Millones de latinoamericanos tienen mayor acceso a agua potable y a vivienda digna que hace 25 años, pero la región todavía arrastra los pesados retos ambientales heredados del modelo de desarrollo del siglo XX, como la deforestación y las emisiones de gases de efecto invernadero. Quince años después de suscribir los ocho Objetivos de Desarrollo […]
Millones de latinoamericanos tienen mayor acceso a agua potable y a vivienda digna que hace 25 años, pero la región todavía arrastra los pesados retos ambientales heredados del modelo de desarrollo del siglo XX, como la deforestación y las emisiones de gases de efecto invernadero.
Quince años después de suscribir los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), los países de América Latina muestran avances significativos en la erradicación de tugurios, la utilización por parte de la población de servicios de saneamiento y el acceso a mejores fuentes de agua.
Sin embargo, el progreso en busca de garantizar la sostenibilidad del medio ambiente muestra un profundo atraso provocado por un modelo de desarrollo intensivo en combustibles fósiles, extracción de minerales y actividades agropecuarias que reducen los bosques, como los monocultivos y la ganadería.
«Es un avance variado, con luces y sombras», resumió Joseluis Samaniego, director de la División de Desarrollo Sostenible y Asentamientos Humanos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
«Tienes avances claros y destacados en general en materia de acceso y saneamiento de agua y tenemos la impresión de que esos indicadores se van a cumplir», aseguró en diálogo con Tierramérica desde la sede del organismo en Santiago de Chile.
Estos temas forman parte de las metas del séptimo ODM, el que compromete a «garantizar la sostenibilidad del ambiente», con metas medibles con base a los indicadores de 1990 y que deben completarse a fines de este año.
Entonces, los ODM serán remplazados por 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, que los jefes de Estado y de gobierno de los 193 miembros de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) aprobarán en una cumbre en septiembre.
Dentro del ODM 7, América Latina y el Caribe alcanzó la meta de acceso al agua potable cinco años antes del plazo definido y entre 1990 y 2015 la población con acceso a una fuente de agua mejorada aumentó de 85 a 95 por ciento, aunque todavía quedan millones de latinoamericanos fuera de la cobertura.
En las regiones del Norte industrial, el promedio de emisiones de CO2 por persona ha sido considerablemente más alto que en las regiones del Sur en desarrollo. Crédito: ONU
Entre 1990 y 2014 se redujo casi a la mitad el porcentaje de latinoamericanos que vivían en tugurios, pasando de 37 a un 20 por ciento, según registros de la ONU.
Sin embargo, esto implica que todavía hay carencias importantes, con más de 100 millones de personas en la región residiendo en viviendas indignas.
Samaniego explicó que los avances en el cumplimiento de estos indicadores hablan del esfuerzo en inversión pública en la región y de la claridad con que fueron planteadas las metas.
«Cuando se aprobaron los ODM, se generó un impacto grande en los países y hubo una claridad y un incentivo en términos de monitoreo para que los países se organizaran y pudieran hacer avances», expuso el funcionario de la Cepal.
Sin embargo, a la hora de incorporar el desarrollo sostenible y la variable ambiental en las políticas públicas nacionales el progreso del objetivo se opaca.
Además, «en materia de deforestación, tampoco lo estamos haciendo muy bien. Entre 1990 y el 2010, pasamos de 52 por ciento de cobertura del territorio a 47,4 por ciento», detalló Samaniego.
En el informe final de la ONU sobre los avances de los ODM, publicado el 6 de este mes, se evidenció la disparidad del avance en sostenibilidad ambiental en América Latina.
«El reporte identifica que los bosques están desapareciendo a un paso rápido, a pesar del establecimiento de políticas forestales y leyes que apoyan el manejo forestal en muchos de los países de la región», señaló un documento síntesis de la región sobre el informe.
Las economías latinoamericanas todavía son bastante intensivas en carbono. Un mecanismo para medir esto es cuántos gramos de carbono son necesarios para producir un dólar del producto interno bruto (PIB).
Todavía un porcentaje importante de las personas en América Latina tienen acceso a agua contaminada con materia fecal. Crédito: ONU
Mientras que el promedio mundial descendió de 600 gramos por dólar en 1990 a 470 en el 2010, la región apenas bajó de 310 a 280 gramos por dólar del PIB en el mismo periodo, lo que Samaniego considera casi estadísticamente estancado.
Esta visión la comparten los expertos regionales del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
«Existe una correlación casi lineal entre crecimiento del PIB de un país y su consumo de energía, y mientras la matriz siga basada en combustibles fósiles, seguirá directamente ligada a un incremento en las emisiones», explicó Gonzalo Pizarro, asesor regional en pobreza, ODM y desarrollo humano para la oficina latinoamericana del PNUD, con sede en Ciudad de Panamá.
En 1990, la región emitía cerca de 1.000 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono (CO2) equivalente, menos de cinco por ciento del total del mundo.
Aunque la proporción de participación global se mantuvo para 2011, en cuestión de dos décadas las emisiones de América Latina y el Caribe aumentaron 80 por ciento y registraron ese año 1.800 millones de toneladas de CO2, según el PNUD.
Esta meta del séptimo ODM tiene una particularidad: aunque las políticas provienen de las decisiones internas de cada país, sus resultados tienen un impacto global.
Estos indicadores como emisiones y pérdida de cobertura boscosa son «de salida» y «si bien tienen una relación con el bienestar de la gente, por otra parte tienen también que ver con el modelo de crecimiento de los países», explicó Pizarro en su entrevista con Tierramérica.
«En economías basadas en materias primas o productos básicos, como lo son la mayoría de los países de América Latina y el Caribe, la tasa de deforestación seguirá siendo alta, pues la presión económica para explotar los bosques seguirá siendo altísima», apuntó.
Según el especialista, el reto a vencer es la matriz energética y las decisiones que toman los países, todavía enfocados en los «commodities (productos básicos transables)» a gran escala que afectan la biodiversidad.
«Mientras los tomadores de decisión no sean capaces de comparar el beneficio de corto plazo de dicha explotación vis a vis el valor real de los servicios eco sistémicos que el bosque presta, es muy probable que esto siga ocurriendo a gran escala», alertó Pizarro.
Los especialistas de la Cepal y el PNUD reconocieron los esfuerzos ambientales de países de la región como Cuba y Costa Rica, que han recuperado cobertura boscosa, Chile y Uruguay, que han integrado exitosamente las industrias forestales a su economía y Brasil, que redujo la tala de su porción de la neurálgica región de la Amazonia.
Publicado por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.
Editado por Estrella Gutiérrez