Hace unas tres semanas el diario Abc color publicaba una serie de artículos desenmascarando un posible fraude en un negocio de agrocombustibles. Una empresa norteamericana, liderada por paraguayos, había presentado un verdadero megaproyecto de inversión para producir biodiesel en el país. Los proponentes lograron, aparentemente, engatusar a las autoridades gubernamentales y despertar su entusiasmo. La […]
Hace unas tres semanas el diario Abc color publicaba una serie de artículos desenmascarando un posible fraude en un negocio de agrocombustibles. Una empresa norteamericana, liderada por paraguayos, había presentado un verdadero megaproyecto de inversión para producir biodiesel en el país. Los proponentes lograron, aparentemente, engatusar a las autoridades gubernamentales y despertar su entusiasmo. La referida serie de artículos se encargó de desnudar las incoherencias del proyecto tanto a nivel técnico como económico y financiero y también puso en evidencia dudosos antecedentes y prácticas empresariales, así como la precaria situación económica de la empresa en cuestión. Finalmente, y con justa razón, los autores se preguntaban «megaproyecto o megabuzón»? No entraré en detalles, remito al lector a los referidos artículos, cinco, publicados en abc color los días 12 a 16 de agosto (www.abc.com.py ).
Es que las colosales cifras de las que se habla, el calibre de los personajes que están envueltos (hace pocos días tuvimos la visita de nada menos que uno de los directivos de la entidad creada por el gobierno usamericano para impulsar la producción de agrocombustibles a nivel mundial), los seminarios y congresos internacionales que se celebran en todas partes y el tamaño de las transnacionales que aparecen en escena, despiertan grandes expectativas y entusiasmos y no es de extrañar entonces que aparezcan algunos vivillos tratando de pescar en río revuelto.
No serán raras las noticias contando de negocios turbios, estafas, etc., en este campo. Pero ya está instalado un enorme fraude que nadie ve, o que nadie quiere ver o decir que lo ve. No es una estafa de negocios, sino que es intrínseco a los agrocombustibles. Los mismos agrocombustibles, así como son presentados ante la opinión pública, son un engaño. Expondré a continuación algunas de las características de este verdadero fraude.
Un primer aspecto es la presentación de los agrocombustibles como amigables al medio ambiente. Es cierto que quemando un litro de etanol o de biodiesel se libera a la atmósfera menor cantidad de dióxido de carbono que si se quemara la misma cantidad de nafta o gasoil. Pero eso es la mitad de la verdad ya que los agrocombustibles provienen de cultivos que consumen grandes cantidades de petróleo en forma de fertilizantes, plaguicidas o combustibles para las máquinas usadas en la siembra, la cosecha y el procesamiento. Incluso hay estudios que demuestran que el balance energético es negativo porque en varios casos la energía que se gasta para producirlos es mayor que la que se obtiene de su uso.
Por otra parte, los agrocombustibles tienen menor poder calorífico que sus correspondientes derivados del petróleo, entonces se debe consumir más cantidad de agrocombustibles para obtener el mismo trabajo que se logra con los combustibles fósiles. En consecuencia, la supuesta amigabilidad con el medio ambiente ya ni siquiera es una media verdad, sino apenas un tercio de ella.
El engaño de presentar a los agrocombustibles como favorables al medio ambiente se utilizó para lograr su aceptación inicial, para vencer las resistencias que existían hace pocos años. Ahora que todo el mundo está encandilado con la esperanza de una nueva e inagotable, renovable abundancia y de negocios fabulosos, ya casi no se recurre a él, en parte, porque es un argumento muy débil, muy fácil de desenmascarar.
Otro de los componentes del fraude es el que ahora está haciendo su trabajo. La promesa de grandes inversiones con los consiguientes beneficios para el país y su gente. Realmente, se están invirtiendo decenas de miles de millones de dólares en cultivos, en plantas procesadoras y en infraestructura en todo el mundo. Ya se han realizado algunas inversiones en nuestro país y están planeadas otras más (no necesariamente al estilo de lo denunciado por los artículos de abc) y es de esperar que ocurran muchas más en un futuro cercano. Pero, ¿qué ocurrirá luego? ¿Qué será de los prometidos beneficios para el país y su gente?
Para predecir el futuro se debe recordar que el negocio de los agrocombustibles está basado en monocultivos extensivos, con utilización masiva de agroquímicos (fertilizantes y plaguicidas), mecanización intensiva de las labores agrícolas, en muchos casos una gran demanda de riego, grandes plantas procesadoras y una enorme infraestructura de comercialización y distribución. Habría que citar futuros componentes del escenario, como la utilización a gran escala de material genéticamente modificado. Todo apoyado en ingentes recursos financieros. Es decir, no se trata de negocios familiares, de pymes, sino de una actividad en la que está empeñado a fondo el gran capital. Y en el modo de producción capitalista, en cualquier actividad productiva quien se lleva la totalidad de los excedentes, de los beneficios, es el dueño del capital, no quienes trabajan.
El país es el dueño del suelo y de su fertilidad, del agua y del medio ambiente. El resultado del modelo agrícola que da sustento al negocio de los agrocombustibles es la degradación del suelo, la pérdida de su fertilidad por erosión y por la acción letal de los agrotóxicos sobre los organismos que viven en él. Otro resultado es el agotamiento de los acuíferos cuando hay riego intensivo y éste es un requisito indispensable y se quiere que la productividad local de la caña de azúcar alcance los niveles brasileños. Los agrotóxicos envenenan los acuíferos tornándolos inadecuados para consumo humano y de cualquier otro ser viviente, excepto los organismos genéticamente modificados para resistir su toxicidad. Quien tenga dudas acerca de la afectación de los acuíferos que pregunte sobre la situación del acuífero Patiño del que beben Asunción y el departamento Central. Las selvas, el medio ambiente en general, su inapreciable biodiversidad, son rápida e irreversiblemente afectados por este modelo agrícola, ya sea por acción de los agrotóxicos o porque desaparecen víctimas de su insaciable hambre de nuevas tierras sobre las que expandirse.
Los perjuicios: erosión y pérdida de fertilidad del suelo, agotamiento y contaminación de acuíferos, ruina del medio ambiente quedarán en el país. El grueso de los beneficios se lo llevarán afuera los dueños de los capitales. Quien tenga dudas que se haga la siguiente pregunta: ¿paga el negocio sojero, que es el mismo modelo agrícola, algún impuesto por los beneficios que obtiene a costa del agotamiento de los recursos que consume? Encima hay quien sostiene que se deben dictar leyes que establezcan exenciones fiscales y otras ventajas para atraer capitales.
Por otra parte, hay que desechar toda esperanza de que alguien nos dará (o prestará, al menos) capitales para que nosotros mismos emprendamos el negocio. Al respecto, el presidente brasileño Lula fue muy claro en su última visita a Asunción. Dijo que el BNDES (Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social) prestaría algunos miles de millones de dólares… pero a empresarios brasileños para que ellos vengan a invertir a nuestro país (y se lleven las ganancias).
Otro espejito es la creación de grandes cantidades de puestos de trabajo que permitirán a la gente vivir mejor que ahora y con dignidad. Veamos lo que ha ocurrido en otros países. Para ello transcribo partes de una entrevista a Bruno Ribeiro de Paiva, defensor de los trabajadores rurales azucareros y fruticultores, de la Comisión Pastoral de la Tierra y de la Federación de Trabajadores de la Agricultura de Pernambuco. «Hace 15 años, en Pernambuco se estimaba en 240 mil los empleados permanentes del sector. Según los datos de la zafra 2001/2002 pudimos contabilizar una pérdida definitiva de cerca de 150 mil puestos de trabajo en la región azucarera pernambucana. Hoy hay menos gente empleada, pero que trabaja mucho más, con lo que ello conlleva de riesgo de salud para los operarios. La eficiencia y el bajo costo de la producción azucarera brasilera se explican por la ausencia de beneficios sociales de esa mano de obra y por la depredación del medio ambiente. En el estado de São Paulo, hace quince años un trabajador que cortara 4,5 toneladas diarias completaba su jornal; hoy ninguna empresa contratará a alguien que corte menos de 9 o 10 toneladas por día. Es una labor muy insalubre para el ser humano. Por ello no encuentras trabajadores con más de 40 años en la azúcar. A su vez, las mujeres no forman parte del trabajo en la caña, fueron excluidas de las zonas azucareras.»
Ribeiro de Paiva también agrega: «En Pernambuco hace 15 años había cerca de 43 ingenios. Diecinueve de ellos cerraron, y esas tierras se incorporaron a los ingenios que quedaron. Actualmente, las empresas poseen en promedio unas 30 mil hectáreas de tierra. En São Paulo la situación es similar. Son enormes desiertos verdes, prácticamente vacíos de gente, ya que sus pobladores fueron expulsados hacia las periferias pobres de las ciudades. A la enorme concentración de tierras en pocas manos, a la expansión de la caña a áreas impropias, se da una alta concentración de la industria. Son los mismos grupos empresariales que van saliendo de un lugar a otro expandiéndose.»
Enormes desiertos verdes, vacíos de gente. Concentración de tierras, campesinos expulsados a los cinturones urbanos de miseria. ¿No es eso lo que está produciendo la sojización del país? No hay razón alguna para pensar que una futura expansión de los cultivos de caña de azúcar vaya a tener efectos diferentes.
La otra gran promesa es el desarrollo económico que el boom de los agrocombustibles va traer al país. Ante lo que nos contaba Ribeiro y Paiva y lo que podemos constatar en nuestro propio país, prometer desarrollo económico ya no sólo es un engaño, sino que se trata de una burla sangrienta.
Pero veamos esta promesa de desarrollo desde otro punto de vista. ¿Por qué será que se les ocurrió invitarnos a este banquete, al negocio de los agrocombustibles? La respuesta es simple, ellos ya no tienen tierras para cultivar, nosotros sí. La Unión Europea ha decidido que para el 2020 el 10% del combustible motor que consuma provenga de los agrocombustibles. Si piensan producirlo localmente deberían destinar a ello el 70% de sus tierras cultivables. Si toda la producción usamericana actual de maíz se destinara a producir etanol se cubriría apenas el 12% del consumo actual de naftas. Cálculos basados en los mejores escenarios de producción, con cosechas irrealisticamente grandes y altos rendimientos en agrocombustibles, terminan exigiendo 120% de toda la tierra arable de Usamérica para producir biomasa y sustituir el consumo anual de combustibles fósiles. Realmente ya no tienen tierras para satisfacer su pantagruélico consumo.
Si nosotros nos desarrolláramos y alcanzáramos niveles de consumo parecidos a los del primer mundo, entonces nuestras tierras apenas serán suficientes para satisfacer nuestras propias necesidades de agrocombustibles. No sobrará casi nada para ellos. ¿Puede alguno seguir creyendo, entonces, que «ellos» van a permitir que nosotros nos desarrollemos? Obviamente, este modelo de producción de commodities agrícolas para la exportación, a precios fijados por el mercado internacional (es decir, por «ellos»), no es un modelo de desarrollo, sino un modelo para perpetuar y profundizar la situación de dominación neocolonial en la que nos encontramos.
Se necesitan cada vez más tierras y se están agotando las disponibilidades. La codicia de ganancias hace que se dejen de cultivar alimentos para poder producir cada vez más agrocombustibles. La consecuencia es que los precios de los alimentos aumentan y cada vez hay más gente que ya no puede pagarlos. El fraude consiste en dejar vacías las barrigas de los pobres para llenar los tanques de los autos de los ricos. No me ocuparé de este aspecto en particular, ya lo hizo brillantemente uno a quien muchos suelen dar por muerto (Consultar las reflexiones del presidente Fidel Castro en www.granma.cu ).
Cuando a uno le prometen algo y le dan otra cosa, a eso se le llama fraude. Es lo que pasa con los agrocombustibles, por eso les he llamado fraudulentos.