Un debate frecuente entre los estudiosos, en los activistas políticos y también entre el público en general, es la primacía del punto de vista de clase social en el tratamiento de los fenómenos sociales, aunque sea a través de la negación del tal carácter central. Es más, una de las críticas a la izquierda actual es su wokismo (exageración de las identidades), que es una manera de afearle que se dedique a las mil y una causas de queja social (ecologismo, pacifismo, feminismo, racismo, transgenerismo, animalismo, edadismo…). Otra expresión del descentramiento respecto del clasismo fue la afirmación del izquierdista Sanders respecto del abandono propinado por la clase obrera americana a los demócratas al indicar que antes los demócratas habían dado la espalda a la clase obrera.
Esta pérdida de centralidad de la clase obrera en el discurso ha estado precedida por la inflación de estudios, análisis, investigaciones que ponían el acento en otras perspectivas como el género, la raza, la edad, la geografía o cualesquiera otro atributo personal con tal de que la clase social quedara oculta o desdibujada. Aclaro, no es que esté mal la perspectiva edadista, pongamos por caso, simplemente afirmo que ha de hacerse conjuntamente a la clase social, porque de lo contrario se naturaliza la clase social, y con ella el orden social existente. Ahora bien, por qué han tenido tanto éxito estos planteamientos.
Es claro, que la corriente ideológico-científica multifactorial (y anticlasista), ha sido presentada, empujada, incentivada, premiada, por los defensores del capitalismo desde sus fundaciones, sus administraciones y sus academias.
Y no les falta motivos. La perspectiva de clase social suele conducir al cuestionamiento de los pilares del sistema social o del modo de producción. Por ello, la producción ideológica se procura alejar del detenimiento en las clases sociales, de la división de la sociedad en clases, de los intereses contrapuestos de estas clases y de de clases como relación social. Y sobre todo, por plantear el sujeto social portador de la transformación de la sociedad. Pero, por qué el enfoque de clase habría de priorizarse o tenerse en cuenta en el estudio de las cuestiones que atañen a la sociedad, frente a otros atributos que portan las personas (sexo, edad, género, raza, nacionalidad, residencia, etcétera).
Podría decirse que una cosa son los tratamientos y métodos de las investigaciones sociales y otra distinta los programas políticos de, pongamos por caso, las organizaciones de izquierda. Sin embargo, el programa político suele descansar en un diagnóstico que, a su vez, es acreedor de unas investigaciones sociales que, no tienen más remedio que descansar sobre unas bases metodológicas. De ahí la importancia de, más allá de la retórica, revisar los diagnósticos, investigaciones y metodologías, para plantear programas que respondan a las necesidades de aquellos a los que se quiere representar, hacerles una oferta electoral y, sobre todo, mostrarles una causa por la que luchar.
No obstante, sigue en pie la pregunta principal: por qué el enfoque de clase social ha de estar presente en cualquier análisis de la sociedad y, por tanto, ha de acompañar al resto de variables (género, edad, raza, sexo, nacionalidad, residencia, altura, o peso, por señalar algunas).
La cuestión tiene que ver con la reproducción de la sociedad, particularmente con su reproducción material, con la producción; lo cual nos lleva a los elementos de la producción (medios de producción y fuerza de trabajo) y, finalmente (por no continuar hasta el origen de la vida), al trabajo. Por esto, las clases sociales, o sea la organización de las personas de la sociedad en torno al trabajo, en torno a sus elementos necesarios (medios de producción y fuerza de trabajo), y en torno a la reproducción de la sociedad de que se trate, es un aspecto fundamental en el análisis de los comportamientos sociales y de la evolución de la sociedad.
¿Quiere decir esto que hay que despreciar al resto de aspectos? No, de hecho estos otros aspectos enriquecen y matizan. Solo quiere decir que hay que tratarlos acompañados de, o teniendo en cuenta a, las clases sociales. Aún así podríamos preguntarnos: qué pasa si no se hace así y se hace como hasta ahora, o sea tratar a la población, al mercado laboral, a las políticas públicas, por ejemplo, desde las distintos enfoques sin tener en cuenta a las clases sociales. Pues que, efectivamente, se hace desaparecer a las clases sociales; primero del método, luego de la investigación, posteriormente del diagnostico y, finalmente, del programa. Por lo que, en correspondencia, y como decía Sanders, no debiera sorprender que la clase obrera se olvide de las luchas, de los partidos y de los votos. Tampoco quiero dar la impresión de que todo el problema es ese; es una parte del problema, pero cada uno tiene que hacer su parte. Los partidos de izquierda no pueden esperar el apoyo si no cumplen con su parte; y esta es su parte.
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A modo de ejemplo, planteo la distribución de la renta en torno a las clases sociales en Andalucía a lo largo del período 1995-2024, que son los últimos datos que nos ofrece la Contabilidad Regional de Andalucía. En ella se ponen de manifiesto el reparto de la renta entre las personas que perciben el salario y las que perciben la plusvalía; rentas que previamente han sido producida y en cuya producción han intervenido de modo distinto estos sujetos sociales (unos entregando su fuerza de trabajo para que sea consumida y otros proporcionando los medios de producción); función en la producción que está condicionada por su condición de clase (propietarios de los medios de producción o burgueses, y vendedores de fuerza de trabajo o asalariados). De esta manera, la distribución de la renta entre las personas y las condiciones de vida que de ello se deriva, vemos que está mediada por su condición de clase social. También nos permite ver cómo se va modificando a lo largo del tiempo, que es otra forma de decir a lo largo del ciclo capitalista y sus diferentes fases. La pregunta para los otros enfoques es si a través suya se podría dar cuenta de la producción y distribución de la renta, pongamos por caso en Andalucía.
Ahora, que se debate la unidad de la izquierda, la centralidad de las clases sociales debiera ser un asunto a poner sobre la mesa y discutirse. Ahora, a unos días del aniversario de El Manifiesto del Partido Comunista publicado el 21 de febrero de 1848, correspondería a los comunistas y socialistas ser los portadores de esta posición que no puede ser otra que la posición de la clase obrera. Ahora, a pocos días de celebrar el día de Andalucía (28 de febrero), sería una ocasión de plantearse si tiene sentido, en la Andalucía capitalista inserta en la división internacional del trabajo, el andalucismo abstraído del análisis de las clases sociales y al margen de la clase obrera andaluza.
P.A. González Ruiz, autor del blog Criticonomia
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