Pintados de verde, pretenden implantar proyectos guiados por intereses privados en tierras alavesas. Los movimientos ciudadanos llevan tiempo denunciando esta situación y en esta ocasión han abierto un espacio de reflexión de la mano de Antonio Turiel y Antonio Aretxabala.
“No hay una solución mágica”. Antonio Turiel, doctor en Física Teórica, inició sin rodeos las jornadas que organizó a principios de septiembre la plataforma Araba Bizirik. Vino a presentar ante la ciudadanía alavesa el libro Sin Energía: Pequeña guía para el Gran Descenso (2022, Alfabeto) y no por casualidad, ya que el territorio está en el punto de mira de muchos macroproyectos que prometen resolver la actual crisis energética. Estos proyectos han suscitado dudas entre la ciudadanía y, para difundir una información más completa y desmentir ciertas creencias generalizadas, los movimientos de defensa del territorio han organizado charlas pedagógicas para la reflexión crítica. El último encuentro fue de la mano de Turiel y el geólogo Antonio Aretxabala.
Crudo y claro, Turiel expone la necesidad de cambio. Estamos ante la escasez de materias primas y ante la dificultad de acceso a las mismas, y el diésel, del que somos totalmente dependientes, no tiene, por el momento, sustituto, siendo este necesario para el transporte, la minería y la agricultura. Se empezó a hablar de la transición energética hace un par de décadas, pensando que sería un método para descarbonizar la sociedad y luchar contra la emergencia climática. Sin embargo, y aunque defiende la necesidad de instalar energías renovables, Turiel explicó que este método no sustituye toda la energía que consumimos (la energía eléctrica es solo el 20% del consumo total) y que la tecnología de la que disponemos no puede satisfacer las necesidades de la sociedad actual.
Con la transición energética en boca, las autoridades se amparan en el discurso de la “autosuficiencia energética” y expresan su intención de producir “la energía que necesita el país”, en este caso la Comunidad Autónoma Vasca. El modelo renovable que impulsan para cumplir este objetivo se basa en la implantación de grandes instalaciones de generación eléctrica con el fin de su posterior masificación e industrialización. Estos proyectos, además, se llevan a cabo con el apoyo legal de las administraciones y se financian con fondos público-privados procedentes de Europa como NextGenerationEU entre otros.
Los movimientos de defensa del territorio denuncian que este modelo masivo que impone el Estado abre camino a proyectos que buscan beneficios a corto plazo y explican que en la mayoría de los casos son proyectos de carácter privado, que no beneficiarán a la población y que en ningún caso garantizarán el derecho a la energía. En el caso de la CAV, Iberdrola, Capital Energy y Solaria se encuentran detrás de la mayoría de los macroproyectos que se pretenden implantar estas iniciativas que están lejos de ser eficaces, justas y equilibradas.
Así, en este momento en el que el Estado y las grandes empresas pretenden llenar las zonas rurales y montes del territorio con megainstalaciones eólicas y fotovoltaicas, los movimientos ciudadanos denuncian el modelo capitalista de desarrollo que se esconde detrás de tales proyectos y retoman las palabras de Turiel para explicar que “el interés de crear sistemas tan masivos tiene mucho que ver con esa frase que se repite machaconamente: ‘la energía que necesita Euskadi’. En realidad, lo que se está queriendo decir con esa frase es ‘la energía que se necesita para mantener el actual sistema económico social sin hacer ningún cambio’“.
Periferia de la CAV, pulmón de la CAV
El movimiento Araba Bizirik lleva años trabajando en la defensa del territorio y apoyando las zonas que se quieren sacrificar en beneficio del capital. Cuestiona los discursos simples y hegemónicos que construyen las autoridades para anular las corrientes de opinión a favor de los expolios que se pretenden llevar a cabo. Asimismo, funciona como punto de encuentro de muchos movimientos y reivindica el lugar y el valor que tiene Álava junto a Bizkaia y Gipuzkoa.
Y es que, bien porque ocupa un espacio amplio y fértil, bien por el buen mantenimiento de las zonas rurales y montañosas o quizá porque cuenta con poblaciones de pocos habitantes, Álava siempre ha estado en el punto de mira de los intereses de grandes empresas y autoridades. “El territorio desempeña un papel periférico y se utiliza para alimentar el centro empresarial y el centro urbano” asegura una militante de la plataforma Araba Bizirik. El rural alavés lo conforman personas y tierras a sacrificar por el capitalismo y un claro exponente de ello es el último Plan Territorial Sectorial que ha elaborado el Gobierno Vasco (se prevé que casi el 40% de los proyectos de centrales eólicas y fotovoltaicas se instalen en Álava). Además, estos proyectos se suman a las megainstalaciones que ya están en marcha y ocupan el suelo de la provincia (macroinvernaderos financiados con dinero público, infraestructuras de transporte elitistas o proyectos renovables aprobados con anterioridad).
Estos macroproyectos se pretenden implantar en campos de cultivo fértiles y bosques comunales bien conservados, en zonas naturales con alta biodiversidad y paisajes de claro valor cultural. De las tres provincias que conforman la CAV, Álava es la que cuenta con mayor número de espacios naturales protegidos, es “el pulmón de Euskal Herria” defienden desde Araba Bizirik, y señalan que con las megainstalaciones e infraestructuras complementarias que pretenden implantar destruirán, dominarán y mercantilizarán el territorio. Así, en un contexto de crisis ambiental, Araba Bizirik revindica que la protección de estos espacios es imprescindible para garantizar el funcionamiento de los ecosistemas, para preservar las tierras que nos proporcionan alimentos y para mantener los pueblos que dan cohesión a la provincia.
Las iniciativas de las autoridades, en cambio, están lejos de estas exigencias e impulsan políticas que permiten y facilitan la industrialización de los terrenos. Según explica la militante de Araba Bizirik, “desde el Gobierno Vasco y las Diputaciones están tratando de agilizar los trámites, validan las declaraciones de impacto ambiental y ningunean las leyes que hemos conseguido durante años en defensa del territorio (como la ley Mugarri)”. Estas leyes empiezan a cambiar para que los proyectos de los interesados tengan cabida y, al mismo tiempo, restan poder de decisión a las comisiones populares. Ejemplo de ello es la Ley Tapia, que centraliza el poder en manos del Gobierno y anula la capacidad de decisión de los pueblos.
“Todo normal y bien”
En este contexto, el objetivo de producir la energía necesaria para el mantenimiento del sistema está arraigado a la sociedad capitalista, como si la crisis del diésel, la crisis de las materias primas, la de los alimentos, la del medio ambiente o la del clima no estuvieran llamando a la puerta. Parece que “todo está normal y bien”, según denuncia Turiel, y diversos agentes añaden que las partes que se pueden pintar de verde no hacen más que disimular la suciedad y el dolor que engrasan la maquinaria de nuestro sistema productivo.
Pretenden encontrar una solución mágica para que todo siga igual y esta vez han fijado su discurso en proyectos renovables. En cambio, las limitaciones de estos proyectos y la escasez de materias primas han demostrado que no existe tal magia. Que las energías renovables no salvarán el planeta. Que estas piezas son esenciales e insustituibles en la transformación que vamos a realizar pero que no son suficientes. El investigador y experto en medioambiente Andreu Escrivá lo resume con claridad: “Cometeríamos un grave error al pensar que con que representen la mayor parte del mix energético ya estaría todo hecho, porque el peligro es justamente ese: que sean sostenibles, que sostengan el armazón fósil de un sistema inherentemente injusto y depredador. Que ayuden a que parezca que todo ha cambiado para que en realidad nada lo haga: ni el modelo de movilidad, ni el consumo, ni la ocupación de la tierra, ni el ocio, ni las relaciones de poder, ni la desigualdad».
Desde Araba Bizirik afirman que tendremos que instalar energías renovables, sí, pero matizan que el propio pueblo deberá decidir cómo lo hará, quién se beneficiará, cómo se escogerá el emplazamiento, qué paisajes se salvarán, qué empleos se crearán y cómo se utilizará esa energía.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/ecologia/alava-centro-del-tablero-del-negocio-renovables