Los escépticos piensan que la asociación entre ambientalistas y transnacionales sólo sirve para maquillar la deteriorada imagen de algunas compañías, pero hay activistas convencidos de que aliarse con grandes empresas es importante para salvar el planeta. Esas dos opiniones chocaron en una caldeada sesión sobre negocios y biodiversidad durante el Tercer Congreso Mundial de la […]
Los escépticos piensan que la asociación entre ambientalistas y transnacionales sólo sirve para maquillar la deteriorada imagen de algunas compañías, pero hay activistas convencidos de que aliarse con grandes empresas es importante para salvar el planeta.
Esas dos opiniones chocaron en una caldeada sesión sobre negocios y biodiversidad durante el Tercer Congreso Mundial de la Naturaleza realizado del 17 al 25 de este mes en Bangkok por la Unión Mundial para la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés).
«Crear una situación donde todos ganen es uno de los desafíos desde la perspectiva de una organización no gubernamental (ONG) al trabajar junto con una gran firma «, opinó en ese encuentro André Guimaraes, director ejecutivo del brasileño Instituto BioAtlantica.
Esa ONG busca proteger la Mata Atlántica, un extenso bioma formado por bosques de la costa este brasileña y sus ecosistemas asociados, considerado uno de los sistemas más ricos en biodiversidad del planeta y hogar exclusivo de 20 especies de primates.
Unas 360 reservas privadas existen ya en la Mata Atlántica, que desde 1500 perdió 93 por ciento de su superficie y se redujo a islotes verdes en un mar de creciente urbanización.
«Mi misión es conservar la Mata Atlántica, y la de las compañías es producir ganancias, con máximo beneficio para sus accionistas. Nuestro desafío es mostrarles, en su lenguaje, qué beneficios podrían obtener si conservan la biodiversidad», dijo Guimaraes.
Ese bioma desaparece dos veces y media más rápido que la Amazonia, y su caso es el peor de deforestación en el planeta después del de Madagascar.
«Setenta por ciento de la población de Brasil vive en la Mata Atlántica y es responsable de 80 por ciento del producto interno bruto del país. Y 90 por ciento del área es propiedad privada. Por lo tanto, debemos trabajar con el sector privado, o no lograremos conservación alguna», alegó Guimaraes.
Pero los críticos expresan alarma al ver que el presupuesto de muchas ONG aumenta junto con su asociación a grandes corporaciones.
«El enorme riesgo es lo que llamo ‘lavado verde’, o sea un proceso en el que las compañías mejoran su imagen pero casi no cambian su práctica», dijo a Tierramérica Marcus Colchester, director de la ONG británica Programa de los Pueblos para los Bosques.
«Pienso que las organizaciones conservacionistas corren el riesgo de pagar un precio demasiado alto por mezquinos beneficios, si pierden la confianza del público y de sus propios integrantes», comentó.
El Congreso reunió a representantes de 81 Estados, 114 agencias
gubernamentales, más de 800 organizaciones no gubernamentales, y unos 10 mil científicos y expertos de 181 países.
Al término de la cita, llamaron a los gobiernos del mundo a cumplir la meta de abatir para 2010 la pérdida global de biodiversidad, que se acelera a un ritmo sin precedentes: 15,589 especies ya están en riesgo de extinción.
La británica Birdlife International, precisamente una de las más importantes defensoras de especies del mundo, estuvo en el banquillo de los acusados durante el encuentro.
Se le reprocha su sociedad con Río Tinto, la mayor empresa minera del mundo, con sedes en Australia y Gran Bretaña, y denunciada durante años como responsable de daños ambientales e incluso violaciones de los derechos humanos.
Entre esas acusaciones están las de impedir que sus trabajadores en Australia formen sindicatos, exponer la salud de sus mineros que extraen uranio en Namibia, y ser negligente o cómplice ante abusos en la guerra civil de Papúa-Nueva Guinea, donde explotaba yacimientos de cobre.
Las asociaciones de Río Tinto con ONG ecologistas son «una vía fundamental para alcanzar nuestras metas en materia de biodiversidad», sostuvo el asesor ambiental de la firma Stuart Anstee.
El administrador de Birdlife International, Jonathan Stacey, admitió que las ONG se ubican en una posición vulnerable al recibir dinero de transnacionales, pero defendió la asociación entre su grupo y Río Tinto.
Lo importante «es cómo se usa el dinero, cómo se asigna y cómo se entrega.
Mientras eso se adecue a los objetivos clave de Birdlife, hay un sólido cimiento para la cooperación», dijo a los participantes en el Congreso.
Sachin Kapila, asesor en biodiversidad de la petrolera Shell, señaló que los directores y accionistas de es compañía «entienden claramente» que sus actividades causan un impacto sobre el ambiente.
Reconoció, sin embargo, que «no necesariamente se comprende en todos los niveles de la organización que hay que hacer al respecto».
Shell International, junto con British Petroleum (BP) y otras transnacionales, anunció el año pasado durante el Quinto Congreso Mundial de Parques en Sudáfrica que se comprometía a no explorar ni explotar ninguno de los sitios listados como patrimonio mundial.
Sonny Inbaraj es corresponsal de IPS.