Alemania, país democrático, socio privilegiado de la Comunidad Europea, gigante económico dentro del triángulo de poder de esta orilla del océano, avanza tranquilamente arrastrando un pasado algo oscuro, y librando un futuro, exitoso en elites financieras y en recortes sociales. En fin, el primer mundo, nada nuevo. Su sistema de bienestar se mantiene con alfileres […]
Alemania, país democrático, socio privilegiado de la Comunidad Europea, gigante económico dentro del triángulo de poder de esta orilla del océano, avanza tranquilamente arrastrando un pasado algo oscuro, y librando un futuro, exitoso en elites financieras y en recortes sociales. En fin, el primer mundo, nada nuevo.
Su sistema de bienestar se mantiene con alfileres como sucede desde las últimas décadas en Occidente, existe precariamente un sistema de seguridad social que ofrece sanidad, educación, y alguna que otra subvención del orden de lo «social» procurando a sus ciudadanos el subsidio de desempleo.
Ilustremos el acceso a la vida laboral de un ciudadano en un sistema como el alemán: Uno estudia algo, por ejemplo informática, intenta trabajar en ello, lo consigue «temporalmente», en el chistoso mundo de la flexibilidad laboral. Al finalizar la flexibilidad se apunta a la nada flexible y muy rígida lista del paro.
A ratos, como hay que seguir viviendo, busca empleos eventuales para pagar el alquiler, vuelve a renovar su demanda de trabajo en esas oficinas (versus el INEM), y añade que tiene experiencia sirviendo copas, es decir ha trabajado en ese tránsito maravilloso del mundo académico al mundo laboral – la vida adulta -de camarero. Así que ahora se enriquece su oferta laboral, puede ser que le llamen para trabajar como informático, o como camarero, y si es así, tendrá la suerte de al menos trabajar, cobrar un sueldo, pagarse la vida y en fin vivirla….
Pero si además de todo esto, resulta que tiene la suerte de ser mujer la oferta de trabajo se duplica, puede trabajar como prostituta en un bar de copas que ofrezca servicios sexuales con los gin tonics, y eso que se ahorran en aceitunas. Pero si además de todo esto tiene la mala suerte de ser feminista y tener claro que la venta y compra de mujeres perpetúa el estado de dominación masculina – consistente, éste, en mercantilizar a las mujeres, reduciéndolas una y mil veces al estatus de objeto por el simple hecho de tener genitales femeninos y entiende que eso atenta contra su libertad sexual-, pues ha decidido que quiere ser sujeto activo y libre, y desde ahí, y sólo desde ahí, vivir su sexualidad. Y resulta que le parece una faena tener que trabajar en este mundo tan desarrollado en donde con todo tan hecho deberíamos tener más tiempo para descansar, divertirnos, leer, pasear, viajar…., pero así son las cosas en este mundo capitalista. Pero ya, tener que hacer felaciones para mantener a un estado proxeneta que legaliza la prostitución – Alemania hace dos años legalizó la prostitución considerándola un oficio más – le parece que pervierte el concepto de ciudadanía, naturalizando todo un proceso de construcción de la sexualidad masculina en donde se legitiman no sé qué supuestos «deseos sexuales» masculinos. Menudo estado de derecho, el derecho cada vez más restringido a una educación, sanidad y vivienda, pero de pronto el derecho cada vez más reconocido a tratar a los otros como medios y no como fines en sí mismos, para abastecer una demanda masculina que se entiende a sí misma en el orden de la necesidad, como si nosotros los seres humanos estuviésemos adscritos exclusivamente al orden de la naturaleza, como si nosotros los seres humanos no tuviésemos derecho a entendernos a nosotros mismos como capaces de pensarnos dentro de un orden social distinto al de los animales.
En fin, se niega, decide que no, su cuerpo no es objeto de transacción económica ni por parte de un empresario de un club de alterne – sin eufemismos «un proxeneta» -, ni por un Estado reglamentarista – sin eufemismos «un estado proxeneta» -, ni es objeto de compra para un prostituidor que perpetua y legitima un estado de dominación sexual masculina que acaba con la posibilidad de un sexo libre e igualitario y fomenta, además, con su demanda el aumento del tráfico de mujeres y niñas para servir de oferta.
Pero aquí viene el sueño liberal desenmascarado en la peor de las pesadillas. Su negación implica la pérdida de sus derechos en las prestaciones por desempleo al negarse a satisfacer una demanda de empleo. «La reforma de la legislación alemana en materia de empleo establece que cualquier mujer menor de 55 años que lleve más de un año en paro está obligada a aceptar cualquier empleo, incluido la prostitución, pues es un empleo» . Es tan sencillo como esto, se reglamenta la prostitución partiendo del argumento que establece el derecho a ejercerla pues es un trabajo más, y la consecuencia es sencillísima la prostitución es un trabajo más.
Una vez que aceptó la oferta de trabajo mediada por la oficina de empleo se vio en la situación «violenta»de ser objeto de unas exigencias igualmente «violentas», ese bar al ser un negocio que encubre otro comercio, el sexual, entiende que tiene el derecho de hacer extensivo el servicio de camarera al servicio sexual. Y en esa medida puede exigir esa extensión, en tanto que ambos servicios en un país como Alemania recaen «por igual» dentro del mundo laboral. Menudo chollo, un país en donde los proxenetas al ser regentes de clubs de alterne legalizados pueden disponer de la base de datos de las oficinas de desempleo, rastreando hasta dar con perfiles de paradas, «cuerpo y genitales de obra» a la carta. Adquiriendo el derecho de denunciar a la desempleada en el caso de no querer realizar los servicios en cuestión , pues la lista sería ésta: servir cañas, limpiar los baños, sexo oral, abrillantar la barra, etc.
Una, independientemente de su sexo, tiene… ¿ sus derechos?… y… una tiene… ¿ sus deberes? … ¿independientemente de su sexo?
Berlín. Una joven camarera alemana de 25 años que se negó a ofrecer sus «servicios sexuales» en un burdel de Berlín podría ver recortados seriamente sus derechos laborales en virtud de la nueva legislación sobre beneficios sociales aprobada el pasado año en Alemania, según informó ayer el diario británico Daily Telegraph.