Es muy difícil abarcar en unas pocas líneas la sucesión de sentimientos que hemos vivido en estos días, tanto las 18 personas detenidas en la operación contra Herrira como, imaginamos, las cientos de miles que os habéis indignado ante este atropello. En primer lugar, sorpresa, la de ver a decenas de guardiaciviles irrumpiendo en nuestra […]
Es muy difícil abarcar en unas pocas líneas la sucesión de sentimientos que hemos vivido en estos días, tanto las 18 personas detenidas en la operación contra Herrira como, imaginamos, las cientos de miles que os habéis indignado ante este atropello.
En primer lugar, sorpresa, la de ver a decenas de guardiaciviles irrumpiendo en nuestra sede de Hernani en una operación de comando. Abría el grupo un tipo que nos clavaba el láser de su metralleta conforme avanzaba, y detrás venían muchos más que nos arrollaron entre golpes y gritos y nos pusieron contra la pared, apuntándonos con sus armas a la cabeza. Evidentemente, la reunión había terminado, mientras se producían asaltos similares en las sedes de Bilbo, Iruñea y Gasteiz. Y más detenciones.
La sorpresa dio paso a la indignación, al cabreo, pensar que lo habían vuelto a hacer, no entender nada, apretar los dientes y aguantar más de 12 horas esposados, digiriendo lo que suponía todo aquello y, eso sí, reconfortados con los ánimos y la energía positiva que nos llegaba desde la calle. Los mandos del operativo, exultantes, presentaron a los medios los trofeos de su cacería, después nos llevaron a Intxaurrondo y de allí a la Comandancia de Tres Cantos, en Madrid, donde nos pudimos contar y supimos que éramos 18.
Aún nos quedaban otras 48 horas de encierro, rodeados de encapuchados hasta cuando hacíamos nuestras necesidades, con la luz de la celda permanentemente encendida, sin saber en qué hora vivíamos… «Levántese, póngase contra la pared, dé dos pasos atrás», y te sacaban del agujero con los brazos retorcidos y tirándote de la cabeza hacia el suelo. Era el escenario de la tortura, los mismos actores, los mismos ritos, pero esta vez una regla había cambiado, la incomunicación, y eso generaba una experiencia contradictoria. Porque nos sentíamos maltratados, pero a la vez afortunados por no recibir maltratos mayores, muy conscientes de los terribles episodios que se han dado en aquellas mismas galerías. Y además estábamos llenos de ilusión, cada vez más emocionados por las noticias que nos llegaban del exterior, muy orgullosos de Herrira, de la gente solidaria, de todos vosotros y vosotras.
Da hasta pudor decirlo, pero, por una vez, ha habido un grupo de vascos y vascas que se llevan un recuerdo gratificante de su estancia en aquella cámara de los horrores. Estábamos muy tranquilas, satisfechas con el trabajo realizado, confiando plenamente en quienes estabais ahí afuera y preparándonos mentalmente para pasar en la cárcel una buena temporada. Aquello nos dolía mucho, estaba amenazando nuestro futuro personal y todas las ilusiones y proyectos que teníamos puestos en este movimiento, pero el hecho es que llegamos a la Audiencia Nacional intuyendo que la partida estaba ganada, que habíamos cumplido el objetivo: ahora todas vosotras erais Herrira, todas vosotras sois la gota imprescindible para desbordar el vaso.
Si el lunes se abrió con una sorpresa, el jueves se cerraría con otra todavía mayor: nos volvíamos para casa, las 18, abrazadas a nuestra gente y felices de la vida. Nos habían procesado bajo acusaciones delirantes y nos traíamos la suspensión de las actividades de Herrira bajo el brazo, pero aquello tan grave se volvía secundario, porque lo importante ahora eran todas vuestras gotas.
Echando la vista atrás, en el acto del Anaitasuna os propusimos una nueva fase, un nuevo reto: tantaz tanta, itxasoa gara (gota a gota somos mar). Partíamos de la premisa de que hay un amplísimo consenso por una política penitenciaria basada en el respeto a los derechos humanos y que ayude a la resolución y la paz. Por lo tanto, esta no es una cuestión que pertenezca a un partido o sector concreto, sino que es de interés social, un objetivo compartido por la mayoría. Y ante la cerrazón de Madrid y París solo veíamos una vía posible para alcanzarlo: poner en valor esa mayoría y activarla gota a gota hasta lograr desbordar a los estados.
Ese mar lo queríamos activar persona a persona, pueblo a pueblo, y en todos los ámbitos sociales. Sumar gotas que sumen nuevas gotas y mojar las plazas, los frontones, los teatros, las fábricas, los montes, los ayuntamientos, las aulas, los mercados… Trabajando con amplitud, con ilusión, con perseverancia, creyendo en la gente, con la convicción de que este mosaico de gotas que es la sociedad vasca puede formar una ola imparable por los derechos humanos, la resolución y la paz.
En estas andábamos cuando llegó la Guardia Civil, abordando la inminente resolución del Tribunal Europeo de Derechos Humanos y preparando la cita del 11 de enero en Bilbo, que iba a ser el punto de partida para esta nueva fase, marcada con el objetivo de acabar cuanto antes con la dispersión. Y allá en Tres Cantos sentíamos mucha rabia por ver abortados nuestros planes de manera tan injusta y violenta. Pero ¡qué va! La alegría de quedar en libertad fue aún mayor al ver que las plazas estaban llenas de gotas, que las aportaciones llegaban desde todos los sectores sociales, que el mar ya se estaba formando sin esperar al 11 de enero.
Por eso, estamos muy orgullosas de todas vosotras. Y os agradecemos enormemente el apoyo que nos habéis prestado, que hayáis acompañado a nuestros familiares y amigos en estos momentos tan complicados. Pero pensemos que los momentos complicados y las conculcaciones de derechos humanos son el día a día de todos los presos y exiliados políticos, y de todo su entorno afectivo, así que esta ola de solidaridad debe seguir creciendo sin parar hasta aliviar de una vez el sufrimiento de tantas personas. Pensemos también que Herrira era sólo una herramienta para lograr un objetivo, y que lo importante para el mar son las gotas, la gente, vosotros y vosotras.
De esta forma, vemos que la manifestación del pasado sábado fue un punto y aparte en el trabajo por los derechos humanos de presos y exiliados, un punto y aparte teñido de todos los sentimientos de esta semana: sorpresa, rabia, indignación, orgullo, tranquilidad, satisfacción, alegría, agradecimiento, solidaridad… Porque han suspendido las actividades de un movimiento, pero han dado vida a otro que será mucho mayor. Con este ataque, el Estado español ha descargado su potencia destructiva contra el proyecto de convivencia y futuro de la mayoría, sin darse cuenta de que un terremoto así podría generar la ola perfecta que acelere el camino de vuelta a cada de presos y exiliados.
Por lo tanto, es el momento de coger la ola y seguir alimentándola, cada cual en su ámbito y en la medida de sus posibilidades, porque en esta encrucijada histórica son necesarias todas nuestras gotas, energía, ideas y compromiso.
Para terminar, queremos enviar un abrazo muy especial a todas las personas que habéis hecho posible Herrira, en primer lugar a las integrantes de los bilgunes de pueblos y barrios, por vuestro esfuerzo, dedicación y generosidad. Y también a la multitud de personas que habéis colaborado y tomado parte en nuestros actos y movilizaciones. Entre todos y todas, aprendiendo de aciertos y errores, hemos escrito una historia que ha sido importante, necesaria, y que ya forma parte de lo que somos.
Ahora nos toca mirar al futuro. Ahora somos mar, un mar por los derechos humanos de presos y exiliados, un mar por la resolución y la paz.
Tantaz tanta, itxasoa gara. Lortuko dugu!
Nagore García, Manu Ugartemendia, Jon Garay, Sergio Labayen, Eneko Villegas, Roberto Noval, Ibon Meñika, José Antonio Fernández, Oscar Sánchez, Jesús Mari Aldunberri, Ekain Zubizarreta, Imanol Karrera, Amaia Esnal, Eneko Ibarguren, Ane Zelaia, Beñat Zarrabeitia, Gorka González y Fran Balda.
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