Corría el año 1983 cuando tuvimos noticias de la realización del II Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, el evento sería en las afueras de Lima. Nunca sospechamos lo significativo que sería ese encuentro para muchas de las jóvenes que simpatizábamos con el feminismo. En ese evento, no citado lo suficiente por las lesbianas feministas […]
Corría el año 1983 cuando tuvimos noticias de la realización del II Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, el evento sería en las afueras de Lima. Nunca sospechamos lo significativo que sería ese encuentro para muchas de las jóvenes que simpatizábamos con el feminismo. En ese evento, no citado lo suficiente por las lesbianas feministas que queremos recuperar la historia, se dio por primera vez un taller de lesbianismo, en el contexto de los encuentros feministas de la región.
En el I Encuentro realizado en Bogotá, dos años antes, el tema en cuestión sólo había circulado entre los pasillos, pero la cantidad de participantes y las prioridades de aquel entonces dejaron fuera al tema de la agenda. En Lima, tampoco estaba agendado, el eje central de discusión – el patriarcado- entorno de cual se articulaban los talleres, coordinados por feministas experimentadas en los respectivos temas, no consideraba el taller «patriarcado y lesbianismo feminista»… Felizmente llegaron algunas mujeres, pioneras en la organización lésbica latina – de las que recordamos a Claudia Hinojosa y Juanita Ramos – que se dieron a la tarea de convocarnos. Aquel día inolvidable, muchas miradas curiosas abarrotamos el espacio, de las 700 mujeres que llegamos al II Encuentro, alrededor de 400 llenamos un salón. No todas eran lesbianas, pero a todas nos interesaba el tema. Como por arte de magia, de un lado se agruparon las heteros, al medio las indecisas, y en el otro extremo las declaradamente lesbianas. El taller se prolongó más de dos horas; realmente no fue un taller como hoy lo entendemos, fue un espacio discusión, de encuentro, de cuestionamiento, de preguntas y respuestas.
Fue un primer intento de romper con el aislamiento, de aproximarnos y hacer real la diversidad plural del feminismo. En ese momento nacieron varias primeras veces, desde las que salimos del clóset por primera vez, las que nos hicimos públicas por primera vez, hasta las que entendimos que era necesario organizarnos por primera vez en nuestros países. Fue un espacio visceral, la discusión adquirió matices varios, pasando por discursos antidiscriminación, la típica postura del siglo XIX: que la homosexualidad es importada de Europa, y el redoblado esfuerzo por sentar las bases de nuestra identidad lésbica. Luego de este II encuentro en Lima, nacieron el GALF (Grupo de Autoconciencia de Lesbianas Feministas) en Perú y el Colectivo Lésbico Feminista Ayuquelén en Chile. En 1985, asistimos al III Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe en Bertioga, Sao Paulo; en el marco de un encuentro autogestivo, rodeadas de naturaleza exuberante y el ruido del mar, las compañeras peruanas, nos llamaron a un taller exclusivo para nosotras: ¿cómo nos organizamos las lesbianas? Intentamos responder a esa pregunta entre participantes de varios grupos e independientes. Nuevamente compartimos experiencias, pero nos dimos cuenta que no era suficiente, entonces vislumbramos la necesidad de un encuentro propio, sólo para trabajar las preguntas que teníamos las lesbianas y en donde intentar darnos desde nosotras mismas las respuestas. Rescatamos lo que el lesbianismo aportaba al feminismo latinoamericano, es decir, ver el amor entre mujeres como una cuestión político ideológica y no como una mera opción sexual, hablamos de un estilo de vida posible para cualquier mujer. La idea de un encuentro propio fue retomada en Ginebra en 1986.
En marzo de 1986, durante la Novena Conferencia de ILIS (International Lesbian Infomation Service), se reunieron alrededor de 600 lesbianas de distintos países del mundo, las cuales desarrollaron 16 mesas de trabajo, entre ellas lesbianas en Latinoamérica. En esta reunión concluyeron que tenemos muchas experiencias similares, el aislamiento y la invisibilidad era en ese entonces, condición que ha variado muy poco en la actualidad, un factor común en nuestros países. La dificultad para la independencia económica y la consecuente vulnerabilidad frente a la represión, machismo, racismo, clasismo, discriminación e intolerancia también son elementos compartidos en nuestros países. Necesariamente se habló de la intolerancia que atraviesa la sociedad e incluye al feminismo heterosexista en nuestros países. Desgraciadamente el prejuicio que ve al feminismo como sinónimo del lesbianismo, provoca pánico en muchas compañeras que les hace rechazarnos si somos asumidamente lesbianas, no se diga si somos activistas. Para completar el cuadro, muchas lesbianas feministas dedican su activismo a otras luchas, puesto que el activismo lésbico no es prioritario para ellas. Sin embargo, comienzan a nacer y a crecer las organizaciones lésbicas en América Latina y en Ginebra se dio la determinación y energía para crear y construir un movimiento a nivel del continente. Así, surgieron los siguientes desafíos:
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Descubrir maneras más creativas de contar con más lesbianas en nuestra sociedad, donde hemos sido prácticamente apagadas por las agresiones de la represión generalizada.
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Crear una perspectiva lésbico-feminista con respecto a lo que ocurre en nuestros países, de modo que quede claro que ninguna política o estrategia de mejora en la situación nacional quede sin nuestra participación. Formar parte de la creación de espacios más democráticos y luchar por nuestros derechos humanos.
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Organizar una Red Lésbica de Latinoamericanas y un Primer Encuentro Lésbico Feminista, en México, unos días antes de la realización del IV Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe.(1)
En Ginebra se inició la mencionada red con la participación de Ayuquelén de Chile, Galf de Brasil, Las Entendidas de Costa Rica, Galf de Perú, , Mitilene de República Dominicana y Mulas de México.(2)
Transcurría el año 1986 y en todos los países donde existíamos grupos organizados de lesbianas, comenzaban los preparativos para nuestra participación y crecían las expectativas, mientras las organizadoras en México comenzaban a desplegar un titánico esfuerzo de un año y medio en todo el trabajo que implicó organizar el soñado Primer Encuentro; durante ese tiempo mantuvieron comunicación con los grupos que conformaban la incipiente red, para incluir el sueño y objetivos de todas. El evento se llevó a cabo en Cuernavaca, Morelos del 13 al 17 de Octubre de 1987. Participamos alrededor de 220 mujeres venidas de distintos rincones del planeta, la mayoría latinoamericanas. Si bien hubo fallas en la organización, lo que más dificultó su desarrollo fueron las notables diferencias de expectativas y objetivos entre las participantes, cabe señalar la heterogeneidad de conciencia política.
No abarcamos la programación propuesta por las organizadoras. El primer día asistimos a la mesa de trabajo de identidad lésbica, como estaba previsto, en ella hablamos de sexualidad, mitos y roles. El segundo día, los grupos asistentes hicimos un taller acerca de nuestra experiencia de organización, para ello dividimos la exposición de cada colectiva en objetivos e ideología, dificultades, logros y propuestas a la red. Esta reunión degeneró en una ardua discusión sobre como organizarnos, se cuestionó la inicial red nacida en Ginebra y de allí en adelante nos enfrascamos en un acalorado debate acerca de cómo debía ser la Red. Esto acaparó el tiempo y la atención de la mayoría de las asistentes, lo que en la práctica impidió cumplir con el programa propuesto. De todos modos se realizaron otras actividades, talleres, presentaciones culturales, audiovisuales y la alberca nos refrescó de la reunionitis en el taller de sexualidad y piscina que algunas gestionamos.
Para ser justas con nuestra historia, que para muchas necesariamente debe registrar sus logros, a pesar de los errores, carencias e inmadureces de todas, este primer encuentro posibilitó una presencia significativa y fuerte de las lesbianas en el IV Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe realizado en Taxco, Guerrero, a fines del mes de octubre de 1987. Se tradujo en la realización de 4 talleres: Sexualidad, mitos y roles; lesbianismo y represión; lesbianismo y política y maternidad lésbica. Avanzamos en confianza en nuestra propia capacidad organizativa, pero sobre todo comenzamos a reconocer las múltiples actividades que necesitábamos desarrollar para superar deficiencias y crecer en lo individual y colectivo.
Taxco se convirtió en la segunda parte del primer encuentro. Al taller de Sexualidad, mitos y roles, asistimos alrededor de 70 mujeres. Comenzamos de manera testimonial, la dinámica del grupo fue tejida por varias intervenciones de mujeres que compartieron sus vivencias; posteriormente se produjo un intercambio de preguntas y respuestas por parte de algunas heterofeministas, que si bien satisfizo su curiosidad no nos permitió profundizar en los temas mencionados. Por primera vez en la historia de los Encuentros Feministas Latinoamericanos y del Caribe, las lesbianas nos reunimos en un taller a conversar específicamente sobre nuestra sexualidad, sin embargo la falta de objetivos comunes o quizá el no haber escogido una metodología de trabajo adecuada para involucrarse en una discusión más profunda propició un tratamiento básico de los temas. En ese momento cupo preguntarse, por qué en el instante, en que nos habíamos tomado un espacio para discutir asuntos de nuestra sexualidad, que tanto necesitábamos, caíamos en una dinámica didáctica-contestataria para las feministas curiosas o poco informadas. Concluimos que necesitábamos generar formas de trabajo que nos aseguraran una discusión fructífera que nos hiciera avanzar en este aspecto.
El taller Lesbianismo y represión se inició con la muestra de un video traído por el GALF de Perú, se trataba de un reportaje copiado de un noticiero de televisión, del allanamiento a una discoteca gay de Lima efectuado por la policía local. En esta cinta queda de manifiesto la vejación y maltrato que sufrieron 75 mujeres lesbianas. Luego del impacto que nos acertó el sensacionalista reportaje, las aproximadamente 80 participantes al taller nos dividimos en tres grupos de trabajo. El punto de partida fueron los sentimientos que nos provocó el video, que fueron desde el dolor, pasando por la impotencia y la rabia, hasta el miedo ante una situación parecida. A muchas se les hacía difícil creer lo que habían visto y oído, incluyendo las declaraciones policíacas del deber cumplido y la morbosidad del conductor. Resultó no ser una situación aislada, supimos que era frecuente en Costa Rica, República Dominicana y México, con casos similares de cierres de locales o el pago de tributos de los dueños a la policía para funcionar «en paz», como era el caso de Chile.
Luego hablamos de las distintas formas de represión a que nos enfrentamos como lesbianas. Lo que significa la heterosexualidad obligatoria y algunas formas de represión cotidiana: el no poder expresarnos libremente en lugares públicos; el no tener ningún derecho en lo que respecta a servicios sociales a favor de nuestras compañeras; la doble vida; el tener que mantenernos dentro del closet al interior del movimiento feminista por miedo a perder el estatus dentro del mismo; el closet en la familia, trabajo y estudio; el miedo a perder a las(os) hijas(os),etc. Concluimos que como lesbianas feministas debemos trabajar la represión internalizada y perfilar al lesbianismo como una opción de vida saludable para cualquier mujer. Finalmente, se lanzaron varias propuestas, entre ellas se mencionó la necesidad de sensibilizar a la población, de realizar denuncias en las organizaciones de derechos humanos, hacer efectiva la Red de Lesbianas Feministas Latinoamericanas y Caribeñas para intercambiar información, denunciar y actuar colectivamente en casos de emergencia, y proponer acciones para la derogación de leyes discriminatorias. En el taller de lesbianismo y política, empezamos con un cuestionamiento a las heterofeministas, en el sentido de la falta de confrontación de su heterosexualidad obligatoria. Pensamos que es producto, muchas veces de una conducta institucionalizada de la sociedad patriarcal. Todas las preferencias sexuales deberían asumirse responsablemente, lo que nos permitiría analizar la opresión a que estamos expuestas todas las mujeres. Se mencionó que el derecho al placer, como reivindicación feminista, siempre ha tenido un carácter heterosexista, por lo que se enfatizó en el conocimiento de nuestro cuerpo, como parte del proceso de aprendizaje de nuestra sexualidad.
Otro asunto que se comentó fue que debemos entender el miedo de las feministas heterosexuales ha ser identificadas como lesbianas, aunque nosotras no podemos asumir que dichas compañeras sufran de pena ajena, pues su miedo no tiene punto de comparación con la realidad cotidiana que vivimos las lesbianas. En el caso de algunas, su miedo es producto de la represión de su propio lesbianismo.
El lesbianismo no puede ser reducido a una mera preferencia sexual; más que eso, para nosotras es un estilo de vida alternativo, punta de lanza en la lucha contra las imposiciones patriarcales. Por otra parte, el amor entre mujeres no existe como una opción real en la esfera de lo visible, ya que ha sido borrado de la historia, de la cultura en general. Por ello debemos desarrollar una teoría lésbico feminista y reafirmar nuestras propias reivindicaciones al interior del Movimiento Feminista. En la parte autocrítica, consideramos que no existe una producción teórica propia nacida en nuestros países. En general, no hemos sido capaces de crear espacios de reflexión y autoconciencia. Necesitamos mayor preparación, tener círculos de estudio, talleres, etc. Como lesbianas debemos tener un discurso propio dentro del Movimiento Feminista con nuestras reivindicaciones. Estar presentes en las actividades del movimiento…(2)
Estas eran nuestras reflexiones. Lo cierto es que en 1987 se realizó el encuentro más representativo de la región, donde nos reunimos lesbianas feministas de varios países, organizadas e independientes. Estuvo presente Brasil, Chile, Costa Rica, México, Nicaragua, Perú, Puerto Rico, República Dominicana, Latinas viviendo en Estados Unidos y Europa, Observadoras de España, Holanda, Trinidad y Tobago, Estados Unidos, hasta una compañera vietnamita y una indígena canadiense. Los siguientes encuentros no han tenido la riqueza que el primero tuvo, por varias razones, la principal: la económica. Sin embargo, desde 1987 a la fecha se ha fomentado el intercambio de experiencias, materiales e información, una de las actividades que nos habíamos propuesto como red; se han generado más grupos organizados; se han desarrollado varios medios informativos, herramienta fundamental para mantenernos informadas y visibles; y con la aparición del correo electrónico y la navegación cibernética cada día aparecen nuevas páginas web creadas por lesbianas organizadas e independientes.
Notas:
(1) Artículo: Primer Encuentro de Lesbianas de Latinoamérica. México 1987. Coordinadora del Encuentro. Opus Gay. Año 1 Nº1 Octubre 1986.
(2) Boletina Nº1 de la Red de Lesbianas Feministas Latinoamericanas y Caribeñas. Abril 1988. Coordinación: Eugenia Olson y Cecilia Riquelme.