Recomiendo:
0

Amor a la revolución

Fuentes: Rebelión

Ernesto Che Guevara: «La auténtica revolución tiene su base en el amor». Gioconda Mota Gutiérrez ha desempeñado diversas funciones, cargos y asesorías pedagógicas y de género en multitud de proyectos oficiales en Venezuela. Es una firme defensora y promotora de los derechos de las mujeres, así como del papel que ha desempeñado la mujer en […]


Ernesto Che Guevara: «La auténtica revolución tiene su base en el amor».

Gioconda Mota Gutiérrez ha desempeñado diversas funciones, cargos y asesorías pedagógicas y de género en multitud de proyectos oficiales en Venezuela. Es una firme defensora y promotora de los derechos de las mujeres, así como del papel que ha desempeñado la mujer en la construcción del proceso revolucionario venezolano. Coordina La Araña Feminista, espacio político de interlocución y articulación de colectivos, organizaciones populares de base y movimientos de mujeres y feministas del país. Además, escribe artículos de opinión en diferentes periódicos, y dirige el programa de TV El Entrompe de Falopio (calificado como el único programa en América Latina abiertamente feminista) . De visita por el Archipiélago Canarias, c on motivo de su asistencia al IX Encuentro Estatal de Solidaridad con la Venezuela Bolivariana, celebrado recientemente en Tenerife , el pasado 10 de julio Gioconda Mota se acercó también a la Universidad de Las Palmas, para encontrarse y solidarizarse con las estudiantes encerradas, lugar en el que fue invitada a dar una charla sobre el feminismo en Venezuela (se pueden ver dos vídeos en este enlace). Al inicio de su intervención se definió como «venezolana de nacimiento, crianza, residencia y lucha». Y a lo largo de la charla demostró ser una gran educadora, además de profunda humanista, feminista y revolucionaria.

Para Gioconda, s i bien la lucha de la mujer está llena de impedimentos y problemas, tanto en cualquier parte del planeta como en el marco de la revolución bolivariana -también en este contexto la mujer feminista ha de realizar un doble trabajo revolucionario-, no es menos cierto que los procesos de diálogo y construcción comunitaria que se están llevando a cabo permiten ir poniendo en marcha unas políticas públicas de igualdad y de inclusión, así como las correspondientes implementaciones legislativas y judiciales, que afectan muy positivamente a los sectores excluidos. Pobres, mujeres o indígenas empiezan a encontrar espacios de integración y posibilidad de accionar mecanismos para proponer y reivindicar necesidades específicas con las que iniciar procesos encaminados a la reconstrucción de sus vidas. Procesos de transformación culturales y pedagógicos -talleres, debates-, articulación de procesos organizativos de base, conquista de espacios políticos, sociales o comunicativos permiten ir trasladando las propuestas populares hasta su incorporación a las leyes y su efectivo cumplimiento.

Las misiones educativas implementadas en todos los ciclos de la enseñanza para permitir el acceso universal y gratuito a la educación, el abordaje de aspectos específicos de la problemática de la mujer (laborales, o protección en otros ámbitos), los programas iniciados para reducir significativamente los elevadísimos índices de violencia -personalidades de reconocido prestigio por su defensa de los derechos humanos son nombradas para detentar responsabilidades al frente de servicios públicos de seguridad-, o la puesta en marcha de políticas de inclusión para los pueblos indígenas -en el marco de las infiltraciones de cuerpos militares y paramilitares de países limítrofes con fines desestabilizadores-, son ejemplos de la profundidad de las reformas puestas en marcha en el proceso venezolano, y de la complejidad de llevarlas a cabo mediante procesos populares y equitativos, en el contexto histórico y geopolítico de un país mucho tiempo sometido.

Pero Gioconda trató un tema especialmente significativo por las fuertes polémicas que aún levanta en medios políticos europeos de todo signo, y que es el de las relaciones afectivas de la población con el líder de la revolución, Hugo Rafael Chávez Frías. No estaba en la agenda, y de hecho, surgió a colación de una pregunta de una interviniente, que cuestionaba porqué tantos venezolanos y venezolanas declaraban su amor al presidente. El interés de las respuestas, el profundo sentido libertario de sus palabras o la claridad y frescura en la exposición, enraizada en los significados que emanan de los procesos creativos populares, queda reflejado en algunos fragmentos de sus intervenciones, que a continuación transcribo:

Nosotras nos definimos como feministas. Anticapitalistas, antiimperialistas y antipatriarcales. Son como los elementos centrales de nuestro accionar. Apostamos por procesos de transformación que contribuyan con la eliminación de la forma más primaria de opresión, que es la opresión entre los sexos. (…)

El amor no es cosa ni de mujeres ni de hombres. El amor es sólo una cosa maravillosa [ríe]. Cómo explicar el amor… desde esa cara de olvidarse un poco de los autores y sentir el corazón… Sí, bueno, con Chávez nos ocurre, nos pasa a muchas venezolanas y venezolanos, que Chávez, además de ser un líder político (que en este caso, además, es nuestro líder político, porque hemos elegido que sea así), es, digamos incluso, uno de los agentes que moviliza la transferencia de ese liderazgo personal hacia la construcción del liderazgo colectivo, políticamente hablando. Pero lo es desde una figura unificadora de situaciones de poder y de articulación del poder para que pueda haber caminos de transformación. Chávez sigue siendo el líder político de la izquierda revolucionaria venezolana, del movimiento popular venezolano, de las organizaciones venezolanas del pueblo venezolano, siempre desde una perspectiva de clase, de todos los venezolanos y todas las venezolanas pobres. Cuando decimos que es amado, es así porque es un líder político donde, además de ser admirado y respetado, hay un profundo vínculo afectivo. ¿Y porqué hay un profundo vínculo afectivo? Porque nos parecemos, nos identificamos, nos sentimos similares. Hay una sinergia y una entidad… Más que idolatría, hay una lógica de identidad afectiva, ¿no?, que le puede pasar a uno con muchos sujetos y sujetas en la vida. De forma preferente, yo la tengo con Argelia Laya, que fue una gran compañera del movimiento feminista venezolano, afrodescendiente , pobre, educadora, y bueno, un gigantesco icono del movimiento feminista venezolano. Yo amo a Argelia Laya, fallecida ya.

Asimismo, quienes estamos con Chávez lo amamos, y además, Chávez nos ama, y no nos apena decirlo, porque en Venezuela, ahí hay mucha gente que dice «ese es el componente de populismo que tiene Chávez» [bromea y ríe]. Yo propongo un debate, no todo el populismo es malo. Hay componentes del populismo bastante nocivos para el desarrollo del pueblo. Hay componentes del populismo bastante positivos para el avance de los pueblos. Y para mí, ningún entramado afectivo sano es malo . En ese sentido, con Chávez obviamente eso no significa que la gente esté ahí, recibiendo palazos y garrotazos y encima diga «Chávez te amo» o «no me movilizo en contra de ti porque te amo perdidamente porque me metí la pastilla del amor»… No, no, ¡ojo!, hay una identidad afectiva con quien a su vez es un líder político.

Así como hay una entidad afectiva negativa con quienes le adversan. Y es también muy afectiva. En Venezuela hay una polarización política muy acentuada. Es decir, quienes le adversan no sólo no piensan como él, sino que le odian. El adversario, en un sentido político colectivo, le odia. Tanto le odia que desea la muerte. O sea, todo este trabajo que se ha hecho mediático, alrededor de la enfermedad de Chávez, no se puede creer. Sistemáticamente todos los días escriben que le quedan dos días. Hay un odio. Por ejemplo, si vas a las urbanizaciones ricas, y a la gente que se desenvuelve en esos contextos, si les preguntas por Chávez, contestan: «ojalá se muera Chávez», «es lo mejor que le puede pasar a Chávez».

Con eso trato de decir que los universos afectivos también forman parte de nuestro accionar político, difícilmente alguien de izquierdas no siente una identidad afectiva con el Che, y con la historia de el Che, ¿no? Difícilmente hay una mujer feminista que no sienta identidad afectiva con Clara Zetkin, ¿saben? son identidades afectivas porque en este caso estoy hablando de personajes fallecidos. Trato de decir que las identidades afectivas también se construyen . (…)

Sugerencia. El feminismo es una posición política. Es una posición ante la vida. No es una posición para voltear la tortilla. Es decir, no se trata de que las mujeres ahora oprimamos a los hombres. Es una posición ante la vida, la más hermosa de todas. Cuando digo ante la vida no digo solamente ante la opresión existencial entre los sexos, la diferenciación y el dominio y la transgresión que existe entre los sexos, sino a la búsqueda de las relaciones armónicas, equitativas, igualitarias, respetuosas en todos los ámbitos de la vida, partiendo obviamente por la superación primaria o matriz del sistema de opresión que existe primario, antes de la opresión de clase, que existe entre nosotras y nosotros mismo como hermanas y como hermanos. En ese sentido, es una corriente de pensamiento, que no sólo de pensamiento sino también de acción social política muy hermosa, muy humanitaria, muy socialista, muy transformadora.

Y bueno, con relación al feminismo, sólo puedo decir que el feminismo es uno de los movimientos políticos más hermosos en la Historia de la Humanidad . Es un movimiento político. No es que le pertenezca a los políticos, a las políticas; es un movimiento político, de transformación. Prácticamente no hay ningún derecho del que gocemos las mujeres en el presente que no provenga de la lucha del movimiento feminista. Podemos agarrarlos uno a uno: la posibilidad de votar, la posibilidad de ser elegida, la posibilidad de divorciarnos, la posibilidad de elegir. Las cosas que hoy en día gozamos las mujeres en el mundo, y las que nos faltan por gozar han sido producto no de la lucha, no de los políticos X ni de los hombres, sino que han sido fundamentalmente producto de la lucha de las mujeres feministas por las cuales muchas han dado la vida. Es un movimiento que vale la pena mucho conocer y ha sido un gran esfuerzo, así como el consumismo ha sido un gigantesco trabajo simbólico del patriarcado , y el binomio patriarcado-capitalismo para construirle a la gente en la cabeza que el feminismo es malo. ¿No? Entonces, parte de eso es aprender a deconstruir lo simple, lo que se da por sentado. Eso es como mi única recomendación.

Este… yo creo, miren, el caso nuestro, el aprendizaje más lindo que yo quisiera compartir, es el de superar la prepotencia de la militancia política tradicional, anclada en una sola forma de aprendizaje y a una sola forma de lenguaje, a una sola forma de discurso, que está atada a los textos, está atada a los manuales, está atada a los pensadores y pensadoras más importantes de la lucha por la liberación de los pueblos de la humanidad. Superar eso y hurgar en el pueblo desde una perspectiva respetuosa, amorosa. Construir colectivamente la sabiduría del pueblo, porque sólo el pueblo salva al pueblo. Eso es todo. [Aplausos]

Bueno, me sacaron la chicha, pero yo vine a eso. [Entre los aplausos, riéndose].

El feminismo revolucionario de Gioconda supera la rigidez de los discursos políticos ortodoxos y, con el fin de empoderar realmente al pueblo, vuelve su mirada afectuosa a los procesos populares, para escuchar sus propuestas y reivindicaciones, para ahondar en su sabiduría. Para Gioconda, el pueblo venezolano acepta el liderazgo personal, pero sólo en la medida en que opera al servicio de un beneficioso proceso de transformación social, popular y colectivo; auna iconos -objetos del amor, nacidos del corazón- con reflexiones políticas -teorías, autores-; y en definitiva, relaciona y sintoniza el espontáneo universo de los sentimientos con el resultado de las conquistas políticas.

Mientras tanto, en Europa, aún se sigue identificando, de forma genérica, la revolución bolivariana con fragmentos televisados de intervenciones de Hugo Chávez -no por casualidad las más desenfadadas o irreverentes-, pero a menudo se olvida que sus discursos son los de un líder latinoamericano que se dirigen, especialmente, a la población de América Latina. Cuestionamos con acritud su populismo, a pesar de que obedezca a procesos y sinergias compartidas. Y sin embargo, no nos cuestionamos nuestros abundantes iconos (por ejemplo, del fútbol o de la «alta sociedad») a pesar de que operan contra nuestros intereses de clase. Es en Venezuela donde se vive la magia creadora de un proceso político de transformación. Y mientras, en los países más industrializados, sufrimos las consecuencias, cada vez más terribles, de unas sociedades en proceso de descomposición. A pesar de que es nuestra civilización la que se desmorona, mantenemos con fuerza una visión eurocentrista incluso cuando hablamos de otras formas de revolución.

Criticamos las declaraciones de amor a Chávez del pueblo venezolano, pero este sentimiento tan poderoso aún apenas ha sido objeto de reflexión por parte de las disciplinas sociales. Sin ir más lejos, la Psicología, que con tanto ahínco mide los procesos cognitivos, aún no explica nada acerca del amor como fenómeno, a pesar de que son los problemas relacionados con la capacidad de amar la principal causa de la mayoría de los trastornos psíquicos. En cambio, sí se han ocupado del amor, a lo largo de la Historia, otros discursos nada científicos como la literatura o la religión. Y nos encontramos en ambas que el amor o es imposible, o se circunscribe, necesariamente, a la normativa de una clase social. El amor literario -sea épico, cortés o romántico- nunca abandona su carácter trágico. En la religión, se mezcla con la culpa y se distorsiona hasta la más pura y abyecta sumisión. Si nuestra cultura concibe tan a menudo el amor como absoluta coacción de la libertad personal, no ha de extrañar, entonces, que nuestros más elevados y positivos sentimientos se conviertan en fenómenos contradictorios, irreconocibles, de difícil expresión o incluso profundamente distorsionados por la absurda lógica del interés. Poca legitimidad nos queda, así, para interpretar los afectos de las demás.

Decía Alain Touraine que el feminismo es la mayor revolución puesta en marcha en la Historia de la Humanidad. Y la más hermosa, dice Gioconda. Ciertamente, sólo desde una perspectiva feminista y revolucionaria, en oposición al binomio capitalismo-patriarcado, orientando la actividad política a procesos populares absolutamente equitativos y horizontales, podremos implementar la reivindicación del amor como fenómeno de progreso colectivo. El amor deviene, entonces, en potente herramienta antiautoritaria y de construcción política al servicio de la población. Desde la facultad de sentir afectivamente, de identificarnos y vincularnos con las demás personas, de confiar y sensibilizarnos, de admirar y compartir, de crear lazos éticos y solidarios, de establecer relaciones fundamentadas en la libertad mutua o de concatenar los procesos vitales (gestación, crianza, cuidados, dedicación a las personas) podemos avanzar hacia la exigencia y consecución de la plena y efectiva igualdad.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.