Ha sido una sorpresa mundial: tres millones de homosexuales y lesbianas salieron a la calle el día 18 de junio, en Sao Paulo, bajo el lema «Independientemente de nuestras creencias, ninguna religión es ley. Todas y todos por un Estado Laico». Brasil, aunque es un Estado en el que jurídicamente existe separación iglesia -Estado y […]
Ha sido una sorpresa mundial: tres millones de homosexuales y lesbianas salieron a la calle el día 18 de junio, en Sao Paulo, bajo el lema «Independientemente de nuestras creencias, ninguna religión es ley. Todas y todos por un Estado Laico». Brasil, aunque es un Estado en el que jurídicamente existe separación iglesia -Estado y existe un matrimonio civil entre personas del mismo sexo y también la adopción libre, es un país muy homófobo siendo los principales valedores de la homofobia las religiones. Es desde los templos y las televisiones que se difunde la homofobia en Brasil. El catolicismo y las nuevas iglesias evangélicas realizan campañas incesantes contra los homosexuales. Además, la reaccionarias iglesias evangélicas, que están presentes en los diversos partidos políticos- la bancada evangélica- , pulsan por hacer retroceder las conquistas de derechos civiles del periodo de Lula. Todo esto se hace en defensa, se dice, de la familia cristiana.
Todas las religiones del mundo, desde el punto de vista dogmático y doctrinario son homófobas y niegan la sexualidad libre. La negación del placer y el relevo de la mujer a condiciones de semiesclavitud en relación al varón son patrimonio de todas las religiones del mundo. En el mundo occidental-por no hablar de los otros- la homosexualidad ha sido condenada por la sociedad y las leyes durante siglos, ya que en el derecho positivo la homosexualidad ha sido de una u otra forma tipificada como delito, entre otras razones, por influencia de las iglesias. Así en el muy liberal Reino Unido la homosexualidad se despenalizó parcialmente en el año 1967 en Inglaterra pero hasta el año 1982 ésta despenalización parcial no se extendió por todo el Reino Unido. En la mayoría de los países europeos sucedía algo similar; la excepción fue Francia que pese a ser un país que también mantuvo leyes homófobas nunca tipificó como delito la homosexualidad. Por supuesto que las iglesias, y particularmente el catolicismo, ha sido los arietes para el mantenimiento de la homosexualidad como delito.
En la actualidad, unos 80 países mantienen tipificaciones contra la homosexualidad y en la mayoría de los casos amparados en argumentos religiosos. En algunos países europeos, como Polonia, donde el catolicismo tiene un peso esencial en el gobierno, la homofobia institucional es desvergonzada y se mantiene un cuadro legislativo represivo y todo ello azuzado por el Vaticano. Las asociaciones LGTB cuando organizan manifestaciones y no son prohibidas, reciben sanciones administrativas y los manifestantes suelen ser tratados a palos. En otros países occidentales, como Argentina, la lucha por el matrimonio homosexual se convirtió en una lucha terrible contra las instituciones civiles por parte de la Iglesia Católica. El entonces cardenal Bergoglio, hoy Papa de Roma, fue la punta de lanza contra los derechos civiles de los homosexuales erigiéndose en el portavoz no solo de la derecha política sino de todo el conservadurismo reaccionario en Argentina. En efecto, cuando se presentó el proyecto de unión de hecho de homosexuales lo calificó de ley antinatural y diabólica. Estas fueron las declaraciones del hoy Papa Francisco en el año 2010: «Aquí también está la envidia del Demonio, por la que entró el pecado en el mundo, que arteramente pretende destruir la imagen de Dios: hombre y mujer que reciben el mandato de crecer, multiplicarse y dominar la tierra. No seamos ingenuos: no se trata de una simple lucha política; es la pretensión destructiva al plan de Dios. No se trata de un mero proyecto legislativo (éste es solo el instrumento) sino de una ‘movida’ del padre de la mentira que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios»
En nuestro país la iglesia católica ha sido, una de las instituciones que más rémoras ha puesto al avance de los derechos civiles no solo de la homosexuales sino también de las mujeres. Es curioso que cuando se han promulgado en muchos países europeos -con la feroz oposición de las iglesias-, las leyes civiles de matrimonio homosexual es cuando la iglesia católica ha comenzado a realizar una intensa campaña contra los vientres de alquiler. Anteriormente si bien se oponía formalmente, la iglesia no lanzó ninguna campaña como la que viene realizando en la actualidad y la razón es que la maternidad subrogada por homosexuales es lo que verdaderamente le molesta ya que supone un trastorno de la familia cristiana. Es cierto que los vientres de alquiler constituyen un negocio que bien pudiera considerase la herma menor de la prostitución pero debemos también comprender que la iglesia está utilizando este asunto para ir en contra de las nuevas formas familiares y particularmente las homoparentales. Por eso el feminismo no puede, en ningún momento, unirse a las campañas reaccionarias que enarbola esa derecha católica junto a la iglesia. Piénsese que la iglesia, al final, no defiende a la mujer sino defiende la reproducción natural en contra de los homosexuales. Por el contrario, el feminismo, al denunciar el negocio de los vientres de alquiler o la prostitución, enarbola la bandera de la liberación y no la de la defensa del patriarcado y el machismo pero nunca lo debe utilizar como un arma homófoba, que es lo que pretende la iglesia católica.
En nuestro país, las Iglesias y en particular la católica siguen fomentando la homofobia y el Estado sigue financiando la enseñanza de esa moral contra las leyes comunes en los colegios públicos y privados.
Si en Brasil, donde las iglesias están separadas del Estado, los gays han salido a la calle exigiendo más laicismo, que no será en España donde el Estado todavía financia a los curas y a los obispos y donde el 30% de los escolares estudian en colegios católicos sufragados con fondos públicos.
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