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Celina Rodríguez, militante de género y de una organización piquetera argentina, aborda el rol de la mujer en las organizaciones sociales

«Algo se consigue, y se consigue con la lucha»

Fuentes: Agencia de Noticias Mercosur

Celina Rodríguez es militante y fundadora del grupo de mujeres «Las Azucenas» de la ciudad de La Plata y del sector de género en el Movimiento de Trabajadores Desocupados de la Coordinadora Aníbal Verón, integrante del Frente Popular Darío Santillán. Este último, es un movimiento definido por ella misma como autónomo y autogestivo; que se […]

Celina Rodríguez es militante y fundadora del grupo de mujeres «Las Azucenas» de la ciudad de La Plata y del sector de género en el Movimiento de Trabajadores Desocupados de la Coordinadora Aníbal Verón, integrante del Frente Popular Darío Santillán. Este último, es un movimiento definido por ella misma como autónomo y autogestivo; que se diferencia de otras organizaciones populares por su forma de construcción: plantea la democracia de base y el poder popular.

También participa activamente en un espacio todavía incipiente: se trata de asambleas de mujeres en el puente Pueyrredón, lugar donde fueron asesinados Darío Santillán y Maximiliano Kosteky, militantes territoriales de la Coordinadora durante el gobierno de Eduardo Duhalde en una manifestación de trabajadores desocupados. Celina aporta algunas hipótesis para pensar en torno a la mujer y su militancia dentro de los nuevos movimientos sociales en Argentina. Otro testimonio de fuerza y empuje para triturar el mandato del poder que las quería arrinconar a la pasividad con eso del sexo débil.

-¿Cómo se dieron los cambios en el movimiento de mujeres?

– Primero hay que rastrear los orígenes: la historia de los movimientos de mujeres en Argentina son bastante recientes, comenzaron después de la dictadura. Esto es importante tenerlo en cuenta porque a pesar de que, a nivel mundial, del 1975 al 1985 fue declarada la «década de la mujer», en realidad la época representó un oscurantismo muy grande en este país e hizo imposible que las mujeres hagan algún tipo de cambio para ellas. Para el mundo lo que fue una década importante, para nosotros y el resto de Latinoamérica fue una época de dictaduras y no podíamos hacer acciones al respecto, las mismas pasaban por sobrevivir.

Cuando comienza la democracia, muchas mujeres aparecen con fuerza, muchas que vienen del exilio (Europa, México o Latinoamérica) con ideas novedosas, con mucha lectura y acciones debido al decreto de la década de la mujer. Junto a las compañeras que ya estaban haciendo algo en el país, se convocó, a partir del 1986, al primer Encuentro Nacional de Mujeres realizado en Buenos Aires. La característica del mismo, donde había muchas intelectuales, artistas, mujeres que habían estado calladas, militantes partidarias, entre otras, es que fue un «boom» como resurgimiento. Pero esto no solo pasó en el movimiento de mujeres sino en el movimiento social.

En ese momento se hablaba de la reconstrucción del tejido social y las mujeres nos empezamos a involucrar muy directa y activamente en eso. Comenzamos a visualizar lo que estaba pasando en el país. Se empezaron a plantear algunas acciones legales y culturales con respecto al retraso que teníamos como mujeres. Por ejemplo, los gobiernos anteriores a la dictadura habían sido pronatalistas y por eso no daban cuenta de las políticas públicas en cuanto a salud sexual y reproductiva. Es más, en 1975, gobierno de Isabel Perón, no solamente no daba recursos económicos para estas políticas, como hacían otros gobiernos, sino que prohibió los métodos anticonceptivos en función de la idea de Argentina como potencia mundial. Como paradoja a esto, este país tuvo y tiene una baja tasa de natalidad. No hay estudios serios de porque se da esto y recién el año pasado salió la ley de salud sexual y reproductiva. Los gobiernos se han comprometido a dar recursos económicos para los métodos anticonceptivos, pero durante todos estos años hubo una gran resistencia.

-¿Cuál es el rol de la mujer en los Movimientos Sociales?

-Frente a las políticas neoliberales de la década del noventa, apareció la desocupación con un promedio de 27-28 por ciento, algo inédito en nuestro país ya que en 1975 había plena ocupación. Entonces empezaron a surgir, incipientemente, en Salta y Neuquen, los movimientos de desocupados, sobretodo con obreros calificados que habían trabajado mayoritariamente en YPF. En ese entonces el rol de la mujer era de «acompañamiento» de sus compañeros al corte de ruta. Pero cuando estos movimientos empiezan a surgir en el Conurbano bonaerense tienen otras características: la mayoría era gente muy joven, que no tenía experiencia de trabajo y aparece la figura de la mujer y los jóvenes con un peso importante. Se da un fenómeno diferente y la participación se ve en los hechos concretos, están en las movilizaciones, en todos lados. En un primer momento fueron ocupando aquellos roles que repiten en casa: los comedores, las guarderías, roperos comunitarios. Es decir, trasladan a lo comunitario su rol hogareño ya que muchas, al ser jóvenes no tenías experiencia laboral anterior o quizás sí en servicios (limpiar casas). La pregunta del millón es si ese rol importante dentro del movimiento social ha cambiado sus roles culturales con respecto al tema de «ser mujer», creo que es difícil de analizar. Tengo la hipótesis de que a pesar de estar en la calle y en la ruta les hacía transformar un poquito su rol, el hacer las mismas cosas que en el hogar, las vuelve a poner en el mismo lugar, continuando con el estereotipo y con el «mandato» de la sociedad.

-¿ Se va saldando esta contradicción ?

– Estos movimientos han ido avanzando, ahora no solo se lucha por los planes trabajar sino que se empieza a ver un movimiento colectivo con posibilidad de cambio y de poder: algo se consigue y se consigue con la lucha. A la variable lucha más el trabajo concreto que hacen las mujeres se le empieza a dar una vuelta de tuerca. Es la unión entre su rol tradicional con el nuevo: hay mujeres participando, muchas siendo voceros de sus organizaciones, participando activamente de las discusiones donde el eje está empezando a cambiar y estamos en una cosa intermedia. Hay mujeres grandes que también se acercan por una cuestión personal, quienes siempre han vivido para su familia y ahora no ya no es tan así. La cosa también ha cambiado no solo en cuanto a género sino también en cuanto a edad: algunas mujeres no tan grandes se han acercado porque el único lugar de trabajo que tiene es el grupo, donde también hay contención. Creo que si se sigue con esta línea de trabajo se puede seguir avanzando. La participación de las mujeres tiene que ver con que empiezan a cuestionarse y a entender para que están dentro del movimiento, para luchar contra que.

-¿Qué aporta de nuevo a los movimientos sociales la mujer?

Fundamentalmente ellas plantean que salieron a luchar por sus hijos en un verdadero rol de madres, que no tenían miedo de ir a la ruta, etc. La mayoría de las historias de vida parten desde ahí. La fuerza por los hijos es muy fuerte y a veces ni hablan de ellas. Entonces, una vez que se avanza en este terreno, ya no es por ellas solamente sino que salen por la lucha en sí, y han aportado fundamentalmente fuerza y empuje. En cuanto empiezan a participar más activamente se encuentran aportes culturales como la organización de las reuniones en función de los horarios de sus hijos. Esto me parece importante porque en otros encuentros de mujeres algunas han cuestionado que no podían participar si no era en horarios diurnos. Esto que parece una pavada ha cambiado un poco el funcionamiento metodológico de los movimientos sociales.

-¿Cómo ves a la mujer frente al cambio en la familia, que ya no es vertical y su rol dentro de ella?

-El rol de la mujer en la casa y con los hijos fue auspiciado permanentemente y con mucha fuerza por los discursos militares. Evidentemente en los inicios de la democracia se dio una ruptura en esto y, aunque hubo algunos cambios en lo legal, lo cultural no es algo que se cambia de una día para el otro sino que va transformándose muy paulatinamente. Uno desde la militancia puede no notar cambios pero los hubo. Hasta 1986 la patria potestad la tenía el padre, cuando en los hechos concretos la madre es la que se hacía cargo del hogar: como cosa contradictoria se tenía a la mujer como la «reina del hogar», la que banca la situación económica y sin embargo las leyes no la favorecían. Esta es una de las primeras conquistas que tuvo el movimiento de mujeres junto con el divorcio vincular. Desde 1988 se empieza a visualizar con fuerza el tema de violencia sexista y familiar por la muerte de Alicia Muñiz, asesinada por el boxeador Carlos Monzón. A partir de los medios de comunicación, las mujeres se empiezan a preguntar por sus situaciones similares, comienzan a denunciar y se crean así muchas organizaciones, ong´s, campañas internacionales, etc.

-¿Cómo se articula el feminismo, que trata de cambiar el poder democrático por el patriarcal, con el rol de las mujeres en los movimientos sociales?

-A pesar de que socialmente hay mucho prejuicio con la palabra feminismo, por considerarla una lucha contra el hombre, yo pienso que la historia del feminismo ha aportado muchísimo a los movimientos sociales: la visibilización de la violencia, la igualdad de oportunidades, el tema de los métodos anticonceptivos, y fundamentalmente el derecho al placer. Es como plantear el derecho a comer, a la vida, al trabajo. El derecho al placer tiene una connotación social, no individual que tiene que ver con hacer las cosas cuando y como una quiere. Digo derecho porque ahí está la connotación social, no se trata de ser individual. Yo creo que los movimientos sociales han tomado mucho de estas formulaciones que vienen del feminismo. Por otro lado, se empieza a ver el trabajo desde las realidades concretas: a una mujer campesina del norte del país no le vas a dar un método anticonceptivo con pastillas porque no lo a llevar a cabo por las distancias, por el dinero, etc. Esto tiene que ver con tomar en cuenta las necesidades y la cultura de cada una. Aunque a veces se piense que como la cultura es así, no hay posibilidad de cambiarlas porque se han naturalizado situaciones. Por ejemplo, en el norte argentino es natural que los padre violen a las hijas. Esto es cultural, pero ha provocado mucho sufrimiento. La misión es poder darse cuenta de ello y hacer acciones al respecto.

-¿Cómo ves el tema a nivel regional?

– Una de las cosas muy interesantes para investigar es el Movimiento zapatista, donde el tema de la mujer esta totalmente trabajado y planteado en los discursos públicos de Marcos. Además, una experiencia que conocí hace poco es la del MOCASE (Movimiento de Campesinos de Santiago del Estero), donde encontré una articulación enorme con otras organizaciones de mujeres tanto nacional como internacional. Hay una influencia norteamericana y europea, pero se nota que el tema de la mujer está elaborado y en debate. Pero esto se ve en los movimientos organizados, no donde están las campesinas o trabajadoras sueltas donde el poder patriarcal está muy fuerte y la mujer hace todo y no hay ningún nivel de cuestionamiento. Donde hay colectivo de trabajo el tema de género entra muy fácilmente. En lo colectivo está la posibilidad de potenciar riquezas. La única forma de resolver los problemas en esta sociedad es desde lo colectivo, lo comunitario, la unión de fuerzas. Desde el 85, todo el movimiento de mujeres que se viene gestando no se ha fragmentado. Todas las luchas de las mujeres tienen que ver con las luchas actuales de toda la sociedad, es un hilo conductor. El movimiento de mujeres «informal» se plasma en los encuentros anuales.

-A propósito, ¿Qué balance hace del último Encuentro Nacional de Mujeres?

-El encuentro es muy amplio, autogestivo, autónomo, la mujer va por sí, no por delegación de nadie. Son autofinanciados, se arma una comisión en el lugar del encuentro, se realizan los talleres que quieran y el último día se hace una marcha, en este caso hubo 20 mil mujeres. Pero es sobretodo heterogéneo: concurren activistas y militantes del feminismo, políticas partidarias, independientes, de movimientos sociales no feministas, trabajadoras en general, mujeres de las fábricas recuperadas, madres del gatillo fácil, madres de plaza de mayo, grupos religiosos y católicas fundamentalistas ortodoxas, con actitudes medievales. Con ellas no se puede discutir porque se ponen el cassette y repiten todo el tiempo lo mismo. Sus consignas son «no al zurdaje», «no a la Plaza de Mayo» y piensan que los detenidos desaparecidos eran hippies y se lo merecían. Hay un grupo piola llamado «católicas por el derecho a decidir» que hacen unos pañuelos verdes que reparten por toda la marcha, las católicas no lo usan. El desarrollo del encuentro tiene mucho que ver con el lugar, Mendoza es una sociedad muy conservadora; en cambio en Rosario (provincia de Santa Fe) el año anterior fue un encuentro muy progresista.