Los recientes conflictos en el interior de Pará vienen llamando una vez más la atención sobre la cuestión del control de la región amazónica. Recientemente, el candidato a director general de la Organización Mundial de Comercio OMC, el francés Pascal Lamy, defendió el viejo discurso de que Amazonia debe ser transformada en «patrimonio de la […]
Los recientes conflictos en el interior de Pará vienen llamando una vez más la atención sobre la cuestión del control de la región amazónica. Recientemente, el candidato a director general de la Organización Mundial de Comercio OMC, el francés Pascal Lamy, defendió el viejo discurso de que Amazonia debe ser transformada en «patrimonio de la humanidad», como otros «bienes públicos globales» sujetos a reglas de «gestión colectiva».
El Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil luego se pronunció de opinión completamente contraria y publicó nota oficial declarando que «Nuestra posición es diametralmente opuesta a la afirmación del Sr. Lamy. Repudiamos con vehemencia cualquier afirmación que haga relativa la soberanía de Brasil sobre sus recursos naturales». Celso Amorim, canciller brasileño, llegó a cuestionar la candidatura de Lamy diciendo: «Tales declaraciones son incompatibles con el cargo de director general de OMC, al cual el Sr. Lamy aspira».
La enorme codicia de las grandes potencias sobre la región tiene muchas justificativas. Según datos del Instituto Nacional de Investigaciones de Amazonia (INPA) el área detiene 20% de la disponibilidad mundial de agua dulce del planeta, tiene altas incidencias de variados minerales preciosos y abriga cerca del 50% de la biodiversidad mundial. Tal diversidad de fauna y flora significa una mina de oro para las grandes multinacionales. Esto representa el movimiento de 315 mil millones de dólares por año con la producción de medicamentos cuyo principio activo es sacado de animales y plantas. También representa la garantía de mercados de cosméticos y de agroquímicos que generan 150 mil millones de dólares anuales.
Además de eso, el INPA apunta que «la cantidad de agua del Río Amazonas constituye cerca de 17% del agua [dulce] líquida del planeta; el volumen de agua en la Foz do Río Amazonas es de 100 a 300 metros cúbicos por segundo; considerando una mediana de 200 metros cúbicos por segundo, eso significa que el consumo diario de una ciudad de 2 mil habitantes sería suplido por un segundo del río».
Conforme argumenta Bautista Vidal, físico e ingeniero brasileño que ya fue tres veces Secretario de Tecnología Industrial del país y dirigió la implantación del Pro-alcohol (programa de fomento al alcohol combustible), Brasil recibe «por día, una cantidad de energía [solar] equivalente a la energía generada en 24 horas por 360 mil usinas del porte de la hidroeléctrica de Itaipú, hasta hoy la mayor del mundo. Es lo que cae de energía solar sobre el continente brasileño. Una gran parte de la energía que incide sobre la bacía amazónica promueve la formación de la apoteótica floresta y, otra parte importante, la floresta evapo-transpira y la energía es transportada para los polos por medio de gigantesca cantidad de vapor de agua. La floresta amazónica intercambia calor con los polos, regulando los climas del planeta», «La Amazonia es la dínamo del clima de la Tierra, por medio de intercambios de calor con los polos».
A su vez, las grandes potencias tienen su economía sustentada en fuentes de energía originada por la quema de combustibles fósiles. En los Estados Unidos, por ejemplo, 82% de la energía eléctrica proviene de esa fuente, principalmente del carbón mineral. Según Bautista Vidal, «Ellos son grandes contaminadores y ahora vienen las organizaciones ambientales estadounidenses decir que es necesario reducir la quema de carbón mineral un 80%. El Protocolo de Kyoto propone la reducción de solamente 10% en la emisión de gases C02. Y el presidente estadounidense dice no. Pero esa quema de carbono va a destruir el equilibrio termodinámico de la exósfera y vamos tener problemas tremendos para el futuro, porque Estados Unidos quema el 25% de la energía consumida en el planeta».
Ese país tiene una población 75% menor que la de China pero ocupa el primer lugar como país emisor de polución, mientras la nación oriental ocupa el segundo puesto, ya que también es dependiente de carbón mineral y de su poco petróleo.
Amazonia es un tesoro para las multinacionales y es fundamentalmente la mejor salida para solucionar la anunciada falta de energía proporcionada por la escasez de las fuentes de combustibles fósiles. Es codiciando esos preciosos recursos que los países imperialistas, principalmente los Estados Unidos, vienen lanzando, ya hacen décadas, poderosas campañas mediáticas que engañan la opinión pública con falsas informaciones respecto a nuestra actuación en la Floresta. Para el G-7 y Estados Unidos, la solución es transformar a Amazonia en un área universal. Eso no llevaría a su protección, sino a una mayor libertad para que la exploten todavía más. Así como en el caso del ALCA, quieren «libertad» para actuar, para llevarse nuestras riquezas. Como consecuencia de eso, extenderían más profundamente sus dominios e conómicos sobre los países llamados «en desarrollo» (como si algún día fuéramos llegar al estado de «desarrollados» a través del sistema económico capitalista).
No admitiremos la ridícula acusación de que los gobiernos de los países «emergentes» no tienen capacidad administrativa para controlar un «bien mundial» como la Amazonia. Es exactamente la actuación imperialista la que genera la destrucción de nuestra selva.
¿Cómo podríamos creer en la propaganda ambientalista de un país que no firmó el protocolo de Kyoto, alegando que el acuerdo crearía muchos problemas para su economía? ¿O en la buena intención de un país que invadió una nación soberana -fundamentada en un sistema profundamente democrático- ignorando las determinaciones de la ONU y violando todas las leyes internacionales? No podemos olvidar que ese mismo país, después de arrasar completamente la nación invadida, admite no haber encontrado ninguna comprobación para el argumento -de que allí se producían armas de destrucción masiva- bajo el cual fundamentó persistentemente su acción intervencionista. En esa agresión quedó claro cual era el objetivo de Estados Unidos: garantizar el dominio sobre las gigantescas re servas de petróleo de Irak, ya que sus yacimientos propios tienen los días contados.
Como afirmó el presidente Lula: «La Amazonia es nuestra y vamos defenderla con soberanía, guardar nuestro territorio sin vacilación». El nuevo director general de OMC, sea quien sea, debería ocuparse por el objetivo real de esa podrida institución: combatir el creciente abismo entre los países explotadores y los atropellados, denunciar el intercambio desigual y solucionar su doble discurso cuando trata de subsidios, barreras arancelarias, protección sanitaria y propiedad intelectual.
El sistema económico-ideológico que defienden es incompatible, contradictorio, con la sustentación de la vida humana y la conservación del ambiente. Y es fundamentalmente por ese motivo que América Latina representa una gran amenaza para los imperialistas. En ese momento es aquí adonde se encuentra el foco de propagación de las fuerzas que transformarán el estado de desorden deshumano creado por el capitalismo salvaje.
* Por Fernanda Brozoski,
Cuadernos para la Emancipación
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