Las fiestas de fin de año llevan una fuerte carga de alimentos en las costumbres de todo el mundo, donde por lo general las carnes ocupan el mayor volumen en el plato. Sin embargo en los últimos años los movimientos alimentarios en defensa de los animales están desarrollando una interesante variedad de platos típicos de […]
Las fiestas de fin de año llevan una fuerte carga de alimentos en las costumbres de todo el mundo, donde por lo general las carnes ocupan el mayor volumen en el plato. Sin embargo en los últimos años los movimientos alimentarios en defensa de los animales están desarrollando una interesante variedad de platos típicos de las celebraciones, que sustituyen la carne con alternativas igualmente proteínicas y deliciosas.
En Bolivia la mayoría de estos movimientos son vegetarianos, veganos o personas que están cambiando su alimentación reduciendo el consumo de carne progresivamente, estos últimos llaman la atención porque son en su mayoría jóvenes que, impresionados por el maltrato animal sistemático, adoptan políticas de vida que se desmarquen de la cadena alimenticia mercantil depredadora. Claro, aquí todos dirán que en la naturaleza los depredadores son parte del equilibrio cósmico para evitar las sobrepoblaciones dentro del círculo vital de interdependencia entre las especies, además de que los humanos necesitamos comer carne para vivir. Sí, muy bien, pero los humanos hemos destruido ese círculo ocasionando desequilibrios absolutamente incoherentes con nuestras propias esperanzas de vida.
Una picana navideña lleva varios tipos de carne: pollo, res, cerdo y cordero, pero en la época que nació este plato típico las familias criaban estos animales. Hoy, que casi todos hemos olvidado esta crianza, acudimos a las tiendas y mercados para comprar carnes por kilo, haciéndonos parte activa de una red de daños progresivos, ya que se necesitan cerca de 15.000 litros de agua para producir cada kilo de carne vacuna,de manera que las fiestas del amor y la paz, que aumentan en un 45% el consumo de carnes, no dejan nada que celebrar a la naturaleza.
Solo en la Amazonía, nuestro gran pulmón planetario, se pierde por día un área equivalente a 4.500 estadios de fútbol, que se quema para sembrar sujo, un pasto traído de África para alimentar al ganado vacuno que, a su vez, produce por día miles de toneladas de estiércol que emite metano, el gas de efecto invernadero más contaminante que el dióxido de carbono, que sobrecarga la atmósfera contribuyendo al calentamiento global mucho más que una fábrica. Es decir, además de eliminar el bosque que regula el clima a nivel planetario, nos otorga agua, aire y hábitat para millones de especies y algunos grupos humanos no contactados, colocamos en su lugar ganado altamente emisor. Por otro lado también se está tumbando bosque para sustituirlo por millones de hectáreas de monocultivo de soya destinada al mercado internacional que produce alimentos para engordar pollos y vacas criadas en las potencias asiáticas.
En este escrito todavía falta hablar del maltrato que significan los métodos de crianza y faenado masivo de animales destinados al mercado de carnes. Por lo tanto, si antes los vegetarianos eran vistos como la gente rara e inentendible, ahora la reducción del consumo de carne tiene que ver con recuperar el respeto y dignidad humana, por eso cada propuesta alimentaria que sustituya la carne por otros alimentos parecidos se hace más que urgente para salvarnos de la depredación mercantil totalmente contraria a cualquier cadena alimenticia natural y por supuesto a cualquier tipo de celebración alimentaria.
Katherine Fernández, licenciada en Comunicación Social y Maestría en Desarrollo Rural, es una gran entendida sobre Soberanía Alimentaria. Trabaja con familias rurales de La Paz fomentando el uso de energía solar para la alimentación. También está vinculada al ecoturismo agroarqueológico comunitario, a la gestión de espacios de intercambio entre campo y ciudad, y a la defensa de la Madre Tierra.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.