«La primera condición, sin la cual fracasaría cualquier tentativa de mejora y de emancipación, es el límite legal de la jornada de trabajo. Esta limitación se impone para restaurar la salud y la energía física de los obreros, y asegurarles la posibilidad de desarrollo intelectual, relaciones sociales y acción política. El Congreso propone que la […]
(Primer Congreso de la 1ª Internacional. Ginebra, 1866)
Las movilizaciones en la calle y las reuniones de colectivos en busca de la unidad de acción política, unas y otras, no llevan su atención al mantenimiento del «estado de bienestar», sino del estado social y participativo.
Lo que el ppsoe y colaboracionistas han difundido como «estado de bienestar», ha resultado vano, un «estado de vacío», cuando se ha secado ha dejado ver un esperpento social cuya estructura y carácter está conformado para la corrupción económica , política y de las conciencias. Durante estos años, desde la transición, los susodichos han generalizado el espíritu que los griegos denominaban «idiotex», aquél que se desentendía de todo lo que le rodeaba para ocuparse de si mismo y sus intereses, al margen de los demás o contra los demás, dejando el terreno libre para el ppsoe y quienes vivían, viven, de alisar el camino al régimen y su sistema. Pero ha llegado el minuto del hundimiento del muro capitalista financiero, y aquél que llamaban «estado de bienestar» ha dejado claro que lo próximo no puede ser la continuidad mediante su regeneración, su reforma o la sucesión. Un estado democrático sólo puede ser un estado social y participativo con lo que implica de igualdad.
La gestión privada de los bienes públicos se ha demostrado una política criminal: ¿quién tiene que pagar por la tragedia social que ocasiona?. En su b ase se encuentra la gestión privada del trabajo, que es una fuerza social. Y hablamos de asuntos materiales, no morales, para cambiar la moral hay que combatir el estado general material. Que los sindicatos que se dicen «mayoritarios», cuando tienen la afiliación más baja de Europa y apenas acogen una cifra de trabajadores de un solo dígito en el porcentaje de todo el estado, convoquen a una manifestación con el lema «No tienen límite», un término moral, habla de su intención de reducir la rabia y hacer que la clase obrera se frustre.
Mientras la privatización, la corrupción, los más de 11 millones de personas están en la pobreza, el 26,5% malnutridos de los niños y niñas, las 500.000 familias expulsadas de sus casas, los cientos de miles (algunos cuentan por millón) de emigrantes, los jóvenes, con el 57% en paro,… que son nosotros mismos, quienes somos mayoría, empezamos a tomar conciencia, oímos a quienes se escudan en el aparato de dominación del régimen, discursos que manifiestan su temor a la memoria y la conciencia que recuperamos, sin embargo no dejan de robar, no pueden detener el funcionamiento de su estado porque lo crearon para la explotación de las mayorías, y hacen trabajo de ingenieros de leyes para perfeccionar su acaparación de riqueza social. Si parasen esa máquina se autodestruirían. No lo van a hacer, luego tenemos un reto.
Cuando bajo los montones de hierba metemos la mano para recuperar las herramientas que habíamos abandonado ayer y tocamos un cuerpo blando y escurridizo, de inmediato nos viene desde el estómago a la cabeza la sensación y el espasmo de sorpresa por saber que aquello es una serpiente. ¿Cómo actuar en ese momento?
Si nos dicen que «debemos» (es la solución de los banqueros a su deuda, las crisis les sobrevienen pero también les son necesarias para desaguar las impurezas que generan) 2,3 billones de euros, ¿sabemos lo que estamos tocando?, ¿sabemos quienes se esconden bajo el montón de hierba con nombres como «Modys», la «agencia de mediación de riesgos?, ¿quiénes se esconden bajo el montón de hierba llevando siglas como «FMI», nombres como «J.P. Morgan», «B.C.E.»…? A estas serpientes y a otras más próximas les preocupa que los movimientos sociales escapados del pelotón que dirigen, no se presenten a las elecciones, y lo temen tanto como la unidad de las mayorías que se suman y multiplican llevando la política de radicalidad democrática a la calle, por eso hablan de «regeneración del sistema», de su «reforma», de la «sucesión» y cosas semejantes. El afán que tienen por su sistema de propiedad lo traducen en «legalidad»: «Nunca, sin duda, vieran las generaciones un hambre tal de papel sellado.» (Son palabras de Miguel Ángel Asturias en su novela «El señor Presidente»). Por eso mismo quieren, lo piden en todos sus medios de propaganda, que los movimientos sociales se presenten a las elecciones antes de que sean una alternativa que les cree una escisión irrecuperable con el pensamiento dominante. Buscan interesarlos, decirles que lleven a cabo tareas con ellos, en la esperanza de delimitar su campo de activismo y crítica, y es que han visto que los movimientos sociales han roto su modelo, el modelo en el que las luchas se dividieron, los problemas sociales quedaron reducidos a sectores apartados unos de otros, la conciencia social la redujeron al economicismo y al profesionalismo, consiguieron separar a la clase trabajadora en asuntos individuales y alejaron al conjunto de su conciencia de clase, que es su fuerza política. Y es que los movimientos sociales han conseguido trabajar por fuera de las organizaciones artificiales que controlan las movilizaciones y las ahogan; los movimientos sociales han creado puentes entre los diferentes sectores, se apoyan entre ellos y colaboran entre ellos, y se conocen; el efecto más destacable, que está más a la luz, es su extensión, ha alcanzado a todo el Estado y la colaboración les ha hecho fuertes, tan fuertes que el ppsoe quiere jugar con ellos al ratón y al gato, o que los vean como un amigo mayor y comprensivo que les extiende la mano.
La fuerza de los movimientos sociales está en compartir con los suyos, la solidaridad entre las gentes trabajadoras, en no hacer diferencias entre ellos, en apoyarse, en hacer frente a la presión del capitalismo de una manera solidaria, y en reinventarse frente a la norma que el ppsoe pretende imponerles-imponernos con las maneras del policía malo o el policía bueno. Ya se sabe lo que quieren: que paguemos su deuda, para eso han cambiado la Constitución; que los corruptores y corruptos descubiertos queden impunes; que se expulse de sus viviendas a quienes no tienen dinero; que se privaticen para ellos los servicios públicos; que queden sin asistencia las gentes trabajadoras;que los 2 millones de personas sin ingresos se mueran de hambre y enfermedades; que quienes protestan se callen y dejen solos a quienes despiden de su trabajo, o dan salarios de hambre, o les hacen trabajar sin seguro, o les dejan de pagar, o… La unidad contra ese enemigo exige negarse a pagar su deuda; que los corruptores y corruptos vayan a la cárcel; que se den las viviendas robadas a las familias trabajadoras; que se eche abajo la contrarreforma laboral; que los bancos devuelvan el dinero que han robado; que los dos millones de personas sin ingresos y sin ninguna protección reciban un salario mientras se les asigna un trabajo… ; la unidad y la memoria es lo que da miedo a esa serpiente que ahora esta en horas bajas, porque la unidad promete el momento en que los de abajo no quieren seguir como hasta ahora, el mismo momentos en que ellos, los de arriba, no pueden continuar como hasta entonces.
Hay una pregunta que contestar: ¿por qué en una noche el ppsoe cambió la Constitución para dar la economía y la soberanía del Estado a los bancos, y ahora necesitan a nuevos actores sociales para hacer los cambios que les garanticen su continuidad?, ¿no recuerda a la «transición»?
La situación deja ver que estamos en el momento antes de la tormenta. Recojo unas palabras de Rodolfo Walsh en uno de sus magníficos cuentos, el que tituló «Un oscuro día de justicia»: «…el pueblo aprendió que estaba sólo… el pueblo aprendió que estaba sólo y que debía pelear por sí mismo y que de su propia entraña sacaría los medios, el silencio, la astucia y la fuerza.»
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