«Si la naturaleza se opone a nuestros designios, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca» Simón Bolívar Hoy en día la humanidad por fin comienza a tener conciencia del peligro que representan muchas de las acciones humanas que afectan al medio ambiente. Si bien no se puede negar que el medio ambiente es afectado […]
«Si la naturaleza se opone a nuestros designios, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca»
Simón Bolívar
Hoy en día la humanidad por fin comienza a tener conciencia del peligro que representan muchas de las acciones humanas que afectan al medio ambiente. Si bien no se puede negar que el medio ambiente es afectado por el ser humano, la magnitud de su influencia es tema de debate. Existen grupos que buscan ocultar o minimizar dicha influencia y/o los peligros que puede representar para las personas.
Pero dentro del movimiento ambientalista, entendido como el conjunto de personas que consideran importante minimizar el «daño» al medio ambiente, pueden distinguirse dos enfoques: uno consiste en un entendimiento científico y naturalista de este fenómeno; y el otro lo considera desde un punto de vista sobrenatural y supersticioso. En este artículo argumentaremos que el enfoque supersticioso no corresponde con la realidad y puede conducir a grandes equivocaciones, que a su vez pueden resultar contraproducentes para el movimiento ambientalista.
Naturaleza o medio ambiente
Muchas personas confunden la defensa del medio ambiente con la defensa de la naturaleza. En este artículo entendemos a la naturaleza como a todo lo que compone nuestra realidad, es decir, al universo en su conjunto. La naturaleza incluye a los hermosos paisajes silvestres, a sus plantas y animales, a sus frutos comestibles, a su agua potable, a sus agradables sonidos y a sus frescas temperaturas. Pero la naturaleza también incluye al inhóspito espacio interestelar, al las temperaturas extremadamente frías o extremadamente calientes de las superficies de otros planetas, y en nuestro planeta la naturaleza incluye a gélidos paisajes polares, calurosos paisajes desérticos, oscuros y profundo ambientes submarinos, recónditos lugares subterráneos, fenómenos catastróficos como terremotos, maremotos, huracanes, erupciones volcánicas, e incluye seres muy peligrosos para los humanos, como lo son muchas bacterias, parásitos, hongos y virus.
El medio ambiente, es un concepto mucho más restrictivo, ya que no incluye tantos fenómenos. Si bien el medio ambiente forma parte de la naturaleza, se refiere específicamente a lugares que cumplen con los requisitos suficientes para la existencia de seres vivos, y en especial, de los seres humanos. Como veremos, la definición del medio ambiente es delicada y compleja, debido a la lucha por la supervivencia que puede existir entre diferentes especies de seres vivos, pero dicha definición implica la supervivencia y reproducción de la vida.
¿La naturaleza puede hacernos daño?
En la historia humana las enfermedades producidas por virus y bacterias han sido las principales causas de muerte. Catástrofes naturales son ejemplos evidentes de acontecimientos naturales que producen enormes daños a la humanidad. El resto de las especies vivientes no son ajenas a los daños producidos por estos sucesos naturales. Los conocimientos científicos actuales nos hablan de varias extinciones masivas de seres vivos durante la historia de nuestro planeta, mucho antes de la aparición de los seres humanos. En conclusión podemos decir con bastante certeza que la naturaleza, o parte de ella, puede hacerle enorme daño tanto al ser humano, como también a los seres vivos y al medio ambiente.
¿Podemos hacerle daño a la naturaleza?
Es difícil hablar de daño a la naturaleza si consideramos a los seres humanos como a un ser vivo más. Ciertamente los seres humanos podemos afectar en gran medida a los ambientes y seres naturales que nos rodean, pero ¿por qué habríamos de considerar menos natural los cambios que produce el ser humano que los cambios que produce otra especie animal o vegetal? Si los seres humanos formamos parte de la naturaleza no hay razón para considerar nuestras acciones como no naturales. Admitiendo que nuestras acciones son tan naturales como cualquier otro fenómeno natural, ¿bajo qué criterio podemos hablar de daño a la naturaleza? Ninguna de nuestras acciones puede hacer que la naturaleza pierda materia, o energía, o sienta dolor, sino simplemente producen un reordenamiento de la materia y de la energía de una ínfima e insignificante parte del universo. No tiene mucho sentido pensar que nuestras acciones pueden dañar a la naturaleza, nuestras acciones simplemente producen cambios en la naturaleza, cambios que ciertamente pueden afectarnos a nosotros mismos, a otros seres vivos, y al ambiente que nos rodea.
«La estirpe humana no es más que un sustrato químico en un planeta pequeño, orbitando alrededor de una estrella mediana, en los suburbios de una galaxia del centenar de miles de millones que existen».
Stephen Hawking
Es muy fácil desmentir la idea de que el ser humano puede hacerle daño a la naturaleza si comparamos el tamaño del universo y el tamaño de nuestro planeta. Mientras el universo conocido tiene unos 93 millardos de años luz de extensión, en kilómetros eso es más o menos un 9 seguido de 22 ceros, mientras que nuestro planeta tiene un diámetro de unos 13 mil kilómetros. La masa del universo en kilogramos es de más o menos un 5 seguido de 45 ceros, mientras que la masa de nuestro planeta es de un 6 seguido de 24 ceros. Estas cifras lo que muestran es que el tamaño de nuestro planeta es insignificante en comparación al resto del universo. Si el daño se mide a partir de la cantidad de materia afectada, las células de piel que mueren al momento de darle la mano a un amigo, o al besar a la pareja, o al abrazar a un niño, representan en proporción mucho más daño, que para el universo la destrucción total de nuestro planeta. En conclusión no tiene sentido hablar de daño a la naturaleza.
¿Podemos hacerle daño al medio ambiente?
Al hablar de medio ambiente se esclarecen muchas de las inquietudes que intuitivamente relacionamos con la contaminación, la muerte de seres vivos y la extinción de especies animales y vegetales, y que muchas veces calificamos erróneamente como daños a la naturaleza. Si definimos al medio ambiente de manera general como a un lugar en el que existen las condiciones necesarias para la subsistencia de la vida, entonces el daño al medio ambiente puede ser definido de manera sencilla como los cambios en dicho lugar que acaban con dichas condiciones de subsistencia de la vida. Entonces el ser humano efectivamente puede hacerle daño al medio ambiente, el ser humano puede destruir los requisitos para la supervivencia de los seres vivos, incluyendo a su propia especie. Sin embargo, la subsistencia de cierta especie o de ciertos seres vivos puede entrar en conflicto con la subsistencia de otras especies o de otros seres vivos, y en estos casos la definición precisa del medio ambiente se convierte en un problema delicado.
En conclusión, debemos referirnos al medio ambiente y no a la naturaleza al momento de oponernos a la contaminación, a la extinción de especies, a la muerte de seres vivos y a la destrucción de su hábitat.
Lo natural y lo artificial
En este artículo hemos definido a la naturaleza de manera bastante amplia, incluyendo a la realidad en su conjunto. Pero habitualmente muchos hacemos una distinción entre fenómenos naturales y fenómenos artificiales. Argumentaremos que esta distinción puede traer muchos malentendidos y confusiones.
¿Por qué habríamos de considerar menos natural un edificio que un panal de abejas? ¿por qué habríamos de considerar menos natural el aumento de dióxido de carbono en la composición de nuestra atmósfera producido por el ser humano que el aumento de oxígeno en la composición de la atmósfera producido por la aparición de organismo fotosintéticos como plantas y fitoplacton?
Hace varios años, por las calles de Caracas podían verse transitar autobuses que utilizaban gas natural como combustible, en lugar de gasolina. Algunos recordarán que dichos autobuses tenían anuncios en los que se promocionaba el uso de gas natural como combustible, y en el que aparecían pintadas plantas, en alusión las características menos dañinas al medio ambiente del gas natural, en comparación con otros combustibles. Pero uno habría de preguntarse ¿es el gas natural menos natural que el petróleo? No, en absoluto, de hecho frecuentemente tanto el petróleo como el gas natural son el resultado del mismo proceso natural y se encuentran en los mismos depósitos subterráneos. Desafortunadamente, el adjetivo natural que se le aplica a este gas, hace pensar que se trata de una sustancia beneficiosa para el medio ambiente, cuando en realidad dicho gas es tan natural como lo es el petróleo. Ahora bien, ciertamente el gas natural puede considerarse menos contaminante que el petróleo, pero por otras razones, no por el hecho de que sea natural. Este es el tipo de confusión que produce el considerar que lo natural es de por sí beneficioso para el medio ambiente.
Artificial es una palabra que deriva de la palabra artificio, y que relacionamos con mecanismos o procesos que implican la utilización del ingenio humano. Las sustancias y objetos artificiales son producto de transformaciones propiciadas por el ser humano a sustancias y objetos silvestres. Para la mayoría de la gente, mientras mayor es la transformación, más artificial es el producto de dicha transformación. Podemos notar también, que frecuentemente las transformaciones químicas de una sustancia, son consideradas más artificiales que las transformaciones físicas. Por ejemplo, quemar la madera (transformación química) es considerado más artificial que cortarla (transformación física). Esto es tan así, que la palabra químico se ha convertido en un sinónimo de sustancia contaminante o dañina. Pero esto puede resultar confuso y errado en muchos casos. Otro factor que también influye en le hecho de catalogar a algo como artificial, es la antigüedad del proceso de elaboración. Mientras más moderno es el método de producción de un producto, es más probable que lo cataloguemos como artificial.
Podemos analizar dos sustancias bien conocidas por nosotros, como lo es la gasolina, y el queso. Si a cualquier persona le preguntamos cual de los dos es más artificial, la mayoría nos responderá que la gasolina. Pero examinemos realmente cómo se fabrican ambos. La gasolina es producida a partir del petróleo. El petróleo se extrae de yacimientos que se encuentran a cierta profundidad de la superficie (a veces se encuentran al nivel de la superficie) y después se procesa en una refinería. El proceso consiste básicamente en calentar el petróleo, lo cual permite la separación de sus componentes. Muchas veces es necesario extraer sustancias no deseadas y realizar tratamientos químicos. El queso es producido a partir de la leche de animales (la cual muchas veces ha pasado por algún proceso de pasteurización). El proceso consiste primero en separar el cuajo del suero líquido de la leche, utilizando calor o alguna sustancia química. El cuajo posteriormente se fermenta gracias a la acción de bacterias que convierten los azúcares en ácido láctico. Muchas veces pasan por procesos de deshidratación, calentamiento y prensado. Objetivamente ¿cuál es el proceso que convierte a la gasolina en algo más artificial que el queso? Es difícil decirlo.
Lo que queremos resaltar con esto es que el daño al medio ambiente que puede implicar un producto es una tarea compleja, y que consideraciones simplistas basadas en las nociones tradicionales de «lo natural» o de «lo artificial» pueden conducir a conclusiones falsas.
¿Existe alguna relación entre lo artificial y el daño al ambiente?
Lo artificial no implica contaminante, pero existe una relación. Para entenderla tenemos que comprender cómo evoluciona la vida en nuestro planeta. La evolución de la vida es producto de un proceso de selección natural, en el que las condiciones de un medio ambiente propician el predominio de ciertas características en los seres vivos. Por ejemplo, un medio ambiente acuático propicia la existencia de mecanismos para desplazarse en el agua en el caso de animales acuáticos. Otro ejemplo es un ambiente con luz solar, en el que se propicia la aparición de organismos que aprovechar la energía solar (organismos fotosintéticos). Dichas características modifican a su vez el medio ambiente y propician a su vez el predominio de nuevas características en los seres vivos. Por ejemplo, la existencia de dióxido de carbono en la atmósfera primitiva propició la aparición de seres que producían oxígeno a partir de dióxido de carbono, y esto a su vez propició la aparición de seres que utilizan el oxígeno para respirar. Este proceso en el que el medio ambiente influye en las transformaciones de los seres vivos y los seres vivos en las transformaciones del medio ambiente ocurre de manera gradual durante millones de años.
Siendo un proceso gradual y lento, cualquier modificación brusca del medio ambiente produce condiciones nuevas a las que muchos seres vivos no van a poder reaccionar a tiempo por lo que perecerán. Esto independientemente de que dichas modificaciones sean producidas por el ser humano, por otro ser vivo, o por otros fenómenos naturales. La colisión de un gran meteorito sobre la superficie terrestre produce un cambio brusco en el medio ambiente, con lo que muchos organismos vivientes no pueden adaptarse a dicho cambio. De la misma manera, el cambio de la composición del aire, del agua, y de la superficie terrestre que produce el ser humano puede ser suficientemente brusco como para producir la muerte de seres y la extinción de especies.
El daño al medio ambiente que produce un fenómeno artificial puede ser entendido entonces como producto del cambio brusco del medio ambiente.
Pero un fenómeno no artificial (podríamos llamarlo silvestre), puede ser tan dañino o más, al medio ambiente que un fenómeno artificial. Por esto debemos tratar de evitar dichos fenómenos naturales tanto como cualquier fenómeno artificial que dañe al medio ambiente. Evitar que un enorme meteorito colisione con nuestro planeta es un acto tan ambientalista como disminuir la contaminación o evitar la destrucción de una selva.
Bolívar tenía razón
En 1812 un potente terremoto sacudió buena parte de Venezuela, en plena Guerra de Independencia contra el dominio español. En esa época la mayoría de la alta jerarquía eclesiástica se apresuró a culpar a los independentistas, alegando que el terremoto era muestra de la oposición de dios a la causa de la emancipación. Ante esta situación Simón Bolívar realiza esta famosa frase:
«Si la naturaleza se opone a nuestros designios, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca».
Algunas personas han criticado dicha frase, alegando que se opone a la defensa del medio ambiente. Pero a partir de las consideraciones que hemos hecho, se puede concluir que, a pesar de que muchos avances científicos eran desconocidos en la época de Bolívar, su frase no deja de ser correcta en muchos sentidos, aunque de alguna manera ingenua. Un terremoto no es, de ninguna manera, un fenómeno beneficioso para el medio ambiente. Se trata de un fenómeno natural brusco e impredecible para el que muchos seres vivos no tienen manera de protegerse, y que causa grandes daños a los seres humanos. Los seres humanos debemos luchar contra los fenómenos naturales que dañan a nuestra especie, a otras especies y al medio ambiente. En este sentido Bolívar tenía toda la razón en luchar contra la naturaleza cuando esta se opone a la vida. Sin embargo es ingenuo pensar que podemos hacer que la naturaleza nos obedezca. Sin duda podemos tener influencia en gran parte de la naturaleza que nos afecta directamente y que influye en nuestra vida, pero no hay manera de que tengamos influencia en la mayor parte del vasto universo natural.
Protección del medio ambiente
¿Por qué proteger al medio ambiente?
Un enfoque supersticioso del ambientalismo justifica la defensa del medio ambiente como una defensa de la naturaleza, ya sea por respeto o por temor a represalias de dioses o seres sobrenaturales. En el pasado esto llegó a ser una explicación aceptada por mucha gente. Desde la Biblia hasta la mitología azteca, pasando por un sinnúmero de mitologías y religiones, presentan creencias sobre catástrofes producidas por deidades. El profesor Vladimir Acosta relata en uno de sus programas cómo dichas creencias comenzaron a producir dudas y escepticismo con el terremoto de Lisboa de 1755 (http://www.aporrea.org/
«Dios perdona siempre, el hombre, a veces, la naturaleza, nunca» es una frase que algunos hemos escuchado. Pero ¿tiene sentido esta frase? ¿la naturaleza se venga de nosotros por el mal que le hemos hecho? No, no tiene sentido, la naturaleza actúa en base a leyes que no están basadas en nociones del bien y del mal. Más absurdo aun es pensar que los niños inocentes que mueren a causa de desastres naturales fallecen merecidamente.
La peor consecuencia de esta manera de pensar es la inacción que promueve. Si los desastres naturales y las enfermedades naturales son la venganza de algún dios o de un ente llamado la naturaleza, entonces no es sensato trata de evitarlos o de reducir sus consecuencias negativas, ya que esto de todas formas no detendrá la venganza y hasta podría exacerbarla.
Debemos proteger el medio ambiente, no por que esto puede producir la venganza de la naturaleza, sino porque esto modifica las condiciones que permiten la vida en el planeta, y que afectan la vida de seres humanos, de animales, de plantas y otros seres hacia los que podemos sentir empatía o que son beneficiosos para nosotros. Debemos proteger al medio ambiente porque al hacerlo nos protegemos a nosotros mismos y aseguramos nuestra felicidad presente y futura.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.