Las tecnologías basadas en imágenes por resonancia magnética y estimulación magnética transcraneal, han contribuido a entender las funciones de nuestro cerebro. Uno de los mitos más populares acerca del cerebro es aquel que establece que los humanos no lo usamos más del diez por ciento. Según Sandra Aamodt y Sam Wang, en su libro «Entra […]
Las tecnologías basadas en imágenes por resonancia magnética y estimulación magnética transcraneal, han contribuido a entender las funciones de nuestro cerebro. Uno de los mitos más populares acerca del cerebro es aquel que establece que los humanos no lo usamos más del diez por ciento. Según Sandra Aamodt y Sam Wang, en su libro «Entra en tu Cerebro» este mito se popularizó con los libros de autoayuda de Dale Carnegie, nos imaginamos que esta información servía para que las personas aspiraran a usar más del diez por ciento de las neuronas. De hecho este mito no corresponde con la realidad, pues los avances muestran que los humanos usamos el cien por ciento de nuestro cerebro. Según el neurocientífico portugués Antonio Damasio «el cerebro constituye un modelo de órgano integrado». Lo mismo manifiesta Paul Maclean en su teoría del «cerebro trino» en los humanos (réptil, limbito y neocorteza) En todas las áreas del cerebro se producen las fuerzas electro-químicas de las sinapsis. La forma de funcionar del cerebro es a través de impulsos eléctricos que estimulan neuronas, las cuales estimulan las reacciones químicas de los neurotransmisores (dopamina, serotonina, cortisol, etc). La energía eléctrica que utiliza el cerebro es equivalente a la que utiliza un bombillo del refrigerador de nuestras casas.
René Descartes manifestaba «pienso luego existo», contribuyendo así a la creación del mito de la dualidad mente-cerebro. Antonio Damasio, difiere del filósofo francés con su enunciado «lo correcto es, existo luego pienso.» La dualidad mente-cerebro es una quimera. Refuerza el filósofo científico Mario Bunge cuando declara que la mente es el cerebro en marcha.
Otro mito es que las pérdidas neuronales son irrecuperables. El mito tiene su base real porque las neuronas que se mueren no se pueden revivir, pero si pueden ser sustituidas por nuevas neuronas que a través de su vida va creando el ser humano. A este concepto se le denomina «cerebro neuroplástico». Se ha observado que en muchas lesiones cerebrales, nuevas neuronas hacen el trabajo de neuronas muertas. El premio Nóbel de fisiología Dr. Gerald Edelman profundiza más en el tema proponiendo el «Darwinismo neuronal», donde establece que las neuronas también compiten entre sí, y la selección natural premia a algunas y castiga a otras. La primera gran pérdida de neuronas los humanos la sufrimos en los dos primeros años de vida. A los dos años de vida, se produce un «chapodo» de conexiones neuronales y sobreviven las que pudieron «congeniar» con los sentidos. Muchos neurocientíficos ligan esta pérdida de neuronas, a la amnesia infantil en los primeros años de vida así como también la famosa «muerte de cuna». Por ello, no recomiendan la sobre estimulación de los bebés menores de dos años, llevándolos a lugares donde la sobre estimulación es parte del ambiente ya que pone en riesgo a los bebés, pues estos no han terminado de hacer el «cableado» de su red neuronal para su supervivencia. Igualmente dañinos pueden ser programas de muñequitos animados con flashes o movimientos acelerados. Pero también la falta de estímulos es perjudicial, ya que puede hasta atrofiar algunos sentidos. Un balance es la solución óptima sustentado en la estimulación y el cariño de sus familiares.
La evolución ha permitido al cerebro humano hacer suposiciones rápidas para lograr la supervivencia de la especie. Particularmente, para detectar la más leve señal de peligro y huir. Para ello, por ejemplo, se ligan visiones parciales con recuerdos preestablecidos y así se completa la imagen en la corteza visual. El ojo humano dispone de poca área de visión y de enfoque, de hecho tenemos pésima visión periférica. Sólo desde un pequeñísimo agujero llamado fóvea, ubicado en el centro del ojo, vemos claramente. El tamaño de la claridad absoluta que alcanza la fóvea según John Ratey, autor del libro «Cerebro: Manual de instrucciones», es no mayor que la uña del dedo gordo. De lo demás sólo fragmentos incompletos recibe el ojo humano, el cerebro supone el resto y completa la información. De esta debilidad de una incompleta visión, se valen los magos para sorprendernos con sus actos extraordinarios. El punto que establece la neurociencia nos lo aclara Aamodt y Wang, «el cerebro nos miente». Los testigos oculares en los juicios cada vez están siendo más cuestionados por los tribunales de justicia de los países desarrollados. La causa se debe a que cada vez les es más fácil a los hábiles abogados apelar a los defectos de los relatos de los testigos apoyándose en la ciencia.
Un descubrimientos muy interesantes sobre el cerebro humano, son las neuronas espejo, ubicadas cerca de la zona de Broca, la cual está ligada a la sintaxis y el habla. Las neuronas espejo son las encargadas de la imitación de instrucciones entre los humanos, de hecho están bien involucradas en el proceso de aprendizaje y sobre todo en el aspecto emocional de la empatía.
Un mito muy común es el que establece que las mujeres son peores que los hombres en matemáticas. Si bien es cierto que algunos estudios han demostrado que los hombres sacan mayor puntaje en el grupo de mejores matemáticos, también es cierto que el hombre también saca mayor puntaje en el grupo de menor rendimiento, mientras que las mujeres se mantienen constantes en los grupos promedio. Esto sugiere que en las matemáticas puede haber una influencia cultural en materia de género. Las mujeres presentan de hecho mejor conexión entre hemisferios que el del hombre, pues este último tiende a priorizar sus conexiones a la especialización del hemisferio izquierdo (si se es zurdo el derecho). La mejor interconexión hemisférica de las mujeres se debe a que su cerebro presenta un «corpus callosum» más grueso que el hombre, esto según algunos científicos por los efectos de la testosterona en el varón, sustentado en los mayores casos de autismo masculino, caracterizado por la atrofia de las conexiones inter-hemisféricas.
Otro mito muy divulgado es que el ser humano puede tomar decisiones sin tomar en cuenta las emociones. Las decisiones lógicas racionales puras no existen para la nueva neurociencia. En todas las decisiones interviene nuestra parte emocional del cerebro, donde la amígdala juega un rol de primer rango junto al hipocampo. La amígdala una zona de forma almendrada, registra las emociones fuertes y los recuerdos ligadas a estas. La amígdala es el centro del miedo en el cerebro y activa neurotransmisores que producen efectos somáticos evidentes en todos los mamíferos. En los humanos la amígdala como parte del sistema límbico, interactúa con el lóbulo pre-frontal para producir el comportamiento humano.
Cada vez son más los misterios que la neurociencia va descubriendo, a la par que se van ligando a múltiples disciplinas del saber humano. La neurociencia se presenta como pivote del conocimiento más de dos mil años después de que en el templo de Delfos se inscribiera la frase: «conócete a ti mismo».
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