Sin alarmismos innecesarios y sin poder contrastar suficientemente las fuentes, contemos lo que se está diciendo en la red y en algunas agencias informaciones. Con la máxima prudencia. El titular: «Alerta mundial: Fukushima podría hundirse en el mar». Nada menos. Se habla del hundimiento de unos 80 cm (el hundimiento es desigual, unas partes -se […]
Sin alarmismos innecesarios y sin poder contrastar suficientemente las fuentes, contemos lo que se está diciendo en la red y en algunas agencias informaciones. Con la máxima prudencia.
El titular: «Alerta mundial: Fukushima podría hundirse en el mar». Nada menos. Se habla del hundimiento de unos 80 cm (el hundimiento es desigual, unas partes -se afirma- están ahora en un nivel más bajo que otras), del suelo donde está aposentado el reactor 4 de la planta nuclear. Toda la estructura que sostiene el reactor 4 podría colapsar.
La fuente -si no única muy destacada- es el diplomático japonés Mitsuhei Murata, el ex embajador japonés en Suiza y Senegal.
Tepco, por descontado, la empresa propietaria, la encargada de la planta atómica siniestrada, ha señalado que «el desastre era completamente evitable». Sin sacar conclusiones precipitadas, es obvio que a estas alturas de la película nadie puede confiar en los comunicados y análisis de la multinacional nipona. Nadie en su sano juicio.
Se informa también que el reactor 4 tiene actualmente «más de 1.500 barras de combustible nuclear gastado y un total de 37 millones de curios de radiación». De ser liberada esta radiación, provocaría un desastre de consecuencias incalculables. Se ha jugado con juego, es cierto, hemos jugado con fuego: es, ha sido, la apuesta fáustica e irresponsable. Por si faltara algo, la unidad 4 contiene «una piscina de enfriamiento que sufrió graves daños» tras el terremoto y tsunami de 11 de marzo de 2011.
Se afirma que si el proceso sigue su curso sin conseguir detenerlo, o que otro terremoto, de magnitud baja incluso, se produjera en la región, la estructura podría colapsar definitivamente. El diplomático nipón ha apelado a la opinión de la comunidad científica sin concretar más: «Muchos científicos afirman que si el bloque 4 se derrumba, no solo Japón quedará en ruinas, sino que el mundo entero se enfrentará a graves daños».
Sobre Tepco vale la pena recordar que llegó a admitir que minimizó inicialmente «el riesgo de tsunami por miedo de verse obligada a cerrar su planta para mejorar la seguridad… Había un temor latente de que se tuviera que cerrar la planta hasta que se pusieran en marcha medidas drásticas de seguridad» [2]. El capitalismo realmente existente, lo sabemos, está hecho con estas bases cromosómicas. El tardocapitalismo empeora la sinrazón.
La compañía japonesa, como se recuerda, tenía conocimiento antes del accidente que los sistemas de defensa y de protección eran insuficientes. ¿Por qué no actuó? Los costes son la respuesta y otro punto más de cultura político-energética. «Había esa preocupación de que si se imponían nuevas y severas medidas, eso provocaría una preocupación sobre la seguridad de todas las centrales existentes [y habría podido] dar más vigor al movimiento antinuclear». ¡Y eso nunca! ¡Al enemigo, ni agua! Realismo sucio, nauseabundo; estas son las palabras ajustadas.
¡Un Chernóbil a cámara lenta, señaló Eduard Rodríguez Farré poco después del accidente [3]! ¡Cuanta razón tuvo y sigue teniendo el gran científico franco-barcelonés! ¡Mejor activos hoy que mañana radiactivos!, este sigue siendo el lema de nuestra hora, un magnífico ejemplo de racionalidad práctica e informada.
Nota:
[1] http://www.urgente24.com/206106-alerta-mundial-fukushima-podria-hundirse-en-el-mar
[2] Esto se afirma en un informe titulado ‘Política Fundamental para la Reforma de la Organización de Energía Nuclear de Tepco’. Ha sido publicado un año y medio después de la hecatombe nuclear de 2011.
[3] Eduard Rodríguez Farré y SLA, Ciencia en el ágora, Barcelona, El Viejo Topo, 2012.