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COP25

Algo olió a podrido en Madrid

Fuentes: Rebelión

Cuando todavía no se han acallado los ecos, voces y los discursos de la Cumbre de Cambio Climático, el mundo sigue sin entender qué fue lo que pasó o cuáles fueron sus logros, si es que existieron. En esta nota de opinión, un análisis crítico de esta conferencia internacional.

 «No es verde todo lo que se pinta de verde» (Eduardo Galeano)

 

La Cumbre que se realizó en Madrid, España.  

 Del 3 al 15 de diciembre se desarrolló en Madrid la «Cumbre sobre Cambio Climático» que en principio tenía fecha de finalización el día 13 de este mes, pero ante la falta de acuerdos se prorrogó dos días más, con el cada vez más inalcanzable objetivo de lograr reducir los gases de efecto invernadero que provocan el peligroso cambio climático, que impida la elevación de la temperatura media en más de 1,5 º C .

Cuando todavía no se han acallado los ecos, voces y los discursos de la Cumbre de Cambio Climático, el mundo sigue sin entender qué fue lo que pasó o cuáles fueron sus logros, si es que existieron.

Las noticias, sesgadas, intencionadas, contradictorias en muchos casos y casi siempre dependiendo del color del cristal con que se la mire, no han ayudado al esclarecimiento de cuál fue el resultado de dos semanas de debates, búsquedas de consensos y protestas variopintas.

Muchos afirman que no es bueno hacer análisis o balances sobre caliente, por cuanto se pierde perspectiva, no obstante intentaré desde mi óptica o mi subjetividad, volcar algunos aportes a la confusión general.

Las últimas informaciones que se conocen dicen más o menos lo siguiente: La Conferencia no logró colmar las expectativas; Sólo se alcanzó un frágil acuerdo climático; La Declaración final sólo fijó metas generales, no vinculantes.

A la luz de esas noticias, podemos afirmar que las frustraciones, el sabor amargo y la impotencia han marcado la regla y que todas las esperanzas y los esfuerzos puestos por distintos sectores para intentar hacer un mundo un poco más vivible, se han ido por la borda.

Quienes como muchos creyeron ingenua o esperanzadamente que los ideales, los principios, las urgencias y la racionalidad, en este mundo pragmático y utilitarista, podrían pesar o valer más que los egoísmos, mezquindades y la avidez de los señores feudales del  planeta, indudablemente se equivocaron.

Se engañaron también los que creyeron que podían esperar las soluciones a los problemas del planeta de los mismos que lo han llevado a esta situación de crisis terminal.

En similar error han caído los que pensaban que la corrección del planteo, el voluntarismo o las declamaciones inflamadas eran suficientes para torcer el brazo de los que tienen poder de vida y de muerte en el mundo.

Las cosas que muchos se negaban a aceptar se empiezan a poner en blanco sobre negro, se terminaron la hipocresía y los discursos vacíos.

Ahora todo depende de los sectores que tradicionalmente han sido excluidos del banquete global y fundamentalmente de su capacidad de organización e inteligencia.

Debemos aprender que nada se puede esperar de las promesas de migajas de fondos o tecnologías que casi nunca llegan y si llegan son productos de condicionamientos políticos, productivos e invariablemente de ajustes económicos en beneficio de aquellos que por otra parte nunca se ajustan el cinturón.

El maquillaje y la pintura verde sólo alcanzan para teñir un poco, cambiar algunas cosas, para que nada nada cambie y a la par que resuenan los ecos de discursos encendidos, apelando a la responsabilidad de todos para salvar el futuro común, el armamentismo aumenta sus presupuestos a niveles astronómicos para matar con mayor eficiencia y las mineras, petroleras, bancos y casinos globales se derraman por toda la geografía planetaria en una danza de billones que nos arrastra en su torbellino devastador.

En las anteriores, al igual que en ésta, ha sobrado la falta de voluntad política para lograr acuerdos que impidan que millones de personas marchen al abismo, más allá de las altisonantes declaraciones en pos de la responsabilidad común en la salvaguarda del planeta.

Lo único que se ha afianzado en estos tiempos es el fabuloso turismo verde en torno a estas cumbres, que de conformidad a informes se calcula que a Madrid asistieron decenas de miles de personas, a un costo de miles de millones de euros.

Todos los apelativos a la racionalidad cayeron en saco roto y la mezquindad de los países de poderosos y responsables del descalabro, asombrosa, ya que los fondos comprometidos para instrumentar medidas de adaptación y mitigación del fenómen, brillaron por su ausencia y los aportes, no muy claros, nunca aparecen.

Finalizada la Cumbre y su gran escenario circense, más allá de la frustración de muchos, sin dudas, entre bambalinas, los encargados y directores del montaje, champaña en mano, podrán decir con un dejo de satisfacción: «el objetivo está cumplido» .

No comulgo con los que afirman que la actitud de los poderosos es suicida, lejos de ello, nada indica que esa sea su conducta o su intención. Todo indicaría, por el contrario, que sí están dispuestos a eliminar una gran parte de los seres humanos que por justicia tienen derecho propio a la vida, su calidad, el ambiente y el futuro, aunque aquellos sectores no lo entiendan así.

Pese a todo soy optimista en la medida que la sociedad planetaria se anime al cambio, la valentía y sobre todo al heroísmo de construir un mundo distinto, con racionalidad, cooperación, solidaridad y justicia global .

Ricardo Luis Mascheroni, docente universitario y columnista de Hora cero

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.