«Es imposible que nos quedemos», se lamentó el pensionista Imre Fabian, mientras retiraba el lodo rojo del piso de su cocina. La población de las localidades húngaras afectadas por el vertido tóxico comienza a aceptar que la vida que conocieron se acabó. Devecser y Kolontár, ubicadas a 160 kilómetros de Budapest, se vieron gravemente perjudicadas […]
«Es imposible que nos quedemos», se lamentó el pensionista Imre Fabian, mientras retiraba el lodo rojo del piso de su cocina. La población de las localidades húngaras afectadas por el vertido tóxico comienza a aceptar que la vida que conocieron se acabó.
Devecser y Kolontár, ubicadas a 160 kilómetros de Budapest, se vieron gravemente perjudicadas el lunes, cuando se rompió un depósito de una fábrica de aluminio en la vecina Ajka y se derramó casi un millón de metros cúbicos de lodo con substancias muy corrosivas, tóxicas y algunas radioactivas, en unas de las zonas más pobladas de Hungría.
«La peor catástrofe química en la historia de Hungría», señaló el ministro de Ambiente, Zoltán Illes. El tercer incidente más grave de los últimos 20 a 30 años en Europa, informó el portavoz de Greenpeace, Herwitt Schuster.
Las autoridades húngaras lanzaron una investigación penal sobre lo ocurrido.
Cinco personas murieron, 120 quedaron heridas, la mayoría por quemaduras químicas, y más de 500 debieron abandonar sus hogares. Hay tres más desaparecidas. Los equipos de rescate buscan en el barro.
Con las búsquedas aumentan los casos de quemaduras químicas pues muchas personas resbalan en el barro o les cayó alguna gota en el cuerpo.
Fabian tuvo suerte porque salió de su casa cinco minutos antes de la inundación de lodo y fue a Devecser, un pueblo de 5.000 habitantes. Pero a su vecina no le fue tan bien. La anciana tuvo demasiado tiempo el pie en el lodo, le salieron puntos amarillos en la piel y se quemó el tobillo hasta la carne.
Más personas podrían morir porque el efecto de las toxinas no se ve de inmediato ni se siente.
«Si esto no hubiera ocurrido a la una de la tarde sino dos horas después, cuando todo el mundo regresa a su casa, habrían cientos de personas muertas», dijo Fabian a IPS. Pero el lodo sí destruyó sus cultivos formando una capa de 10 centímetros en su jardín, lo que mostró al periodista hundiendo un palo en el piso.
Pero en algunos lugares, el vertido llegó a los dos metros y derribó muros, cercas, dio vuelta automóviles, arrastró personas y animales.
Parece como si alguien hubiera pintado una línea en las casas y árboles de Devecser y Kolontár de color ladrillo, lo que da una sensación de impotencia y perplejidad ante una fuerza superior.
«No sabía que era eso, vino como una ola enorme. No me dio tiempo ni a escapar», dijo Ágnes Gombási a IPS. La mujer debió ser rescatada de su casa con la mitad del cuerpo hundido en el lodo. «Sentí como si estuviera cubierta de una ceniza caliente. Incluso después que me sacaron, la ropa me quemaba. Lo único que tengo ahora es lo puesto», añadió.
Devecser está a tres kilómetros del pequeño pueblo de Kolontár, donde antes vivían unas 800 personas. A la derecha del camino se ven árboles verdes y colinas fértiles. A la izquierda, un paisaje rojizo con juguetes desperdigados, ropa y muebles.
La inundación de lodo se extendió por 40 kilómetros cuadrados contaminando la tierra cultivable y el agua potable por las próximas dos a tres décadas, según especialistas. No parece que el material tóxico vaya a aplacar su destructora marcha. En el cercano río Marcal no hay más vida.
El lodo llegó hasta el río Danubio, pero la sustancia está tan diluida que no presenta un peligro ambiental en Hungría ni en los países vecinos, según las autoridades. «Nunca vi una monstruosidad como esa. Ninguna imagen de la televisión mostró lo que yo vi», dijo a IPS uno de los primeros bomberos en llegar al lugar. «La gente se había juntado en la iglesia, sobre la colina, y miraba lo que le había sucedido a sus casas», añadió.
Los equipos de limpieza se apresuran a volver a poner el lodo en el depósito. El inusual buen tiempo de los últimos días complica la tarea porque el barro se seca y puede convertirse en un polvo difícil de agarrar, lo que puede obligar a las autoridades a evacuar grandes zonas.
La situación parece estar controlada en Kolontár, pero la población de Devecser siente que no ha recibido mucha ayuda. Frente al empobrecido centro de rescate, la gente pide a unos funcionarios desorientados, cupones, vestimenta y contenedores para deshacerse del montón de muebles y bienes rotos que se acumulan frente a su casa.
Muchas de las personas afectadas no tienen previsto regresar. Pero los comercios comienzan a abrir. Se ven señoras limpiando el piso. Hay gente que duda si quedarse o empezar una nueva vida en otro lado. La decisión puede que no esté en sus manos.