Un prólogo, una advertencia al lector, catorce capítulos (el último un apéndice titulado «La guinda sobre el pastel: planificación política contra Franco»), las fuentes primarias y la bibliografía, un índice de acrónimos y siglas (que hay que tener a veces muy a mano) y un elaborado y útil índice onomástico y analítico, forman el índice […]
Un prólogo, una advertencia al lector, catorce capítulos (el último un apéndice titulado «La guinda sobre el pastel: planificación política contra Franco»), las fuentes primarias y la bibliografía, un índice de acrónimos y siglas (que hay que tener a veces muy a mano) y un elaborado y útil índice onomástico y analítico, forman el índice del último libro del autor de La otra cara del Caudillo, uno de los grandes historiadores españoles, Ángel Viñas, catedrático emérito de la UCM. El tema, la política británica respecto a España en la postguerra, es muy importante. Recuérdese una de las tesis de las anteriores aproximaciones de Viñas a la guerra civil y sus antecedentes: la política internacional del Reino Unido fue decisiva, sigue siendo una de las clases explicativas para la derrota de la II República española.
Lo ha señalado Josep Playà Maset en La Vanguardia [1]. Uno de los mitos de la historiografía franquista -o muy próxima- es el del Caudillo, postguerra civil, como adalid -heroico por supuesto- de la neutralidad española durante la II Guerra Mundial. Con él no pudieron, con él no pudo nadie, se mantuvo firme y defendió, por encima de simpatías y antipatías, los intereses españoles, de todos los españoles. Pese a sus simpatías por Hitler (para quien la participación española en la II Guerra nunca fue una cuestión vital) y Mussolini -y a sus deudas por el decisivo papel de la Alemania nazi y la Italia fascista en el triunfo militar del levantamiento fascista de 1936-, el general golpista y criminal evitó aliarse con Alemania. Gracias a ello España se salvaba de otra guerra. Aplausos, muchos aplausos, y más canciones patrióticas. En las cumbres abismales de la historia. En palabras del autor de la gran trilogía sobre la II República Española: «Varios de los grandes mitos que se han construido sobre el Franco de después de la guerra civil española pueden resumirse en la aplicación de una conocida expresión que, parece ser, él mismo utilizó: ‘hábil prudencia». Gracias a esa inaprensible cualidad se afirma habitualmente lo bien que supo sortear las trampas y escollos de un entorno convulso entre 1939 y 1953″, hasta los acuerdos estdounidenses sobre las bases militares en nuestro país. Un éxito, prosigue Viñas, clamoroso. «Sus propagandistas lo han rodeado de halagos hasta llegar a extremos marxianos (de los hermanos Marx)». ¿A qué extremos? Hasta el siguiente: «Fue el único hombre de Estado que «virilmente, se atrevió a decir «no» al amo de Europa, Adolf Hitler… En resumen, un hombre absolutamente excepcional, dicen unos. Único, providencial y enviado de Dios, afirman otros»..
Pues bien, Ángel Viñas, en este que por ahora es su último libro (no habrá que esperar mucho al próximo), con la argumentación y documentación a la que nos tiene acostumbrados, nada se dice por decir ni se afirma sin justificación, cuestiona el relato con el apoyo de documentos desclasificados… en el Reino Unido, por supuesto. De los de aquí, señala en el compás final de uno de los grandes capítulos del libro (el XIII, «Una melancólica reflexión final»), «En definitiva, queda todavía mucho terreno por desbrozar. Conclusión melancólica si las hay. Desgraciadamente, realista. Pero parece evidente que la dictadura de Franco, una de las más longevas de Europa, derrochó imaginación a raudales para proteger sus secretitos». Tras las innumerables proclamas que todos recordamos «siempre estuvo presente el deseo de solidificar una estructura de clase, con los vencidos arrojados -violentamente- al basurero de la historia cuando no al paredón. Y todavía hay gente que deplora que los descendientes de las víctimas reclamen su reconocimiento. ¡Qué forma de querer «superar» un pasado oscuro y embadurnado de sangre y de lágrimas!» (p. 491). ¿Dónde hay que firmar?
Explica Viñas, a lo largo de estas casi seiscientas páginas, que el Gobierno de Winston Churchill, una de las figuras más (exageradamente) alabadas de la historia británica, con el apoyo del financiero franquista Juan March (hoy una fundación lleva su nombre) y bajo la divisa de «a grandes riesgos grandes remedios», sobornó -como han leído- a varios generales y altos mandos de Franco. ¿Con qué objetivo? Para asegurarse la neutralidad española. ¿Qué temían? Que Franco se aliase con Hitler y atacara Gibraltar o lo hiciera el ejército alemán si se le permitía atravesar libremente territorio español posibilitando, de este modo, que las potencias fascistas del Eje controlasen la entrada del Mediterráneo.
Demostrando su pragmatismo economicista -los principios en el cajón- marca de la casa de la diplomacia británica, decidieron «neutralizar» a Franco y a Serrano Suñer con una operación preventiva: «SOBORNOS» (que no es la denominación oficial, que no tuvo ninguna, es bautizo, «con la menor imaginación», del propio autor de la obra). «A ambos próceres se les percibió en Londres como obstáculos que podían dificultar un objetivo fundamental de quienes luchaban por su supervivencia ante la barbarie nazi: evitar que España entrase en la contienda al permitir el paso de tropas alemanas por el suelo patrio». Evidentemente eso no ocurrió pero en «1940 e incluso en 1941 era todo menos obvio». Las dudas abundaban: «Los interrogantes sobre el comportamiento de Franco se multiplicaban. La política del «nuevo Estado» no ofrecía el menor átomo de tranquilidad» (p. 13).
Viñas reconoce que su investigación parte del trabajo del profesor y amigo Denis Smyth, quien le empezó a hablar de estos sobornos en 1986. En 2013 se desclasificaron nuevos legajos y esto le ha permitido reconstruir la historia y explicar cosas que no se sabían. Quedan cosas pendientes: «Aún queda material por desclasificar que nos debería permitir saber la lista de todos los generales beneficiarios, de la relación con March y de este con los generales».
Su crítica a Luis Suárez Fernández de la RAH es demoledora. Su última monografía, afirma Viñas, «no contiene ni una sola referencia…, ignora la mayor parte de la bibliografía especializada que no es de su agrado, se basa exclusivamente, o casi, en documentación de la Fundación Nacional Francisco Franco (FNFF) y está trufada de errores, grandes y pequeños. Incluso de meros inventos». La tesis defendida por el autor criticado es así de simple: «Franco, caudillo católico e hijo fiel de la Iglesia, no podía entrar en una guerra desencadenada por un Führer totalitario y neopagano». Una tesis, por decirlo más que generosamente, comenta Viñas con razón, «que nos retrotrae a los años más oscuros de la dictadura, cuando el canon franquista era la verdad» (p. 14). Para algunos lo sigue siendo.
En síntesis, no se lo pierdan. Si Ángel Viñas no existiera deberíamos crearlo entre todos. Pocos mitos y falsedades propagandísticas del fascismo español se mantienen en pie tras sus investigaciones. Pero hay que insistir, hay que trabajar para consolidar posiciones. Les dejo con las palabras de cierre del autor: «La combinación de propaganda babosa a favor del y endiosado Caudillo, la evolución del conflicto, la hiperflexibilidad a la hora de quitar ciertas concesiones a los nazis y, no en último término, la reorientación de la política que con respecto al régimen inició Churchill permitieron que los plumíferos al servicio de la dictadura presentaran a SEJE <¡Su excelencia el Jefe del Estado!> poco menos que bajo la luz sobrenatural. Nunca mejor dicho, puesto que la Iglesia católica fue dándole un espaldarazo cada vez más rotundo. Franco alcanzaría una posición inexpugnable. Nunca ya se movió de ella». La Iglesia Católica, el nacional-catolicismo, el que sigue dominando conciencias, tierras y monumentos.
Nota:
Fuente: El Viejo Topo, marzo de 2017