Festival Juruena Vivo, en Juara (MT), comunidades indigenas y movimientos sociales discutieron la situación de los ríos de Amazonas / Thaís Borges La cuenca del Rio Tapajós, en el corazón de la Amazonas, pulsa una tensión explosiva: de un lado, están proyectos de más de 40 grandes hidroeléctricas, autopistas, ferrocarriles, hidrovía, complejos portuarios y todo […]
Festival Juruena Vivo, en Juara (MT), comunidades indigenas y movimientos sociales discutieron la situación de los ríos de Amazonas / Thaís Borges
La cuenca del Rio Tapajós, en el corazón de la Amazonas, pulsa una tensión explosiva: de un lado, están proyectos de más de 40 grandes hidroeléctricas, autopistas, ferrocarriles, hidrovía, complejos portuarios y todo más que un gran corredor de exportación de commodities demandan, además, claro está, de grandes proyectos de minería.
Por otro lado, pueblo indigenas y comunidades tradicionales que ocupan la región hace más de 10 mil años, cuyos territorios componen uno de los corredores forestales con mayor diversidad socio-ambiental del planeta. Los conflictos que se establecen en ese escenario revelan distintos proyectos de nación para el país.
Por siglos despreciado, la región se tornó en los últimos 15 años el orgullo del agronegocio brasileño, alcanzando los más altos indices mundiales de productividad. El estado de Mato Grosso – líder absoluto en la producción nacional de soja -, presentaba pésimas condiciones para la comercialización de sus cultivos, era preciso transportar los granos por millones de kilómetros en carreteras hasta el embarque para la exportación en los puertos de Santos (SP) o Paranaguá (PR).
En la frontera norte de Mato Grosso, el agronegocio nace, entonces, ligado a tres sueños dorados: la pavimentación de la carretera BR-163 (Cuiabá – Santarém), el ferrocarril que correría paralelamente a la BR-163, ya bautizada como «Ferrogrão», y, el más ambicioso, la hidrovía Pires-Tapajós.
La pavimentación de la BR-163, que por décadas llegó a ser considerada una utopía, hoy está prácticamente concluida. Hasta el puerto de Miritituba, en Itaituba (PA), faltan apenas cerca de 110 km que ya se encuentran en obras. La construcción del Ferrogrão, por su parte, fue anunciada por Michel Temer después que tomó pose como presidente de la República. La obra integra el lote prioritario del programa de concesiones en infraestructura como previsión de ser vendida este año y ya cuenta con un complejo portuario parcialmente construido en Miritiuba.
Esta vez, entonces, parece ser el polémico proyecto de hidrovías Teles Pires- Tapajós.
Carlos Fávaro, actual vice gobernador del estado de Mato Grosso y presidente de la Aprosoja, mayor cooperativa de soja de Brasil, define con entusiasmo al Tapajós como el «Mississipi brasileño» y como una «dádiva de Dios».
De hecho, Fávaro se entiende a si mismo y a los suyos como «agradecidos de Dios» por poder acortar distancias y aumentar vertiginosamente sus lucros con la transformación de los rápidos ríos de la cuenta del Tapajós en una succión de canales navegables hasta los puertos del Atlantico, desde donde la soja navegaría en dirección a los mercados asiáticos y europeos.
Resta, entonces, esclarecer por quien baten las campanas divinas: si apenas por los sojeros representados por el vice gobernados o también por los muchos pueblos que viven tradicionalmente en las exuberantes florestas a los márgenes de los ríos Teles Pires y Tapajós y para quien muchas de las cascadas de esos ríos son sagradas.
Osadía en la Plaza del Colonizador
Entre los días 27 y 30 de octubre del 2016, la pequeña ciudad de Juara (MT), en la cuenca del río Juruena, fue escenario del 3° Festival Juruena Vivo. El encuentro sirvió de palco para escuchar la voz de aquellos generalmente desconsideradas en el escenario político en la toma de decisiones acerca del destino de los ríos de Amazonas. Comenzaron los representantes de los pueblos Apiaká, Kayabi, Munduruku, Manoki, Myky, Nambikwara, Rikbaktsa, ademas de pescadores, campesinos, movimientos sociales, investigadores y ONGs, sumando más de 300 participantes.
El munduruku Cândido Waro, por ejemplo, describió emocionado la dramática situación vivida por su pueblo: «Dos diques, Teles Pires y São Manoel, fueron construidas en el limite de nutras tierras. Están destruyendo nuestras vidas. El río Teles Pires está sucio. Nuestro hijos están muriendo de diarrea. Los peces están acabando. Nosotros no queremos los diques, pero el gobierno no nos escucha. Están destruyéndonos».
Irónico e ilustrativo, el evento que celebras un autentico levantamiento contra el modelo colonial fue en la plaza central de Juara, junto a la gran «Estatua del Colonizador». Erguida en 2010, el monumento ostenta una reluciente placa cromada donde se lee: «Aquí comenzó nuestra historia, […] porque fue en este mismo local que Zé Paraná y otros miembros de la Sibal [Sociedad Inmobiliaria de la Cuenca de Amazonas] iniciaron la trayectoria en medio de las cenizas de la primera caída».
Para Andreia Fanzeres, coordinadora del Programa de Derechos Indigenas de la ONG Operación Amazonas Nativa (OPAN) y organizadora del encuentro, el hecho del evento haber sido en la Plaza del Colonizador no fue casualidad: «Todas las personas que participaron del Festival es de aquí mismo. Es gente silenciada, gente que sufre prejuicio, es gente excluida de la vida urbana, en el propio municipio. Traer a esas personas para una plaza llamada del Colonizador, fue una gran osadía».
La «historia que comenzaba» era, en verdad, la negación de la trayectoria de los pueblos locales y la secuencia de la historia campesina sin tierra como producto de la concentración latifundista en el Sur del país. Zé Paraná fue uno de los beneficiados del programa de colonización de la dictadura militar, que dividió el norte de Mato Grosso entre algunos pocos «dueños». La región de Juara fue entregada a Zé Paraná, así como Sinop quedó para Ênio Pipino, Alta Floresta para Ariosto da Riva y así. Los nuevos «dueños» de los territorios milenariamente ocupados por pueblos indigenas vendían parcelas de las inmensas tierras que recibían a los campesinos sin tierra del Sul del país. Estos, a su tiempo, se tornaban compulsivamente expropiadores de los pueblos indigenas y punta de lanza del silencio de cualquier historia que los precede; un proceso que sigue, como vemos, siendo escrito en la plaza publica hasta hoy.
Como la inscripción del monumento grava con orgullo, los agricultores que llegaron «comenzaron la historia» haciendo lo que sabías: destruir y quemar las florestas para plantar. Al contrario de los que decían el slogan del programa de colonización, Amazonas no era «Una tierra sin gente para una gente sin tierra». No tardaría para que comenzaran a aparecer conflictos con pueblos indigenas y comunidades tradicionales en lucha por el reconocimientos de sus territorios.
La verdad, hasta la Constitución de 1988, los pueblos indigenas luchaban por el derecho de continuar siendo indios, una vez que las tierras indigenas era áreas destinadas a esos pueblos «mientras» ellos fuesen «asimilados» a dicha sociedad nacional.
El más reciente episodio de esta épica y secular lucha es trabada ahora, cuando los indios ya perdieron sustantivas porciones de sus territorios. Muchas tribus quedaron confinadas a fragmentos de tierra, como en la porción de Mato Grosso de la cuenca del Tapajós, asediada por la expansión de la frontera norte del agronegocio y aún más amenazada por las pretensiones logísticas encima de lo que sobró de los territorios indigenas.
Tapajós bajo ataque
La reforma agraria y el reconocimiento de los territorios indigenas y de las comunidades tradicionales, luchas históricas de los movimientos sociales brasileños, era entendidos como un hecho ciertos durante la gestión del Partido de los Trabajadores (PT). Pero tales medidas no fueron tomadas. Como explicaremos en las próximas notas de la seria «Tapajós bajo ataque», los últimos años agravaron el problema y hoy la región está inmersa en serios conflictos territoriales que alimentan los asustadores y crecientes números de muertes violentas en el campo.
En una declaración realizada el día 17 de noviembre del 2016, en la Conferencia del Clima de la ONU, el ministro de Agricultura e icono del agronegocio brasileño, Blairo Maggi, ilustró claramente la posición del sector al clasificar las muertes en el capo de «problemas de relación», intentando reducir los graves y estructurales conflictos sociales a meras cuestiones personales.
Fernanda Moreira, del Consejo Indígena Misionario (CIMI), en entrevista para The Intercept Brasil, ve la cuestión de un modo más complejo: «los asustadores números de la violencia contra indigenas, campesinos y líderes de movimientos sociales indican el carácter etnocida de las luchas en el campo, pero evidencian, también, la intensidad de la resistencia de esos grupos».
Esta es la primera nota de la serie exclusiva «Tapajós bajo Ataque», escrita por el periodista Sue Branford y por el Licenciado en Ciencias Sociales Mauricio Torres, que recorrieron la cuenca del Tapajós. La serie es producida en colaboración con Mongabay, portal independiente de periodismo ambiental. Lea la versión en ingles, y acompañe otras notas en The Intercept Brasil.
Traducción: María Julia Giménez