Los cambios constantes en los procesos globales mantienen a pesar de su vértigo, direccionamientos y modelos que debemos ser capaces de discernir. Sin embargo, la sensación de una aceleración del tiempo y de una vorágine de acontecimientos, a la vez que un exceso de información que somos incapaces de metabolizar, se nos imponen como una […]
Los cambios constantes en los procesos globales mantienen a pesar de su vértigo, direccionamientos y modelos que debemos ser capaces de discernir. Sin embargo, la sensación de una aceleración del tiempo y de una vorágine de acontecimientos, a la vez que un exceso de información que somos incapaces de metabolizar, se nos imponen como una especie de pesadilla y suele dificultarnos tales comprensiones. Se nos exige entonces, una especial determinación de la voluntad para la toma de conciencia que necesitamos.
La realidad hoy en el mundo nos recuerda a una novela que leíamos muchos años atrás en la revista Más Allá, cuando a mediados de los años 50 nos apasionaba la literatura de Ciencia Ficción. Se llamaba «El día de los trífidos» y refería a una extraña plantita creada en laboratorios transnacionales, nunca se sabrá por quienes, plantita sumamente útil para extraerle aceites, y que se difundirá rápidamente por todo el planeta en enormes plantaciones, y que además de sus particulares condiciones oleaginosas, tenía la extraordinaria propiedad de desplazar sus raíces y cazar a pequeños animalitos. Una especie de lluvia de estrellas en los cielos causada por algún arma secreta de esas que ahora se llaman de destrucción masiva y que seguramente se habría disparado por accidente, provoca una extendida ceguera en los seres humanos de la que sólo se salvan algunos pocos afortunados privados por alguna razón de haber visto el espectáculo.
En ese momento de particular indefensión de la especie, los trífidos parecieran hallar su propia oportunidad evolutiva. Se liberan de sus granjas de aceite, se ponen en movimiento en grupos y manadas, emboscan y matan a los humanos cegados, crecen y se comunican hasta que se transforman en los nuevos amos del planeta. La novela, es también el relato de una recolonización de la tierra por un grupo obstinado, en las condiciones más difíciles que plantea la guerra con los trífidos y que prueban en la construcción de nuevas alternativas, diversas sociedades humanas posibles, más o menos utópicas las unas, militarizadas en algunos casos o inclusive feudales, en otros casos, ya que la existencia de multitudes de no videntes es también la ocasión para que algunos prueben nuevos modos de dominación y servidumbre a cambio de defender a los ciegos de las nuevas amenazas y asegurarles la sobrevivencia.
Bueno, da miedo hoy en verdad leer ciencia ficción. Creo que los más audaces autores de aquellos tiempos fueron superados por los nuevos escenarios que la globalización nos impone: las amenazas globales, el agujero de ozono, el crecimiento de los mares sobre los continentes, la guerra de Irak, el desastre de New Oleans y su resolución militarizada que hace trizas el sueño americano, etc. Es como si el Poder no quisiera dejar lugar para la imaginación. Se nos condena a un mundo de pesadillas sucesivas. Por eso mismo es preciso crecer en conciencia, ya que muchas amenazas son fundamentalmente fuegos de artificios y muchas otras dependen en verdad de nosotros mismos, como si nos asustáramos de nuestra propia imagen en el cuarto de los espejos que recorríamos cuando chicos en el parque Retiro.
Los que dominan el mundo y lo ponen a todo riesgo a su propio servicio, pretenden legitimarse, necesitan que los legitimemos. Y somos nosotros, con nuestros miedos, con nuestra indiferencia, con nuestras debilidades, quienes fortalecemos las cadenas que nos atan y establecemos las condiciones de nuestra propia servidumbre. No estamos ciegos y gracias a Dios los monocultivos de soja no son todavía los trífidos de la novela. Han despoblado el campo y convertido las ciudades en megalópolis insustentables pero no han logrado vencer nuestra voluntad de luchar por un país mejor en que la calidad de vida sea un horizonte deseable…. Si la clase política sufre de ignorancia y de ineptitud y no es capaz de estar a la altura de lo que la gente le demanda, nuestro deber es el de fortalecer la Sociedad. Si el Estado defecciona de su rol, nuestro deber es fortalecer la Sociedad. En última instancia si unos son poderosos es porque los otros les hemos cedido nuestro propio poder. Ellos ocupan los espacios que hemos abandonado. Ellos no se ocupan de nuestro bienestar y eso no debe extrañarnos, lo malo es que, muchas veces, tampoco nosotros nos ocupamos…. al menos, lo suficiente.
Alguna vez dijimos que la principal herencia del modelo de los 90 era un rol de país monoproductor de forrajes transgénicos y además exportador de petróleo crudo. El actual «Proyecto de Ley de Promoción del desarrollo y la Producción de la Biotecnología Moderna en todo el Territorio Nacional» presentado por las más altas autoridades el día jueves 18 de agosto en la Casa Rosada, no hace sino proponerse, como en tantas otras oportunidades de los últimos dos años, emprolijar el modelo heredado. Pero en este caso y a diferencia de anteriores Proyectos sobre Biotecnología, en que fueron Diputados Nacionales aislados como Briozzo, del Partido País de la Alianza, quienes jugando abiertamente para los agronegocios hicieran intentos similares, en este caso es el mismo Poder Ejecutivo el que con toda la autoridad que le confiere una mayoría disciplinada en el Legislativo, les remite para su aprobación una propuesta que, por primera vez, amenaza con proporcionar un marco legal a las más de dieciséis millones de hectáreas de cultivos transgénicos existentes y a la fiesta de habilitaciones científicas y comerciales de semillas genéticamente modificadas y de experimentos animales y vegetales de todo tipo que se impulsan actualmente tanto en empresas privadas como del Estado.
La Biotecnología y más concretamente la manipulación de los organismos vivos por medio de la ingeniería genética, así como su apropiación jurídica a través de patentamientos, parecieran reemplazar en el imaginario de buena parte de la generación de los 70 los antiguos mesianismos de aquellos años. El sistema de propiedad intelectual que desarrollan las grandes corporaciones a nivel internacional, derechos de autor, patentes, marcas registradas, derechos de los difusores y de los obtentores, constituyen las principales fuentes de ganancia de lo que constituye el llamado poder del conocimiento, figura emblemática de los nuevos discursos progresistas en la Argentina desde la empresa los Grobo y FLACSO a Clarín Rural pasando por el INTA, el CONICET y hasta el Plan Fénix de la UBA.
Vivimos tiempos de discursos progresistas que se configuran siempre desde ópticas de escala y de cerrado productivismo, discursos en que se manejan pronósticos de audaz progresión geométrica de los supuestos éxitos actuales, discursos en que subyacen ecos fundacionales en los cuales nuevos horizontes de tecnologías, de divagues científicos y de promesas de crecientes record de cosechas de exportación y producción de Biodiesel con commodities transgénicas, reducen la platea a los iniciados de un sector social que se recicla para mantenerse en el usufructo del Poder. Son los mismos de siempre, y aunque no guarden coherencia con sus compromisos políticos antiguos, compromisos que han traicionado reiteradamente cambiando una y otra vez de bando y de partido, sí han guardado en cambio una estricta coherencia con la misma vocación de clase nacida para hacer uso de ese poder que la política, las empresas y el Estado les pueden proporcionar. El pacto de silencio de la generación de los setenta en el decir de Nicolás Casullo, pacto que, a nuestro entender, se mantiene incólume, no sería entonces sino el impedimento de conciliar esta aparente contradicción, la de una obstinada coherencia de un sector social que se reconvierte para el mando, con los discursos políticos empleados y que a lo largo de los últimos años se fueron adaptando a la permanencia de la élite y de ese sector social en el Poder.
En los años setenta se impusieron como una minoría dirigencial sobre un movimiento naturalmente plebeyo y multitudinario como fuera el Peronismo anterior, y no es verdad como algunos arguyen con cierta ingenuidad que hayan sido los cuadros de las FAR provenientes de la izquierda tradicional, los que luego de la integración con Montoneros en el año 73, hayan provocado e impuesto políticas de creciente enfrentamiento dentro del Peronismo. De ninguna manera. En todo caso ellos sí, los combatientes de las FAR fueron más consecuentes y desenfadados con su propia ideología, ya que jamás se habían declarado Peronistas y carecieron de los melindres y ocultamientos de los que practicaron largamente el enmascaramiento y el entrismo.
Los orígenes de la crisis en el Peronismo de los 70 que no tardó en convertirse en la tragedia de la Argentina toda, debería verse como un claro problema de clase y de disputa por el Poder, es decir con la conducción de Perón, y no comienza en el 73 sino dos años antes, cuando contrariando los planes estratégicos del Consejo Superior, Montoneros decide dejar de ser una Formación Especial sumada de manera funcional al Movimiento, para convertirse decididamente en una OPM, una Organización Político Militar. Allí radica el origen de los trágicos fracasos posteriores de la etapa de la Liberación Nacional de nuestro Pueblo y el propósito lúcido y convicto por parte de la Conducción de Montoneros en ese año 71, de darle al peronismo una organización interna paralela a la existente y dotada de una ideología marxista en que los conceptos de vanguardia y de lucha armada, así como de foquismo y de guerra prolongada fueran reemplazando paulatinamente los códigos internos propios del Movimiento. Recordemos que en esa época el manual de marxismo de la académica chilena Marta Hannecker, era de obligatoria lectura para todo cuadro de la organización y que aquella frase emblemática de John W. Cook acerca de que el Peronismo era un inmenso gigante miope e invertebrado, estaba absolutamente inscripta como una verdad revelada en todos los militantes que desde la izquierda o desde el cristianismo se sumaban en masa al Movimiento, proceso que elegantemente y con indulgencia denominamos muchas veces como peronización de los sectores medios. De esa manera la Organización Político Militar de Montoneros en poco más de dos años constituyó una estructura o esqueleto interior, acomodándonos a la consabida frase de Cook, que con mayor capacidad de movilización y recursos y siendo mucho más atractiva para la juventud, fue reemplazando con relativa ventaja todas y cada una de las ramas y sectores propios del Movimiento. De esa manera se constituyeron o cambiaron de manos entre otras: la Juventud Peronista de las Regionales, la Agrupación Evita pretendiendo ocupar el lugar de la Rama Femenina, la Juventud Trabajadora Peronista, la Juventud Universitaria Peronista, la UES, el Movimiento Villero Peronista, las Ligas Agrarias, etc. Todos férreamente conducidos siempre por cuadros políticos frecuentemente no peronistas pero seleccionados por se capacidad militar.
Treinta años después son los mismos, prácticamente los mismos, los que disputan el Poder, aunque ahora aparezcan convenientemente reciclados y las luchas políticas, las disputas y las acusaciones recíprocas se canalicen en los espacios que son propios de la Democracia. Sorprendentemente, son muchos de ellos, los mismos sectores y personajes de antaño, los que construyen y nos proponen hoy esos horizontes del Poder globalizado que son la biotecnología, el poder del conocimiento y de los sistemas de propiedad intelectual y de patentamientos. Y descubrimos que cuando nos anuncian la necesidad de generar una Burguesía Nacional no están pensando precisamente en Mauricio Macri o en Amalita Fortabat, que son las estrellas en franca declinación del firmamento corsario empresarial, están pensando en Grobocopatel, el más grande sojero de la Argentina, amo de Carlos Casares, ingeniero agrónomo, dueño de empresas de biotecnología que como Bioceres viven asociadas al CONICET, y que sorprendentemente, cuando nos revela su pensamiento político y lo qué haría él con la Argentina, nos aclara que no está seguro de que el Capitalismo sea el mejor modelo para nosotros…?? Es decir, que inscribe su discurso, él también, en la misma onda progresista de los sectores actuales del Poder y en lo que ellos llaman con audacia y desefado: la Nueva Política.
Que un sector con vocación de Poder reemplace el espacio de sus propuestas e ideologías setentistas con nuevos horizontes, en este caso de desarrollismo progresista y de mesianismo tecnológico, no constituiría más que una anécdota sociológica si ese sector social no estuviera peleando con sectores más primarios y hasta delictuales la hegemonía de la clase política y en particular de un sector político partidario. La readaptación de la élite de poder local a las nuevas condiciones del neocolonialismo en la etapa de la globalización y de la ocupación de territorios y de apropiación gigantesca de recursos naturales, institucionaliza por una parte el rol de país proveedor de forrajes que nos fuera impuesto bajo el peso de la Deuda Externa, pero a la vez recoge y alimenta un antiguo sueño argentino que viene de muy antigua data, el sueño de un país europeo en medio de la América mestiza, un país cuyos habitantes descendieron de los barcos y que nació para llevar adelante los grandes proyectos alimentados por el extrañamiento y el exilio de una generación de gringos notables, gringos que fueron nuestros entrañables abuelos.
* Jorge Eduardo Rulli
Editorial del sábado 10 de septiembre
Horizonte Sur, Radio Nacional AM
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