La diputada en la Asamblea de Madrid Beatriz Gimeno pone luz sobre la realidad de las mujeres que sufren maltrato institucional por proteger a sus hijos e hijas de abusos sexuales de sus padres. Lo hace en su nuevo libro ‘Misoginia Judicial. La guerra jurídica contra el feminismo’.
Cuenta Beatriz Gimeno (Madrid, 1962) que el colectivo de madres protectoras, mujeres que se enfrentan a la justicia para proteger a sus hijos e hijas del maltrato y de los abusos sexuales por parte de sus padres, se acercó a la Asamblea de Madrid a buscar cobijo durante la pasada legislatura. Ella, diputada por Podemos en este parlamento autonómico, histórica feminista y activista por los derechos de las personas LGTBI, observó con sorpresa la reacción negativa de algunos políticos, incluso del PSOE, cuando desde su grupo redactaron una Proposición No de Ley (PNL) en su apoyo. Hablar de incesto en la cámara era “una barbaridad” para algunos partidos. Ahí se dio cuenta de que necesitaban apoyo. Y decidió ejercer como altavoz de sus demandas. En este contexto acaba de publicar Misoginia Judicial. La guerra jurídica contra el feminismo (Catarata, 2022). En la portada, la mano de un magistrado enfoca con una linterna a una mujer que está de espaldas. Dentro del libro, Gimeno pone luz sobre sus casos, para que algún día puedan dar la cara y su defensa sea uno de los objetivos centrales del feminismo.
Pilar
Llop, ministra de Justicia, declaraba en una entrevista que el sistema
es poco empático con las víctimas de violencia de género. Su
ministerio ha negado el indulto a María Salmerón. Asegura que no han podido hacer más. ¿Estás de acuerdo? ¿Piensas que el gobierno no ha podido hacer más?
Bueno,
no soy jurista pero yo creo que sí se podía haber hecho más. El
Partido Popular indultó varias veces a María Salmerón. Y si no se podía
haber hecho más, si realmente fuera verdad, sí que se podía haber
tomado algún tipo de medida de apoyo radical a María Salmerón. El
sistema es nada empático y en muchas ocasiones se dirige directamente
contra las víctimas de la violencia vicaria y contra las madres
protectoras.
Animaba, además, a que las mujeres recurrieran y a que pelearan en la justicia. ¿Eso sirve de algo?
Comprendo
que es difícil decirles que no vayan a la justicia. Y bueno, yo creo
que a la justicia hay que ir. Pero también sé, y lo entiendo, que ahora
mismo hay muchas abogadas que dicen que hay que pelear en la justicia,
pero cuidado con qué tipo de pelea y hasta dónde llegan las fuerzas.
Hay abogadas que están diciendo, por ejemplo, que no se denuncie a los
padres abusadores. Que se pelee en la justicia el divorcio, pero que no
se denuncie por abuso sexual porque te puedes quedar sin la custodia.
Yo creo que una afirmación así de amplia de “pelead en la justicia” no refleja la realidad y puede llevarse por delante el futuro de muchas de estas mujeres. Nadie quiere ser una heroína e inmolarse en la pira de una justicia que necesita muchos cambios.
¿Crees que la negativa a dar el indulto a María Salmerón es un ejemplo de violencia institucional?
Sí,
no solo la negativa a dar el indulto, sino la negativa que ha
expresado el Ministerio de Justicia, junto con otros ministerios, de no
reconocer siquiera la violencia institucional. Hay ya leyes autonómicas
que la reconocen y está reconocida en muchos convenios internacionales
con esas u otras palabras. La violencia institucional existe y hoy es
uno de los principales frenos para la justicia para las mujeres.
En tu libro aseguras que hay una nueva ola reaccionaria en la
judicatura que utiliza elementos como las custodias compartidas. ¿Por
qué nueva?
Bueno, las custodias
compartidas se vienen utilizando como arma contra las mujeres hace
tiempo. Pero ahora ha habido una reactivación. ¿Por qué nueva? Pues
porque hay una reacción antifeminista en todo el mundo que se ha
reavivado a raíz de la cuarta ola feminista. Es decir, a una ola
feminista le sigue una reacción. Es verdad que ya vivíamos una reacción
antifeminista y en contra de los avances en general, pero claramente,
después de la ola global potentísima que vivimos, a raíz de las huelgas
y de las manifestaciones en todo el mundo y de movimientos como el
#Metoo, es evidente que ha habido una reactivación de esa reacción.
Pones algunos ejemplos en el libro. El de Sara B.B.
es el paradigma de violencia institucional contra las mujeres. Sara se
enfrenta a la venganza judicial y ha acabado condenada a prisión y sin
la custodia de sus dos hijas, después de que todo comenzara de oficio
cuando un médico emitió un informe sobre posible violencia de género
que acabó con una denuncia contra la expareja de Sara. Ella también se
enfrenta al silencio de la sociedad, ¿no crees?
Sí,
pero quizás se esté rompiendo ahora porque estas madres, y una parte
del movimiento feminista, están decididas a romper el silencio. Pero sí,
evidentemente hay mucho silencio por parte de algunos medios de
comunicación a los que también les cuesta denunciar la violencia
institucional, sobre todo cuando esta violencia no la puedes achacar
directamente a un partido, sino que es institucional. Hay medios,
personas, políticas, políticos… que defienden a las instituciones, casi
diríamos a cualquier precio, y les cuesta mucho reconocer que en
ellas, independientemente del partido que las ocupe, se puede ejercer
una violencia durísima contra las mujeres.
También hay otros temas tabú como es el incesto.
Cuesta
mucho hablar de incesto. Muchísimo. De hecho, a la Asamblea de Madrid
llevamos a una PNL sobre este tema y se revolvió la asamblea entera y
nos dijeron, incluso desde la izquierda, que éramos exageradas cuando
lo que late debajo del caso de las madres protectoras es el incesto.
Yo creo que con el incesto va a suceder dentro de unos años, y espero que no muchos, lo que ha pasado con la Iglesia y la pederastia. Es decir, que en un momento dado se levantará el velo. El incesto es una de las violencias contra la infancia más antiguas, tan antigua como la violencia contra las mujeres, que está siempre ahí en la familia y sus índices sobre los niños y niñas son muy altos. Y estos niños y niñas van a demandar en algún momento al Estado y a las instituciones y van a pedir indemnizaciones, aunque sean morales, con toda la razón. Y van a exigir comisiones de investigación y van a preguntar por qué cuando su madre denunciaba, o ellos y ellas mismos denunciaban, nadie los protegió. Por qué les entregaron a un violador, a un abusador sexual.
¿Tú cómo llegas a las madres protectoras?
Bueno,
ellas vienen buscando cobijo a la Asamblea de Madrid y se entrevistaron
con Isabel Serra, entonces, portavoz. Isabel llevó la PNL al pleno en
la legislatura pasada. Esta PNL cualquier feminista la hubiera firmado,
no era ninguna exageración, y sin embargo recibió muchísimos emails y
mensajes por parte del propio Partido Socialista o incluso de
Ciudadanos, que en aquel momento se movía un poco en estos temas,
criticando llevar eso a la asamblea. No que fuera verdad o no, sino que
cómo se hablaba de eso en la asamblea, que era un tema muy duro. Ahí
fue cuando yo decidí que iba a hablar con esas madres y ellas mismas se
han puesto en contacto conmigo después.
Hicimos una jornada en la Asamblea donde vinieron asociaciones feministas y Victoria Rosell, entre otras. Algunos testimonios me dejaron muerta. Y luego leyendo crónicas tanto de Patricia Reguero, compañera vuestra en El Salto, como de Marisa Kohan, de Público, me di cuenta de que ahí hay había un temazo.
Las madres protectoras están muy solas. El feminismo aún no ha
abrazado su causa como eje prioritario. ¿Por qué crees que pasa esto?
No exactamente solas. Porque otra gente de mi partido o la Asociación de Juristas Themis también ha mostrado apoyo.
Pero es verdad que no es un tema central y que no llega. Yo creo que
es porque el tema es el incesto y cuesta mucho hablar de eso. Eso por
una parte, y también porque es pura violencia institucional, y, como
decía antes, a muchas feministas, sobre todo si están en las
instituciones, denunciar muy crudamente violencia institucional les
cuesta.
En tu libro hablas de los abusos sexuales sobre
niños y niñas por parte de un familiar. Afirmas que no hay casi datos
institucionales, lo que es muy ilustrativo de la situación. ¿Vivimos en
una sociedad que cree que se protege a la infancia cuando en realidad
está totalmente desprotegida por algunas instituciones?
Sí,
la sociedad no protege a la infancia porque una de las cosas que hay
que hacer es protegerla de su propia familia y concretamente en este
caso del padre o de un familiar varón, pero muchas veces del padre. Y
eso va contra el patriarcado puro, que en su origen
es el gobierno de los padres. La justicia y parte de la sociedad
siguen pensando que es mejor cualquier padre que ningún padre. Y no, es
mucho mejor ningún padre a un padre abusador, a un padre maltratador.
Yo creo que esa defensa de la familia patriarcal es también lo que late
debajo y por tanto, sí se desprotege claramente en las instituciones a
estos niños y niñas.
Y entre los datos que has
encontrado, das uno del INE que dice que 320 personas fueron condenadas
en 2017 por abusar de menores. 316 son hombres.
Como
las violaciones, es un delito masculino. Los abusos sexuales son
crímenes que cometen los hombres, por más que una mujer pueda caer por
ahí, pero eso es anecdótico.
El 70% de las denuncias se
archivan. No se cree a las niñas y niños y tampoco a las madres, que
además de no creídas acaban en muchos casos sin su custodia y
condenadas. ¿Qué estereotipos hay detrás?
Pues
los de siempre. Lo que pasa es que todos juntos, que es lo terrible.
El estereotipo de que las madres mienten, el de las denuncias falsas,
que ha hecho muchísimo daño, el de que las mujeres mienten para
perjudicar en los divorcios, que quieren beneficiarse del divorcio y
arrebatarles los niños a los padres… Y luego muchos estereotipos
también en relación con la infancia: que los niños y las niñas son
sexuales, como se decía de las mujeres violadas, que también mienten,
que no hay que creerles…
Y el otro fundamental es que las madres manipulan a sus hijos hasta el punto de crearles recuerdos falsos, cosa que está probada que no es posible. Hablamos del Síndrome de Alienación Parental (SAP).
Se especula con denuncias falsas pero cuando se habla con las
madres protectoras te dicen que ojalá nunca hubieran tenido que
denunciar a sus exparejas por abusos sexuales a sus hijos e hijas
Ninguna
mujer nace queriendo meterse en un sistema que es absolutamente
antifeminista, antimujeres. Entonces, ni queremos denunciar
violaciones, ni queremos denunciar maltrato en la pareja. Sabemos que
las instituciones no nos protegen y sabemos la dureza de meterte en ese
camino. Y por eso el índice de denuncias es muy bajo en todos estos
delitos que se cometen contra las mujeres. Sin embargo, la percepción
social es que hay muchas denuncias.
Yo estoy segura de que la mayoría de las madres protectoras querrían haberse ahorrado ese calvario en el que además tienen muchas posibilidades de salir perdiendo.
Has hecho un repaso de las sentencias. ¿Recuerdas alguna muy llamativa y representativa de la violencia institucional?
Recuerdo mucho el caso de Sara B.B.
porque a mí me parece kafkiano. De verdad, me parece una tortura. Hay
algunos terribles que acaban con el asesinato de niños y niñas. Sí, pero
este caso es una tortura por parte del Estado.
Y luego las violaciones que se juzgan en la Audiencia de Girona. Todas las sentencias que pongo en el libro son sorprendentes, van contra el sentido común más básico. Ya no contra el feminismo, que también, sino contra un sentido común básico. Muestran la voluntad explícita de algunos jueces de no condenar por violación a violadores escudándose en argumentos completamente absurdos. Pero los jueces o el gobierno de los jueces no toman medidas. Yo denuncio la voluntad explícita por parte de algunos jueces y juezas de no condenar por violación lo que es violación.
Volviendo al caso de las madres protectoras, Fiscalía y juez se han mostraron a favor del indulto parcial para María Sevilla. Y la Fiscalía justifica el hecho de no pedir un indulto total en que María Sevilla ha suscitado una campaña que se llama Yo también lo haría. ¿Qué te parece ese argumento?
Me
parece terrible. Me parece una muestra del miedo que existe desde las
instituciones. Y en este caso no estoy hablando del Ministerio de
Igualdad, que se ha posicionado claramente a favor del indulto tanto
para María Salmerón como para María Sevilla y me consta que ha hecho
todo posible. Hay un miedo a molestar a los jueces, que además están a
la que salta y ejercen su papel de poder del Estado permanentemente.
Hay partidos a los que les cuesta molestar a los jueces porque se te
vienen encima los medios de comunicación o los propios jueces, incluso a
veces jueces progresistas. Hay un cierto corporativismo más allá de
ideologías políticas.
Naciones Unidas ya ha dado varios toques a España por
desproteger a la infancia víctima de violencia machista y de abusos
sexuales. El último fue en marzo
de 2022. El Gobierno no parece haberse puesto manos a la obra tras
esta última llamada de atención. ¿Tienes constancia de que no ha
sentado bien?
Sí, tengo
constancia de que no ha sentado bien esta llamada de atención. Y lo que
dicen en el Gobierno es que es una barbaridad, que España es un país
con muchas leyes feministas y que si no tiene otra cosa que hacer
Naciones Unidas que venir a condenar a España habiendo por ahí países
como Afganistán. Lo que se les olvida es que precisamente porque este
es un país con leyes feministas y con una cultura donde el feminismo
está presente, las mujeres españolas han aprendido el camino de la
denuncia y de ir a Naciones Unidas.
Y lo que dice Naciones Unidas es que hay un patrón machista en los tribunales españoles cuando se enfrentan a casos de violencia contra las mujeres, de violencia vicaria o de violencia contra la infancia y que hay que formar a los jueces. Es verdad que no se hace gran cosa, es verdad que esa formación tiene que ser obligatoria y transversal a todos los juzgados. Hay jueces y juezas en juzgados de familia sin tener ni pajolera idea de perspectiva de género, ni entender siquiera qué tiene que ver la perspectiva de género con su labor. Eso es brutal y no debería permitirse.
Y además es verdad que la ley de igualdad y la ley contra la violencia ya lo preveían. El Pacto de Estado también lo prevé y lo obliga. Luego, solo con poner en marcha de verdad esas leyes y el Pacto de Estado estaría la formación asegurada. Pero está costando.
Tú eres diputada en la Asamblea de Madrid. ¿Qué se puede hacer desde tu escaño para luchar contra el maltrato institucional?
Poco,
denunciarlo. Soy diputada del grupo más pequeño de la cámara, y
tenemos a Ayuso gobernando con el apoyo de Vox. Así que poco. Pero
bueno, se puede actuar de altavoz, se puede ofrecer apoyo a las madres
protectoras como hicimos con esa jornada. Yo creo que ahora lo que hay
que hacer es visibilizarlo hasta convertirlo en un tema central del
feminismo.
Y tu partido, que está ahora en el Gobierno, ¿piensas que puede hacer algo más?
Yo,
que soy muy crítica y que intento siempre de verdad ponerme como
feminista y no tanto como feminista de partido, creo que difícilmente se
puede hacer más en este caso por las madres protectoras. La mayoría de
los indultos dependen de Justicia y la mayoría de las cuestiones no
dependen del Ministerio de Igualdad, que ha hecho lo posible además de
mojarse a favor tanto del indulto como de las madres protectoras.
¿Cómo es trabajar en la Asamblea de Madrid sintiendo el aliento de la extrema derecha?
Es
duro y es deprimente. Yo escribiría un tratado sobre cómo es de verdad
la extrema derecha. Es duro porque ves la capacidad que tienen para
conectar con algunas cuestiones que están latentes y a las que a veces
la izquierda no sabe dar respuesta o no sabe dar la respuesta adecuada.
En la extrema derecha mucha de la gente que está ahí no se cree nada de lo que dice. Y eso es todavía peor. Ves cómo en realidad su único objetivo es el poder. Al final de todo, su objetivo es mantener el statu quo, bajar impuestos, hacer negocios y hacerse millonarios. Eso sí les importa mucho. Y respecto a toda la cuestión de las guerras culturales, excepto a algunos como Alicia Rubio u Ortega Smith, que claramente diría que tienen eso como objetivo, la mayoría de ellos vienen del Partido Popular y les han dado igual estas cuestiones y les dan igual. Lo que pasa es que han descubierto que hay un camino para conectar con una sensibilidad que en momentos como esta crisis terrible encuentra acomodo. Y da todavía más rabia cómo son tan absolutamente amorales o inmorales que les da igual la violencia que se genere, el sufrimiento que se genere, el odio que generen, cuando saben que ellos pueden ser gays, tener amigos gays, estar a favor del aborto y te lo dicen, pero ellos van a manipular, van a crear odio, van a generar violencia para conseguir otros objetivos que en el fondo son económicos y de clase.
No pinta bien el futuro. ¿Cómo ves tú un posible Frente Amplio de izquierdas?
Lo veo muy necesario, lo veo imprescindible.
¿Trabajarías en ello?
Bueno,
yo estoy un poco fuera, ya me queda un año y la verdad que estoy
trabajando, obviamente, pero tengo ganas de dejar la política
institucional y volver a escribir. Pero bueno, todas las manos que pueda
echar antes de irme para ello, lo haré. Hay que limar las asperezas,
dejar los egos de partido y los egos personales. Yo creo que la ocasión
histórica merece generosidad porque nos jugamos mucho. Y desde luego,
mirar más allá del propio partido; hay que tener altura de miras, más
que nunca.
Cambiando un poco de tema. Tú eres
abolicionista. ¿Qué opinas de un sector dentro del feminismo que
vincula abolicionismo y oposición a la ley trans?
Bueno,
yo creo que hacen un flaco favor al abolicionismo. Para mí, el
abolicionismo es un objetivo muy importante y lo hubiera puesto por
delante de todo. Es decir, el objetivo, en mi caso, es el
abolicionismo, y todas las que luchen por el abolicionismo son
bienvenidas. Lo que han hecho es dividir el abolicionismo ya que hay
mucha gente que se siente abolicionista, pero no se siente concernida
por ese sector transexcluyente.
Yo, que he luchado por el matrimonio igualitario, conozco el valor de la unidad para la lucha. Algunas han puesto otros intereses por delante del interés común que es el abolicionismo, y eso ha provocado cierta ruptura. Una pena.
¿Qué opinas de las feministas que denuncian un supuesto borrado de las mujeres?
Están
fuera de la historia, del consenso social y político. La ley trans se
va a aprobar con el voto favorable de toda la izquierda y será una
realidad, como ya lo es, porque casi toda España vive en territorios
donde hay leyes de autodeterminación. El tiempo y la práctica matarán
esta polémica que dentro de poco solo mantendrá viva la extrema
derecha, como ha pasado con tantos avances sociales.
Y volviendo ya a tu libro. Para finalizar, ¿a qué persona o colectivo le dirías que lo leyera?
Me gustaría que lo leyeran los jueces y las juezas que tienen dudas y que a lo mejor no saben mucho de feminismo. Y me gustaría que lo leyeran las feministas, porque me gustaría que se convirtieran en una parte central de nuestras reivindicaciones.