En una breve alocución en las jornadas-debate de Ingenieros Sin Fronteras en la ETSI de la UPV sobre la energía y los problemas que se prevén en un futuro cercano sobre la producción, reparto y sostenibilidad de las fuentes fósiles, me correspondía hacer una breve introducción sobre el peso de la variable energética en la […]
En una breve alocución en las jornadas-debate de Ingenieros Sin Fronteras en la ETSI de la UPV sobre la energía y los problemas que se prevén en un futuro cercano sobre la producción, reparto y sostenibilidad de las fuentes fósiles, me correspondía hacer una breve introducción sobre el peso de la variable energética en la explicación de algunos conflictos que hoy en día protagonizan la estela internacional. Este es un resumen de las ideas desarrolladas.
Es de manido uso común, y muy conocido, el recurso de vincular los conflictos de Oriente Medio y en concreto la guerra de Irak con la explotación de petróleo. No hay duda de que son muchos los análisis y trabajos que han desarrollado esta tesis: el control de los pozos y reservas iraquíes por parte de EE.UU es una de las variables explicativas de la invasión ilegal de 2003 sobre Irak.
Pero también es cierto que en estos momentos son muchos otros también los referentes internacionales que vinculan geopolíticamente a la energía como referente causal y parcial explicativo de muchos conflictos. Desde las guerras afganas en donde el gas explica gran parte de los movimientos políticos y militares; hasta la independencia de Timor Leste y sus apetecibles reservas petroleras en el Mar de Timor; pasando por la reciente crisis birmana y el papel de China como mayor cliente energético de los recursos birmanos; así como los estallidos puntuales de violencia y sabotajes en la Nigeria petrolera o la primera Guerra contemporánea de Chechenia y el debate internacional sobre oleoductos y prospecciones en el mar Caspio, por recordar unos pocos. Pero la energía no solo explica conflictos y situaciones de carácter bélico. Las amenazas rusas a la UE o Ucrania sobre el suministro gasístico; el desarrollo unilateral de decisiones en el ámbito energético de Brasil con los biocombustibles o Irán con la energía nuclear para uso civil; o la postura de EE.UU o la UE en la cumbre de Bali y sus reticencias respectivas a tomar medidas consensuadas en torno a las políticas comunes sobre el Cambio Climático… todas ellas y más están también claramente relacionadas con el recurso protagonista del debate: las energías y sus papel en la realidad internacional, ya que hoy la energía es también un arma poderosa en la definición de los criterios explicativos de muchas crisis o actuaciones internacionales.
No hay duda de que el debate es multidisciplinar y se concreta sobre dos ejes referenciales: la crisis estructural en torno a las fuentes fósiles y las proyecciones que de ello se deducen en todos los ámbitos ya sean macro como micro; y el debate sobre las alternativas energéticas, su sostenibilidad, accesibilidad y socialización.
Desde una perspectiva politológica, el eje fundamental que explica la actual situación internacional en referencia a esta variable, está definido sin duda por la implantación de modo implacable de un único modelo de referencia integral de organización humana a nivel planetario que no admite alternativas: el Modelo neoliberal anglófono.
La tipología del mercado como eje vertebrador del modelo neoliberal está sufriendo constantes cambios derivados de la aún inconclusa Revolución tecnológica de fines del siglo XX y globalización económica y comercial vigente. La virtualidad de los valores y parámetros de los mercados especulativos exigen de modo indiscutible que los referentes energéticos estén bajo un control afín que impida la manipulación de terceros y provoque una gran crisis de valores que supongan una gran regresión económica derivada de la futilidad y poca consistencia del Mercado. De ahí, que gran parte de las actuaciones políticas y militares de la última década estén claramente definidas por la búsqueda del asentamiento en el control de los recursos energéticos como variable fundamental para la estabilización de los mercados entre otras razones.
Pero nada de esto es algo nuevo. Imperios han existido siempre y modelos en expansión también. Solo que en este caso es la primera vez en toda la Historia de la Humanidad en que un Modelo definido se expande de modo integral, es decir a nivel colectivo e individual y de modo universal.
Además de los parámetros financieros, económicos y políticos, existen otros de carácter cultural basados en un claro cu¡¡onductismo sociológico, que caracterizan de modo definitorio al Modelo. Los parámetros culturales del proceso neocolonizador del Modelo neoliberal son anglófonos (¿quién no oye música o ve películas anglófonas en el planeta?) y basados en el «American way of live». La expansión de este modelo tipifica conductas individuales en base al consumo como modo de vida, y uniformiza de modo global todo criterio exógeno a los parámetros culturales que define «el modo de vida americano». Estética, cultura, arquitectura, gastronomía, comunicación, tecnología… colectiva e individual. No hay duda de que la influencia del modelo consumista en los ámbitos tanto macro como micro de la sociedad es determinante para la asentación del Modelo. Económicamente aporta nuevas variables físicas para asentar los valores mercantiles pero además genera un proceso masivo de narcotización alienante de los individuos que gracias a los referentes y comportamientos consumistas desertan de sus responsabilidades para con la colectividad, lo que define el comportamiento sociológico global de las sociedades neoliberales, es decir, en diversos rangos, casi todas en el planeta. ¡Qué invento la tarjeta de crédito! La mayor arma de «destrucción masiva» sin duda, poder comprar con dinero potencial y gastar, gastar, gastar…dinero individual, pero sobre todo energía colectiva. Energía para producir bienes, transportarlos, globalizarlos, promocionarlos, venderlos, romperlos y reciclarlos. Nunca reutilizarlos.
Como hemos visto el modelo económico y financiero en expansión globalizante define unos criterios para modelar el Sistema político planetario «menos malo»: el modelo votocrático: da igual que las condiciones para desarrollar un proceso democrático sean inexistentes: si se vota y se vota en base al criterio que tipifique «el Imperio» como correcto para sus intereses expansivos, el proceso votocrático es homologado. La «Comunidad Internacional» que vela mediante «ejércitos humanitarios»y la expansión de sucursales «no gubernamentales» por el Orden Internacional, sanciona o trata de legitimar todas las actuaciones neocoloniales que garantizan, entre otras variables, el desarrollo de intervenciones operativas con la finalidad de asegurar el control de los recursos energéticos, la estabilidad de los mercados, a fin de cuentas el proceso consumista descrito..
Pero es sin duda el mencionado paradigma cultural basado en el consumo y la desinformación objetiva, la clave para que la integralidad del Modelo sea única: nunca hubo hasta ahora un Modelo de Imperio de alcance planetario.
Este abreviadísimo intento por definir el marco en el que se asienta el actual debate energético a nivel internacional nos lleva necesariamente a desbrozar los mimbres sobre los que han de crearse las condiciones que traten de impedir (harto difícil ya), o por lo menos paliar, la gran crisis energética planetaria que acecha de modo implacable e inevitable.
El desarrollo de la producción de energía desde criterios sostenibles es vital, ya que es la única alternativa existente a medio largo plazo. Tanto la energía nuclear como las variaciones de explotación sobre energías fósiles son claramente deficitarias desde una perspectiva honesta que pretenda garantizar una cambio definitivo de tendencia del problema energético.
Pero las experiencias y perspectivas para el desarrollo de iniciativas sostenibles en el ámbito de las políticas energéticas chocan claramente con los criterios y parámetros del Modelo. De ahí que sea fundamental recuperar dos criterios clave para definir las políticas emergentes que pudieran ser determinantes: El criterio micro de carácter sociológico que se basa en la superación de los criterios comunes de actuación consumista por parte de la mayoría de los individuos sobre todo del Primer Mundo y del Segundo, lo que permitiría una mayor conciencia social sobre el derroche de energía que supone la vertebración y desarrollo del ámbito cultural expansivo del Modelo. No es cuestión solo de «apagar la luz» sino de vertebrar un nuevo modelo de vida sostenible que se aleje de los parámetros de consumo depredadores y narcotizantes, empezando por el individuo.
El otro criterio es de carácter politológico y va indefectiblemente unido al anterior y reside en dos ideas básicas. La vertebración de procesos realmente democráticos que superen el delegacionismo votocrático y permitan la activación de políticas públicas radicales en el ámbito de la gestión energética, independientes de los poderes fácticos energéticos, cuestionando así de raíz el Modelo. Y dos, la vertebración de entidades políticas soberanas con capacidad para definir criterios propios en el ámbito de las políticas energéticas desde una perspectiva sostenible, es decir: ahondar en la autogestión energética redefiniendo los parámetros organizativos que rigen a día de hoy la comunidad política transnacional. En ese sentido es muy interesante el desarrollo potencial de las pequeñas comunidades nacionales hacia una proyección estatal, lo que facilita la implementación de las políticas colectivas más sostenibles. El papel de los pequeños estados como entidades soberanas permitiría de modo más efectivo la implementación de políticas públicas sostenibles, y en ese sentido Euskal Herria mediante la recuperación de su Estado, la República de Navarra, puede ser un activo ejemplo como el resto de estados emergentes europeos (Escocia, Flandes…) de cara a vehiculizar alternativas de organización energética soberanas y sostenibles. La revolución tecnológica por otra parte es también positiva desde una perspectiva operativa que se fundamente en colectividades pequeñas, y las tendencias actuales priman sin duda los micro sobre lo macro: pensar en local y actuar en global.
Evidentemente y como algún miembro de la mesa ha comentado, las propuestas pueden parecer de «un mundo feliz» por «su carga utópica» sic, pero creo que los ciclos históricos en cualquiera de los ámbitos en los que los queramos analizar, expiran de modo mucho más rápido y determinante con el paso del tiempo, por lo que entidades y realidades asentadas que nunca nos atreviéramos a cuestionar, son hoy mucho más vulnerables y efímeras que nunca. ¿A que velocidad histórica se han desarrollados los cambios internacionales de la última década? ¿Quién apostaría en 1989 porque un par de años después se fuera disolviera ni más ni menos que la URSS?
El radicalismo analítico no es extremismo fatuo, es operativismo determinate, y desde la radicalidad, tanto desde el punto de vista micro, como macro es posible buscar alternativas sostenibles y democráticas al Modelo globalitario (neoliberalismo totalitario).
Gabirel Ezkurdia (politólogo y analista internacional)