Palabras del Presidente de la Casa de las Américas, en la inauguración del Ciclo de Pensamiento Social Caribeño: «Actualidad de Frantz Fanon: hacia un humanismo renovado», que se celebra en la institución habanera del 24 al 28 de octubre.
No podía la Casa de las Américas, a través de su dinámico Centro de Estudios del Caribe, dejar de rendir homenaje, medio siglo después de su muerte, al compañero Frantz Fanon. También se cumple medio siglo de su más difundido libro, Los condenados de la Tierra, el cual, traducido al español con el memorable prefacio de Sartre, apareció en Cuba en 1965, a instancias del Che Guevara, lo que mucho significa. Aunque no es el único título de Fanon que ha visto la luz en Cuba, aquel lo dio a conocer ampliamente entre nosotros.
Dentro de poco, en el seno mismo de este coloquio, será presentada una nueva edición de la obra, que la Casa de la Américas ha tenido el honor de publicar. Si me permiten un pequeño comentario personal, diré que en el primer número que, a mediados de 1965, preparé de la revista que es órgano de nuestra institución y se llama como ella, incluí una reseña del libro nombrada «Fanon y la América Latina».
No repetiré lo que entonces escribí, y ahora es el epílogo de nuestra edición. Pero al menos debo recordar que, sin forzar la mano, el fervoroso anticolonialista Fanon se nos reveló de la estirpe del fervoroso anticolonialista Martí, quien había dicho: «Con los pobres de la tierra/ Quiero yo mi suerte echar», y fue completamente leal a este propósito. Esos que Martí llamó «los pobres de la tierra» no estaban lejos de los que serían considerados por Fanon, siete décadas después, «los condenados de la Tierra».
Vale la pena tener en mente que los países del tercer mundo comparten hasta cierto punto una historia común, que hizo posible que Fanon se sintiera identificado con la lucha argelina, y el Che Guevara con la del Congo.
Fanon, formado como médico siquiatra en Francia, donde escribió sobre su condición de negro entre blancos su libro temprano Piel negra, máscaras blancas, había nacido en la vecina isla de Martinica, y allí recibió, con su condiscípulo Édouard Glissant, clases de liceo de Aimé Césaire. Bien sabemos que los tres fueron profundamente caribeños, y elaboraron proyectos ambiciosos no coincidentes: Césaire, la negritud; Glissant, la creolización; Fanon, el destino común de los condenados de la Tierra. Es pues lógico que sintamos tan cerca a esos grandes compañeros de experiencias geográficas e históricas.
En esta ocasión, nos detenemos ante la memoria de Frantz Fanon, cuyas lecciones conservan tanta vigencia y nos acompañan hacia un humanismo renovado que habrá dejado atrás la explotación, los colonialismos, los racismos, todo aquello que nos divide y acorrala.