Descubrí a Agustín García Calvo en plena adolescencia con la lectura del Sermón del Ser y el no-Ser. Me impresionó profundamente y fue una de las influencias que me condujeron a estudiar filosofía. Quizás Agustín García Calvo, tan poco citado en las instituciones filosóficas académicas, sea uno de los más interesantes filósofos vivos, y no […]
Descubrí a Agustín García Calvo en plena adolescencia con la lectura del Sermón del Ser y el no-Ser. Me impresionó profundamente y fue una de las influencias que me condujeron a estudiar filosofía. Quizás Agustín García Calvo, tan poco citado en las instituciones filosóficas académicas, sea uno de los más interesantes filósofos vivos, y no sólo del país. Su libro autobiográfico Registro de recuerdos, que leí hace poco me pareció uno de los ejercicios más expresivos del género. Esto me llevó a comprar el librito que nos ocupa, Cosas que hace uno, por el precio de 5 euros. No estaba muy convencido porque en las poco más de 60 páginas Agustín García Calvo se limitaba a hablar de las actividades a las que se había dedicado a lo largo de los 84 años de su vida. Pero el libro vale la pena y es un magnífico complemento de su registro de recuerdos. Podemos añadir el placer de leer en esta entrañable editorial del propio Agustín, donde puede publicar libremente sus libros, a buen precio, excelente formato y con clarísima letra.
Mi relación con Agustín García Calvo es ambivalente, me produce fascinación y rechazo al mismo tiempo. Su capacidad para dar la vuelta a nuestras opiniones establecidas, para cuestionar los tópicos, vengan de donde vengan, lo sitúa en la mejor tradición de la filosofía. Es un ejercicio radical del pensar crítico, de decir lo no dicho, de abrir nuevos horizontes al pensar. Y hacerlo además no desde planteamientos abstractos sino desde las cuestiones más concretas de nuestra vida cotidiana. Su idea de los mass-media como Medios de Formación de Masas, de la orientación al futuro como la Administración de la Muerte son geniales. Su defensa sin complejos de la Razón común, desde la afirmación de Heráclito, me parece también una buena formulación frente a todos los relativismos y postmodernismos donde todo son construcciones ideológicas.
Son sólo dos ejemplos que valen como invitación a su lectura. Recojo también aquí su afirmación, que me parece cierta, de que sus intervenciones nunca aburren. Pero es sobre todo su libertad de espíritu y de acción, su capacidad de vivir como él ha elegido.
Ahora bien, he de reconocer que Agustín García Calvo me ha despertado y me continua despertando sentimientos de rechazo. Él mismo dice que no acepta la crítica porque ni defiende ni quiere defender alternativas a la Realidad que critica, ya que entonces formarían parte de ella. Pero ¿ no nos condena entonces a una alternativa puramente individual de vivir en los márgenes de lo establecido sin posibilidad de transformarlo? ¿ no es la opción del «alma bella» que acaba encontrando su lugar en el sistema que rechaza ? Su defensa del Pueblo-que no existe ¿ no será una nostalgia romántica inventada por nuestro hombre ?
Quizás si Agustín García Calvo no existiera habría que inventarlo, como se acostumbra a decir. Pero no para seguirlo sino para sacudirnos de nuestros tópicos y obligarnos a pensar. El peligro es dejarse fascinar por su discurso porque como he dicho creo que tiene su trampa. Pero así y todo lo celebro. Agustín García Calvo nos enseña en estas páginas que la vida que nos ofrece este sistema no es vida, sólo es una supervivencia anestesiada. El sistema nos atrapa, nos encadena, nos atrapa en una vida hipotecada, tanto en el sentido metafórico como en el real. Es sencillamente el Régimen del Dinero.
¿ Quién vive ? Podríamos decir recuperando la pregunta shakespereana y repetida en «Blade runner». ¿ Agustín García Calvo ? . Él mismo pone un interrogante, el interrogante de cualquier identidad. Pero en todo caso y por un módico precio de cinco euros nos deleita explicando sin arrogancia, cómo a unos amigos, las cosas que ha hecho y que las ha hecho porque son las que ha querido hacer. Esta y su capacidad expresiva son la lección del libro.
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