Es probable que, a pesar de la fuerte presencia de religiones y teologías dogmáticas anexas, el tiempo de las cosmovisiones sistémicas, redondeadas, perfectamente pulidas, acabadas, listas para un zurcido, un cosido y una intervención político-cultural haya caducado. Pero no parece que sea el caso de la influencia de los marcos teórico-políticos desde los que pensamos […]
Es probable que, a pesar de la fuerte presencia de religiones y teologías dogmáticas anexas, el tiempo de las cosmovisiones sistémicas, redondeadas, perfectamente pulidas, acabadas, listas para un zurcido, un cosido y una intervención político-cultural haya caducado. Pero no parece que sea el caso de la influencia de los marcos teórico-políticos desde los que pensamos e intervinimos sobre asuntos dispares. Todo parece indicar que gozan de una salud excelente. Un ejemplo de estos tiempos de terror, pavor, rabia y rebeldía que nos ha tocado vivir para ilustrar este vértice.
Miguel Boyer fue un poderoso ministro de Economía y Hacienda, vicepresidente económico si no recuerdo mal, en el primer gobierno del otánico Felipe González. La «liberación» de los alquileres y de los horarios comerciales, y las reconversiones industriales sin piedad ni compasión, y con fuerte represión policial, fueron algunas de sus hazañas neoliberales más destacadas. Dimitió o le hicieron dimitir; cambió de estilo de vida; visitó la Moncloa cuando ésta estaba ocupada por el amigo de Blair y Bush II, y en la actualidad es miembro del consejo consultivo de Bosch y representante de la Corporación Financiera Issos en Reyal-Urbis. Un dirigente empresarial, un hombre de negocios si queremos decirlo suavemente.
El ex fue entrevistado por Público [1] el pasado martes. ¿Por qué, para qué? No es fácil responder. El hotel Ritz fue el lugar elegido para la conversación, una decisión coherente con el personaje y sus reflexiones. Nada nuevo bajo el sol neoliberal, la repetida sal de su triunfante tierra jupiterina. Algunos ejemplos: «[abaratar el despido] crea empleo indefinido. Ahora estamos indemnizando con más días que la media europea. Se ha visto que, inevitablemente, tenía que haber un abaratamiento de la indemnización, porque de otro modo los empresarios tienden a utilizar el contrato temporal…». «Es bastante lógico (sic) que los inmigrantes que vinieron con el boom del ladrillo intenten encontrar trabajo en Alemania, Francia o Italia» «[el Estado puede obtener más recursos fiscales] con la subida del IVA o con el proyecto que tienen de subir alguno de los tramos más altos de IRPF el año que viene» «En Estados Unidos, Inglaterra o Alemania, donde el Estado ha dado a los bancos unas ayudas inmensas, puede ser razonable un impuesto especial a la banca, por lo menos para calmar a la gente. Pero es tasa sería injusta para la banca española.»
Fin de la breve antología; casi nada nuevo bajo el soleado y confortable marco neoliberal. Una ironía complementaria. El ex ministro intentó hacer una broma que no tiene desperdicio. No es plausible que tuviera un ataque leninista y recordara algunos pasajes de El Estado y la revolución sobre la simplificación de tareas gubernamentales en la futura Administración política socialista. No fue eso, no es tradición leninista, es cosecha propia. Si siguen bajando los salarios de los altos cargos de la Administración, apuntó el ex ministro del asesor de Carlos Slim, «pronto llegarán sólo los analfabetos a la dirección del Gobierno». Sin añadir una coma, tal cual.
Hay que vivir en la estratosfera. Hay que saberse miembro elegido de las clases favorecidas hasta la ignominia. Hay que estar distanciado años-luz de todo contacto con la vida de las clases populares. Hay que haberse olvidado de la angustiosa situación que sufren los trabajadores en nuestro país. Hay que haber perdido las señas de identidad mínimas, la cortesía y humanidad más básicas, para hablar de personas analfabetas en tono tan insultante. En fin, hay que haber perdido el norte y el sur de cualquier arista decente para hablar de esa forma e intentar ironizar con tamaña estupidez. El perverso, el estúpido y el prepotente, tres en uno. Otra página destacada de la historia universal de la infamia.
Más allá de eso, el señor Boyer, así lo ha indicado él mismo en la entrevista referenciada, dialoga habitualmente con la vicepresidenta económica del gobierno o con su jefe de gabinete. Probablemente hablarán, si tienen ocasión, de analfabetos y remuneraciones gubernamentales. Ja, ja, ji, ji…
Por lo demás, la cuestión de fondo la ha recordado alguien tan prudente y moderado como el diputado socialista disidente Antonio Gutiérrez, el ex secretario general de CC.OO. En la contrarreforma parcial y brutal (Gutiérrez dixit) de 1985 se consagraron hasta dieciséis (¡16!) modalidades de contratación temporal, independientemente de que las tareas a desarrollar en los trabajos fueran o no permanentes. «Los empleos temporales de hoy serán los fijos de mañana», les espetó el presidente del Gobierno de entonces, es decir, el señor Felipe González, a cuantos osaron (sic) «advertirle del destrozo en el mercado laboral que iba a comportar su reforma sustituyendo fijos por eventuales».
¿Les suena la música? ¿Inversión melódica? Efectivamente. Eso sí, con la misma finalidad básica: vaciar una y otra vez conquistas obreras, derechos básicos de los trabajadores, en nombre del progreso, de la modernidad, incluso del «socialismo», y de las necesidades impuestas por la Historia.
PS1: El neoliberalismo, admitámoslo, es un sistema poliédrico con caras aún más extremas. Uno de sus hooligangs más destacados, el gobernador del Banco de España, se ha apresurado a comentar que tal como está la situación ninguna vía está de más y la contrarreforma laboral, muy incompleta, demediada en su opinión, no debe impedir el mantenimiento o incremento de los contratos en precario. Todo vale, nada debe ser rechazado según el magníficamente remunerado gobernador bancario.
Nota:
[1] Amparo Estrada, «Entrevista a Miguel Boyer». Público, 22 de junio de 2010, pp. 22-23.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.