en borrar todas las trazas del colonialismo, envía  a unas 500 prostitutas a campos de re-educación bajo el cuidado de la guerrilla para devenir «mujeres nuevas». El conflicto surge cuando la joven Margarida, virgen de 16 años, es incluida por error dentro de este contingente humano… Conociendo la capacidad experimentadora y el espíritu crítico del director, el estreno mundial de Virgem Margarida será el inicio de una serie de numerosas proyecciones en otros festivales, así que sólo nos queda esperar a que llegue a una pantalla más cercana.

Después del éxito internacional de O Heroi en 2004, año que hacía soñar en un antes y un después en la producción cinematográfica angoleña al estrenarse simultáneamente O Heroi, de Zézé Gamboa, O Comboio da Canhoca, de Orlando Fortunato y Na cidade vazia, de Maria João Ganga, Zézé Gamboa continúa casi una década más tarde su labor de reconstrucción nacional con O Grande Kilapy. Para este film, Gamboa ha contado en el papel protagonista con uno de los actores negros de más reconocimiento en Brasil: Lázaro Ramos. Se trata de un reclamo nada desdeñable para la mayor audiencia en portugués del mundo (la brasileña) prolongando esa costumbre de Gamboa de mezclar actores locales con extranjeros motivadas por la necesidad de financiación internacional y que, a pesar de ciertas críticas a la variedad de acentos y dicciones, tan buen resultado le diera en esa personal revisión africana del drama post-bélico neorrealista Ladri di biciclette (Vittorio De Sica, 1948) que fue O Heroi. En su obra más reciente aún por estrenar, regresamos a la víspera de la Angola independiente de mediados de los años 70, cuando un hombre apolítico y de buen corazón lleva a cabo un timo contra el gobierno colonial que le llevará a ser considerado héroe de la liberación nacional. Según los programadores del TIFF estamos ante un «drama histórico sardónico» y algo de ello creemos entrever en el trailer. La fe del director en el uso del cine como «medio poderoso de desarrollo», sirviéndose de sus cualidades alegóricas, simbólicas y críticas, serán sin duda elementos claves de su nueva película, otro estreno que está levantado gran interés entre los conocedores de los cines africanos.

No podía faltar la representación sudafricana en los años que corren. Para este TIFF 2012, Sudáfrica cuenta con la primera película de Barry Berk tras su experiencia en televisión. Se trata de Sleeper’s Wake; adaptación de la novela homónima archipremiada de su compatriota Alistair Morgan. La descripción de la película por la programadora siria Rasha Salti alude a un drama psicológico con grandes dosis de suspense, en la que se cuelan «alegorías no habladas sobre culpas y oscuros secretos enterrados, temas particularmente resonantes para una nación en la que «truth and reconciliation» continúan siendo un legado de vergüenza y puro dolor».

En el ámbito del documental, el senegalés Abdoul Aziz Cissé explora la cultura popular urbana de disenso político-social de la capital, Dakar. Dando la palabra y devolviendo la imagen a pintores, raperos y grafiteros, investiga la extensión de un lenguaje que escapa a la censura para criticar la situación actual de un país que vive una de sus etapas más revueltas. Abdoul Aziz Cissé sigue la estela de una pléyade de documentales de temática similar que han ido surgiendo por todo el continente, y que tuvo su mayor exponente en la segunda película del director egipcio independiente Ahmad Abdalla: Microphone (2010). La creciente insatisfacción de jóvenes creadores es una constante en África a la que no escapa un país de cultura tan rica como Senegal, y de la que habíamos tenido una muestra recientemente con Yolee (2011), de Moussa Sené Absa.

Completando el panorama del continente, del Egipto surgido de la primavera árabe nos llega After the Battle, de Yousry Nasrallah (coproducción con Francia) y de la vecina Argelia la ficción Zabana!, de Saïd Ould-Khelifa y el documental Fidaï, de Damien Ounouri.

Como broche para no perderse aquellos que tengan la posibilidad de ir a Toronto, una joyita de la sección paralela Wavelenght: Big in Vietnam, cortometraje de la hija del compositor senegalés Wasis Diop y sobrina del director Djibril Diop Mambety, Mati Diop. Conocida como el público como la actriz protagonista de la película de la francesa Claire Denis 35 Shots of Rum (2008), si la genialidad se hereda, sin duda este nombre sonará abundantemente en el futuro.

A la renovación y apuesta por la novedad del TIFF se opone la Sección Oficial de Donostia, empeñada en mantener una dosis excesiva de arcaicas alfombras rojas, con su manido recurso a autores occidentales de renombre para el placer de los lobbies de la prensa generalista. Como nos vienen acostumbrando, entre el dominio europeo se cuela sistemáticamente algún nombre de otras latitudes, en esta ocasión la china Emily Tang, el iraní Bahman Ghobadi, el libanés Ziad Doueiri y el argentino Carlos Sorín. Completan este elenco creado para la diversión y asentimiento de la cinefilia local y los medios especializados tradicionales los franceses Costa-Gavras y François Ozon, Barbara Albert (Austria), Laurent Cantet (Canadá), Sergio Castellitto (Italia), Lasse Hallström (Suecia) y los españoles Fernando Trueba, Pablo Berger y Javier Rebollo. Sin despreciar la calidad de los apenas citados, la tendencia geográfica y estética que, desde hace años, enfatiza en Donosti las relaciones culturales y artísticas entre Latinoamérica y Europa tiene, como contrapartida, la contaminación de esta preferencia al  resto de secciones del festival. A pesar de que en las 17 películas que competirán por el Premio Kutxa-Nuevos Directores encontramos una diversidad mayor, la 60 edición de DZ es localista y eurocéntrica en conjunta, encontrándose muy alejada de la celebración de voces internacionales del festival canadiense, una de las cualidades que lo ha llevado a ser reconocido como escaparate de referencia anual de críticos, profesionales y espectadores a escala global.

Fuente: http://africaencine.com/2012/08/20/africa-se-cuela-en-toronto-mientras-donostia-posa-su-mirada-en-otros-continentes/